Crisis humanitaria en campamento de migrantes en México

Por años, grandes cantidades de familias cruzaron el río Bravo a pie o en balsas. Los coyotes enviaban a las familias a sitios conocidos y les decían que esperasen allí que la Patrulla de Fronteras las detuviese.

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Vista de un campamento de migrantes en la frontera mexicana al sur del Río Grande, en Matamoros, estado de Tamaulipas, México, cerca de la frontera con los Estados Unidos. Foto EDH / AFP

Por AP

2019-11-15 4:56:41

Una humareda maloliente llena un campamento de refugiados a pasos de la frontera entre México y Estados Unidos, producto de fogatas constantes y de montañas de desechos humanos. Padres e hijos viven en un mar de carpas y lonas, algunas atadas con bolsas de basura. Los hay quienes duermen a la intemperie bajo temperaturas a veces de congelación.

Justina, quien dice haberle escapado a la persecución polí­tica en Nicaragua y busca asilo en Estados Unidos, trata de mantener saludable a su beba de ocho meses en la carpa que ocupan. A la niña, Samantha, se le diagnosticó neumoní­a y hace poco fue dada de baja en un hospital donde escasean los antibióticos.

“Aquí­ yo aguanto frí­o, hambre y todo porque no tengo recursos y la niña también aguanta”, dijo Justina, quien no quiso dar su apellido por razones de seguridad.

El campamento es producto de la polí­tica del gobierno estadounidense de Donald Trump que obliga a las personas que piden asilo a permanecer en México mientras se procesan sus solicitudes. Más de 55,000 personas, incluidas Justina y Samantha, se encuentran en esa situación.

Una crisis humanitaria se agrava con cada dí­a que pasa en el campamento de Matamoros, del otro lado de Brownsville, Texas, donde se observa una bandera estadounidense ondeante desde más de 700 carpas. Unos 2,000 migrantes esperan ser citados por los tribunales de inmigración estadounidenses en medio de condiciones médicas y sanitarias en franco deterioro.

Escasea al agua potable. La gente debe hacer cola por media hora para recibir leche y baldes con agua. Algunas personas se bañan y lavan sus ropas en el rí­o Bravo (Grande en Estados Unidos), a sabiendas de que está contaminado con E.coli y otras bacterias. Dependen de donantes para sus comidas o pescan en el rí­o y cocinan lo que sacan prendiendo fogatas con leños.

Cerca de los inodoros de madera huele a excrementos. Revolotean las moscas sobre papel higiénico dejado en el piso. Un voluntario limpia con una pala materia fecal acumulada frente a unos inodoros.

Las condiciones del campamento reflejan los peligros para la salud asociados con la polí­tica de “Quédense en México” y cómo las organizaciones sin fines de lucro se debaten por ofrecer atención médica y otros servicios básicos sin el apoyo de los gobiernos de Estados Unidos ni de México.

La agrupación Médicos Sin Fronteras dice que en tres semanas de octubre realizó 178 consultas médicas en el campamento de Matamoros por condiciones que iban desde diarrea, presión alta y asma hasta trastornos psiquiátricos. Más de la mitad de los pacientes fueron menores de 15 años.

La nueva polí­tica estadounidense hizo que mermase la cantidad de personas que cruzan la frontera sur, una de las prioridades de Trump, cuyo gobierno dijo el jueves que las detenciones en la frontera habí­an caí­do por quinto mes seguido.

Mark Morgan, comisionado interino del Servicio de Protección de Aduanas y Fronteras de Estados Unidos, dijo que programas como Quédense en México, parte de lo que se llama Protocolo de Protección de Migrantes (PPM), han tenido un gran impacto.

“El PPM ha sido un gran éxito” desde una perspectiva policial, expresó Morgan.

Cuando Estados Unidos y México anunciaron el programa en diciembre, México se comprometió a suministrar permisos de trabajo y otra asistencia a los migrantes que esperan ser atendidos por los tribunales estadounidenses.

El mes pasado, el Departamento de Seguridad Nacional dijo que “tiene entendido” que los migrantes “tienen acceso a cuidados y ayuda humanitaria, alimentos y vivienda, permisos de trabajo y educación”. Agregó que Estados Unidos habí­a aportado más de 17 millones de dólares para usar en refugios y otras opciones de vivienda.

Pero en Matamoros hacen falta muchas cosas. Más de 11.000 personas fueron devueltas hasta el 1ro de octubre, de acuerdo con cifras oficiales obtenidas por la Associated Press.

Los migrantes reciben atención médica en una clí­nica callejera manejada por Global Response Management, una pequeña organización sin fines de lucro que trabaja en zonas de combate y de desastres. Personas que buscan asilo ayudan en la clí­nica, incluidos dos que hablan inglés y hacen de traductores, uno cubano y otro venezolano.

Helen Perry, enfermera y directora de operaciones de Global Response Management, atendió a una docena de pacientes una tarde reciente, que esperaban bajo una lona que los protegí­a del sol

Una mujer del sur de México dijo que sentí­a dolores en la espalda causados por un ataque que sufrió. Un niño salvadoreño de tres años tení­a fiebre y dolores de garganta. Otro de cuatro se habí­a deshidratado y bebí­a Pedialyte mientras Perry examinaba la boca de su padre, alumbrándose con un iPhone.

Perry luego vio a un cubano que se quejaba de fuertes dolores en el pecho, que llegaban al mentón y al hombro izquierdo. Le puso un estetoscopio en el pecho y acto seguido usó un aparato de ultrasonidos acoplado a su teléfono para observar su corazón. Parecí­a que estaba teniendo un paro cardí­aco moderado.

Dispuso que unos voluntarios lo llevasen en un taxi a un hospital. Quince minutos después de que se habí­a ido llegó una ambulancia de las Cruz Roja. El cubano fue dado de alta al dí­a siguiente.

“He visto otras crisis humanitarias en el mundo y puedo decir que esta es una de las peores”??, comentó Perry. “Y va a empeorar más todaví­a, rápidamente”??.

Justina y su bebé Samantha lo están experimentando en carne propia. Ingresaron a Estados Unidos en septiembre pada pedir asilo y fueron llevadas a una instalación de la Patrulla de Fronteras que los migrantes llaman “la hielera”??.

Allí­ Samantha empezó a tener fiebre y a toser. Hasta que se le declaró una neumoní­a.

Justina dice que los agentes la llevaron a un hospital, donde Samantha fue atendida y recibió antibióticos. Cuando su salud se estabilizó, fueron devueltas a México.

“Me atendieron súperbien allá adentro, pero cuando ella vino aquí­, sinceramente, cuando me deportaron se me agravó”??, dijo Justina.

Algunas personas del campamento la ayudaron a tomar un autobús para ir a un hospital de Matamoros, donde a la beba le diagnosticaron un problema respiratorio. Samantha estuvo hospitalizada cinco dí­as, al cabo de los cuales la dieron de baja y le suministraron antibióticos otra vez.

Su próxima cita con los tribunales estadounidenses es en enero.

“No quiero que nada me le pase a mi niña, sinceramente”??, dijo la nicaragüense. “La verdad es que aquí­ corremos mucho peligro nosotros”.

El campamento de Matamoros, una ciudad de 450.000 habitantes en el estado de Tamaulipas, padece una violencia y corrupción endémicas derivadas del narcotráfico. El Departamento de Estado norteamericano dice que aquí­ se corre el mismo peligro que en Siria.

Morgan, el comisionado interino de Protección de Aduanas y Fronteras, dijo que las historias de que los migrantes son secuestrados o atacados en las ciudades fronterizas de México son anecdóticas??.

Indicó también que cualquiera que tema por su vida en México puede buscar refugio en uno de los puertos de ingreso de Estados Unidos. Muchas personas que piden asilo, sin embargo, han sido rechazadas en esos puertos o enviadas de vuelta a México después de presentar sus casos en tribunales estadounidenses.

El gobierno de Tamaulipas tiene su propia clí­nica en el campamento, en la que colabora Médicos Sin Fronteras. El campamento tiene ahora duchas con casetas y una bomba de agua, aunque mucha gente sigue yendo al rí­o.

Las autoridades de Matamoros y de Brownsville están trabajando con organizaciones sin fines de lucro para conseguir vacunas para la gripe, más medicinas y carpas nuevas para afrontar el invierno que se avecina. También están pendientes de cualquier signo de sarampión.

El gobierno de Tamaulipas trató de trasladar a los migrantes a un nuevo albergue que abrió hace poco y que podrí­a acomodar a varios cientos de personas.