Yoani Sánchez: “Al militarizar el Parlamento, Bukele dañó aún más la frágil democracia”

La reconocida periodista cubana y fundadora del medio opositor 14ymedio conversó con El Diario de Hoy y mostró su profunda preocupación por las acciones del 9 de febrero, cuando Nayib Bukele ingresó con militares a la Asamblea Legislativa. Viniendo de un país dominado por los uniformes y las armas, ella ve signos preocupantes y peligrosos cuando el Ejército sobrepasa sus funciones.

Yoami Sánchez, periodista cubana, habló en entrevista exclusiva con El Diario de Hoy sobre lo sucedido en la Asamblea Legislativa el pasado 9 de febrero. Video EDH / Eduardo Alvarenga

Por Ricardo Avelar

2020-02-22 9:15:39

Días después de que el presidente Nayib Bukele decidiera llevar militares con armas largas al Salón Azul de la Asamblea Legislativa, la laureada periodista cubana Yoani Sánchez publicó una crítica columna en el medio alemán Deustche Welle en la que, con contundencia, manifestó que “el presidente más joven de la historia salvadoreña ha cometido un error de incalculables proporciones al haber permitido y aupado que las botas militares entraran a un recinto parlamentario”.

Por ello, al coincidir con ella en el College Freedom Forum en Ciudad de Guatemala, El Diario de Hoy la abordó para ahondar en su opinión sobre los ampliamente condenados sucesos.

Al haber nacido, crecido y vivido en una dictadura, nos dijo tener “una alergia especial cuando los militares sobrepasan sus funciones”. Asimismo, advierte que al sacar al Ejército de su limitada función constitucional, es muy complicado hacerlo volver.

Por ende, Sánchez lamenta que las acciones de Bukele hayan lesionado aún más la ya imperfecta y débil democracia salvadoreña, pero destaca como positivo el rechazo local e internacional.

Finalmente, aprovechamos para hablar de Cuba. Tras esta conversación, que giró sobre los recientes cambios -de gobernante y de Constitución- en la isla, este país caribeño parece emular la fórmula popularizada por el escritor italiano Giussepe di Lampedusa: “Cambiar para que todo siga igual”.

Hace unos días publicaste una columna hablando de las acciones del presidente Nayib Bukele y quería ahondar un poco en lo que decías ahí y cómo ves la situación reciente de El Salvador.
Como yo nací, crecí y vivo en una dictadura dominada por los uniformes militares, tengo una alergia especial cuando los militares sobrepasan sus funciones de salvaguardia de la nación y funcionan como entes cívicos. Veo lo que ha pasado en El Salvador y recuerdo lo que pasa en otros países de América Latina que sacan a los militares a la calle como fuerza momentánea cercana a la fuerza policial y después no regresan a sus cuarteles. Mirando lo que ocurre y teniendo la experiencia de mi país, es de preocuparse.
Hay gestos con simbolismos que superan sus efectos prácticos y pragmáticos. Militares enfundados en sus uniformes y armas entrando a un parlamento fue demasiado, no solo para los salvadoreños sino para todos los latinoamericanos. Estas acciones rompen y fracturan cosas que después no se recuperan. Por mucho que se trate de enmendar el asunto, ha quedado un daño a una democracia que ya es imperfecta y frágil.

El presidente Bukele se vende como el presidente “cool” que representa a una nueva generación. ¿Qué tan “nueva” es la idea de militarizar un Congreso?
Hay una gran confusión en pensar que porque se lleven bien las redes sociales y se sea simpático en Twitter y se usen bien los emojis, eso trae aparejado que se es buen estadista. Un buen estadista gobierna para todos, incluso para los de la diferencia, no alimenta la polarización, intenta encontrar consensos. Los militares en el Parlamento no puede ser un paso de consenso ni reconciliación de fuerzas.
Advierto que digo esto pues vivo en un país donde los militares entran a la Asamblea, suben a la tribuna y deciden lo que van a hacer los parlamentarios. Nosotros no tenemos imágenes de armas llegando a la Asamblea Nacional porque no hace falta, el Parlamento cubano está domesticado por los militares desde hace más de 40 años.
Lo digo también desde un país que tiene una situación mucho más grave y es que las estructuras militares han permeado tanto que ya no somos ciudadanos sino soldados.

El presidente insiste en que esto es sobre un préstamo, pero el tema parece ser balance de poder. ¿Qué tanto puede un Congreso expresar su voluntad con armas largas en su salón plenario?
Es difícil de evaluar, no soy especialista en la política salvadoreña pero puedo por mi parte de cubana decir que ese tipo de acciones fomentan la doble moral, la máscara y el miedo. Los parlamentarios se la pensarán mejor o no actuarán con toda la contundencia que hubieran querido. En Cuba, una secuencia de castigo y penalización ha traído un Parlamento mudo. Se hace la broma de que Parlamento, que viene de parlar, no puede ser el nombre de nuestros más de 600 diputados que solo escuchan y votan por unanimidad. Eso tiene que ver con el miedo y la doble moral que suscitan las acciones de penalización. Cuidado que pueden terminar igual.

Para no sobrestimar o subestimar la situación, ¿cómo dimensionar la gravedad de estos actos?
Los próximos días y semanas darán la envergadura del asunto. He visto, y me parece muy positivo y dice mucho de la democracia salvadoreña, la repulsa general. He visto un amplio rechazo desde todos los sectores sociales y organismos internacionales. Puede que este sea un punto más de consenso que de daño a la sociedad salvadoreña porque ha logrado aglutinar la indignación.
Cuando los pueblos se aglutinan en la indignación y dicen ‘hasta aquí, esta línea no se cruza’, puede ser positivo porque salvaguardarán con más fuerza su democracia.

En tu caso, tienes una ventana amplia al debate global. ¿Cómo crees que se recibió esta noticia?
No he oído a nadie que aplauda a esas escenas o un comentario positivo, ha habido un gran rechazo pero también estamos viviendo tiempos en que a nivel mundial se redefine qué es el liderazgo, qué es un dirigente, qué es un presidente, qué necesitan las naciones realmente para caminar acompañadas a la democracia. Estamos cuestionándonos todo eso. En Cuba, por ejemplo, donde la oposición es ilegalizada y desarticulada hay mucha gente espera un líder mesiánico a medio camino entre el padre, el sacerdote, dios que venga a decirte lo que tienes que hacer.

A nosotros nos sorprendió el secretario general de la OEA que se ha plegado al discurso oficialista salvadoreño de “normalidad democrática”, cuando por menos se ha pronunciado en Venezuela, Nicaragua o Cuba. ¿Cómo interpretar este doble rasero?
Es difícil saber lo que está funcionando ahí, quizá hay un intento de hacer un discurso para calmar los ánimos ante el temor de un tipo de fractura o respuesta más virulenta. No sé qué lo ha llevado a eso.
Como periodista cuestiono todo. Como periodista que cree en la libertad informativa y el derecho parlamentario al debate y la discusión, fue una pésima señal enviada al mundo.

¿Cómo ves la desconfianza y los ataques que hay a los medios de comunicación y la prensa?
Estamos también viviendo una etapa en que la prensa está sacudida por muchos fenómenos, no solo la satanización que hacen algunos poderes, sino la manera en que hacemos nuestro trabajo. Eso está siendo sacudido por las nuevas tecnologías, la forma en que los usuarios se acercan a la prensa.
Son momentos de mucha confusión y también en sociedades donde se ha fragilizado el ejercicio de la democracia, la prensa tiende a estar en el patíbulo. Los ciudadanos le achacan que se pliega a los poderes y los poderes le critican que es demasiado corrosiva con los líderes, partidos o figuras que gobiernan. Estamos entre dos fuegos y lo que hay que hacer es seguir ejerciendo la profesión con responsabilidad. Los políticos no tienen que ser el escarnio público, no debemos hacer bullying periodístico, se trata de criticar, señalar y arrojar luz sobre la corruptela, las deformaciones que llevan a un mal servicio a los ciudadanos, pero no nos vamos a convertir en quienes hagamos de los políticos los bufones permanentes.

Hablemos de Cuba. Hace casi dos años, Miguel Díaz-Canel asumió la presidencia de Cuba. ¿Cambió algo en la isla?
Quisiera decirte que sí, pero la realidad es más testaruda. Cuba vive un momento muy complicado. Económicamente hablando vivimos en una situación que no recuerdo desde hace alrededor de 20 años, de deterioro del poder adquisitivo, desabastecimiento, falta de esperanza. Por otro lado el discurso oficial sigue siendo de continuidad ideológica y política. Esa es la palabra que elige Díaz-Canel en redes sociales. Se mantiene la continuidad de la penalización de la discrepancia, continuidad de prohibición de la política por partidos opositores, de la represión, del éxodo masivo. En todo eso hay una continuidad. No está el apellido Castro en la presidencia, pero Raúl Castro sigue moviendo los hilos del país y sobre todo su clan familiar.
Yo creo que no se puede hacer un balance de cambio pero hay que ver qué pasa el día después que Raúl Castro ya no respire.

La lógica de grupos de poder dice que al caer la cabeza hay un periodo inestable y que puede ser más peligroso…
Puede ser. De todas maneras, Raúl Castro de manera maquiavélica ha desaparecido de la escena pública para manejar los hilos por detrás. Evidentemente tendrá un peso su ausencia pues aglutina fuerzas que hoy están unidas pero que deben tener internamente muchas contradicciones.
La crisis económica puede acelerar esos procesos y están en un disyuntiva: o abren a la economía y el sector privado aún más, o siguen tratando de controlar estatalmente al país.

¿Es Cuba un fracaso ideológico o hay algo más detrás?
Con 60 años de experimentos económicos fallidos, exceso de estatización y una camisa de fuerza está claro que la economía cubana es un tema político controlado por el Partido Comunista. En un principio hubo excesivas confiscaciones y eliminación del entramado privado. Luego excesiva dependencia de los subsidios la Unión Soviética y luego del petróleo de Venezuela. Y ahora estamos ante el espejo de la realidad: que el país no se desarrolló lo suficiente desde el punto de vista productivo. Pero tampoco le dan espacio a los privados que podrían tener la capacidad y el ingenio o a los exiliados que quisieran invertir.
Están atrapados por una disyuntiva política. O abren la economía y pierden control, o siguen sosteniendo una isla quebrada por decisiones ideológicas y partidistas.

Si ya no hay padrinos a la vista…
Todavía Venezuela sigue enviando petróleo, ahora hay una reciente noticia que en enero aumentó la cantidad de barriles, pero Cuba es un país de voracidad insaciable porque importa la mayor parte de alimentos que consume, pues la producción nacional es muy limitada. No creo que pueda sostenerse esa Venezuela nodriza.

¿Qué fue de las reformas constitucionales de febrero de 2019? ¿Algo cambió?
La Constitución ratificada el año pasado ha sido pensada para dejar atado el sistema, mantiene el más penoso de sus artículos, el quinto, que le da al Partido Comunista la característica de fuerza rectora de la sociedad. Con este artículo los otros pueden ser mejores, pero ese lo cierra todo.
Y el propio gobierno viola su constitución. Hay quienes tienen prohibición de salir del país aunque no tengan delito o proceso judicial y eso viola el artículo que dice que los cubanos tienen libertad de movimiento.

Hay medios, movimientos y líderes valientes en Cuba desde hace décadas, pero parece que muy poco cambia. ¿Qué falta?
Ojalá tuviera la respuesta. Es una lucha muy desgastante y muchas de esas personas se exponen a daños físicos, a perder su libertad, a daños sociales, presiones contra su familia. Ha habido varias generaciones de luchadores democráticos pero ha sido una carrera de relevo porque el desgaste psicológico, familiar y social es muy intenso.
Sospecho que falta involucrar más a la sociedad. El cambio no puede ser promovido por muy pocos. Mientras la sociedad deje de ser apática, deje de tener miedo y se exprese cívicamente, algo podrá moverse.

¿Cuánto cambió Cuba desde el famoso deshielo con Obama?
No mucho. Los arrestos arbitrarios siguen, las violaciones a derechos humanos también pero gracias a las nuevas tecnologías la gente reporta más esos hechos y está más protegida por la mirada internacional. El castrismo no es más laxo, permisivo o respetuoso de los derechos humanos, solo le cuesta más reprimir, pues inmediatamente las denuncias salen con testimonios, en muchas ocasiones, con material audiovisual. Por eso buscan reprimir en las sombras y sin rastro legal. Es la escuela represiva fraguada en mi país.

Con un panorama tan gris, ¿qué mantiene a Yoani Sánchez dentro de Cuba?
Esa es mi pregunta de todos los días. Creo que la responsabilidad. Cuando uno asume funciones públicas en periodismo, en liderazgo u otras áreas hay gente que espera levantarse cada día y escuchar lo que yo diga en mi podcast o en mi medio, Catorce y Medio. Hay gente que espera información no manipulada como la que publica el Estado. Por esa gente me quedo en Cuba.