Con 93 años, Juan sueña con saber inglés y mostrar su arte

Originario de San Pedro Nonualco, La Paz, Juan Ventura crea artesanías con productos que la naturaleza le regala

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Foto EDH/Jorge Reyes

Por César Jiménez

2019-09-07 8:50:28

Aunque su paso es lento y su cuerpo aparenta fragilidad, sus manos son anchas por el trabajo duro que ha hecho a lo largo de su vida y tiene un espíritu hambriento de aprendizaje y con grandes ganas de enseñar su arte al mundo.

Le caracteriza su sombrero de mimbre, la amabilidad, jovialidad y fe en Dios. Su destreza manual y su creatividad no tienen límites. Siempre recibe a quien pregunta por sus artículos con una sonrisa y si solo lo saludan, él responde con afecto.

“Cuando no lo hago (trabajar) paso aburrido. Esto me distrae y da más sabiduría. Cada día le pido a Dios para que me de un poco más”, manifiesta.

Al faltarle las fuerzas tiene un plan secundario. Está aprendiendo inglés con un libro que compró.

Lo enseña y comenta con ilusión que esto lo hace porque quiere “conseguir trabajo de guía turístico, por lo menos”, y así seguir produciendo aunque le falten las fuerzas.

Foto EDH/Jorge Reyes

Es originario de San Pedro Nonualco, La Paz, y se crió en el núcleo de una familia humilde. Comenta que nació con el trabajo al lado y por eso le encanta.

Antes de dedicarse a hacer lámparas y otros tipo de artículos a tiempo completo, fue tractorista y trabajó en el campo hace más de 45 años.

Pasó de obrar con maquinaria pesada y laborar bajo el sol a hacer aritos, collares, pulseras o incluso lámparas e innovar con semillas de marañón, mango, anona, conacaste, tagua, lágrimas de San Pedro, pacún, pito o coco tierno, a parte del bejuco chupamiel y el bambú.

Hoy vive en San Marcos, San Salvador. Su lugar de trabajo es su casa y para enseñar sus artículos cuenta con un catálogo de fotos en que muestra los distintos diseños de sus lámparas.

“Las lámparas que hago son únicas porque el bejuco no tiene molde. Puedo hacer dos lámparas del mismo diseño, pero no quedarán iguales porque así es la naturaleza”.

Según los datos del observatorio El Salvador Cómo Vamos, Juan es uno de los 228,607 adultos mayores de 65 años en la capital. Esto a nivel nacional representa un promedio del 13% de la población nacional.

Foto EDH/Jorge Reyes

Su primera lámpara

Mientras ve una de las lámparas hecha por él, cuenta que en una ocasión estaba en sus labores y vio un árbol donde bajaba un bejuco largo que le llamó la atención y decidió llevárselo.

Al llegar a su casa lo tiró al sol y “aguantó un invierno, un verano y al llegar el siguiente invierno la cáscara se fue desprendiendo. Quedó como si se hubiese lijado”, explica.

Fue entonces cuando cortó un pedazo de dicho bejuco para hacer una lámpara, “con el consejo de Dios”. Al ser su primera creación el cable no iba escondido sino que estaba enredado en el tronco.

“Como vivía con mi hermana, ella vio lo que creé y me aconsejó que la vendiera”, recuerda.

Emprendió su viaje para ofrecer su lámpara y por la zona del Barrio San Jacinto pasó un señor que le interesó lo que llevaba.

Ventura no le había puesto precio por lo que dejó al criterio de su primer cliente que le pusiera valor a su artículo cuando aún circulaba el colón como moneda.

“‘Yo le puedo dar unos diez colones’. Llévela, le dije”. Desde entonces vio que lo que hacía le gustaba a la gente. Pensó en hacer más y analizando la estructura que había hecho pensó en maneras de como esconder el cable, porque no le agradaba cómo se veía.

Buscó a un muchacho para que le ayudara a ingeniar la forma de cómo esconder la extensión. Al encontrarlo, se convirtió en su fórmula de trabajo.

Actualmente, cuando tiene trabajo, se levanta antes de las seis de la mañana para comenzar sus labores y “no quedar mal con el cliente”, ya que su forma de trabajar se basa en “la responsabilidad y puntualidad”.

“Yo soy un hombre de palabra y me gusta entregar todo en lo que se ha hablado antes”, asegura. Si es necesario, se queda a altas horas de la noche trabajando para terminar y cumplir su palabra, agrega.

“Lámpara que hago y vendo, dinero que vuelvo a invertir para la siguiente. Lo que sobra me queda para la comida. Por cada una se gastan $12 o un poco más y estas cuestan $20. Solo le gano $8 aproximadamente, sin contar las veces que puede quebrarse una pieza . Eso lo tengo que reponer”, explica.

Comenta que solo en los manojos de bejucos y en comprar distintas semillas gasta alrededor de $50.

Juan Ventura considera que tiene una venta, no negocio, “porque es poquito lo que produzco”. También lamenta que no pueda tener un espacio físico donde puedan ver sus artesanías, aunque siempre lleva un catálogo de fotos mientras vende sus productos, en las inmediaciones de la calle Los Sisimiles, en San Salvador.

Desea alcanzar más.

No todo ha sido fácil para Juan. Hace tres años y medio se fracturó la pierna izquierda mientras estaba comprando material para sus lámparas. Pasó un poco más de cinco meses incapacitado y bajo el cuido de su hija Lucía Álvarez.

Tuvieron que implantarle clavos para que su pierna sanara. “Así es como él anda caminando desde ese entonces”, comenta Dagoberto Álvarez Ventura, hijo menor de don Juan.

Esto no detuvo a Ventura para que al recuperarse siguiera produciendo para su venta. Dagoberto también menciona que gracias a este trabajo, y con la ayuda de su madre, les pudo dar educación. Son tres hijos, dos finalizaron el bachillerato técnico en contador y uno el octavo grado.

Al ver lo que su trabajo le ha dado a su familia, Juan quiere poner una galería en donde pueda exhibir sus obras, así como tener su propio local para poder trabajar y vender sus artículos.

“Él ha querido extender este arte queriendo ayudar a muchas personas. En ocasiones sí le han ayudado, pero ahorita solo él ha quedado. Cuando tiene pedidos de tres o cuatro (lámparas) hasta mi hijo (nieto) viene a ayudarle”, expresó Álvarez.