El nombre de Uriel Canjura pudo haber aparecido en algunas de las nóminas de la Selección Sub-17 o Sub-20 que cada tanto comparte la Federación Salvadoreña de Fútbol (Fesfut).
Pero el destino, a través de una serie de casualidades, quiso que estuviera en otra lista: la de los atletas salvadoreños que participarán en los Juegos Olímpicos de la Juventud Buenos Aires 2018, que se desarrollarán en Argentina desde este sábado hasta el 18 de octubre.
Tenía 9 años cuando archivó su pasión por el fútbol y le dio paso a una nueva aventura.
Fue clave la intervención de Andrés Ardón, su padrastro: “Todo inició porque él, que trabajaba en la Federación Salvadoreña de Bádminton, llevó unas raquetas a mi casa. A mí me gustaba el fútbol, tenía once balones y solo pasaba jugando. Pero con las raquetas, nos pusimos a en el patio de la casa y él me empezó a enseñar, yo fui entrenando poco a poco hasta poder entrar a torneos”.
Armando Bruni, Presidente de la federación, recuerda su inicio: “Uriel es de Suchitoto. Justo el padrastro estaba a cargo de esa escuela, así que se le facilitó. Empezó sin zapatos y en una cancha de tierra, pero le gustaba y vimos que tenía condiciones. Es un muchacho humilde y trabajador”, explicó.
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Viendo su plasticidad y habilidad, cualquiera pensaría que nació para jugar al bádminton. Pero todo fue parte de un proceso de aprendizaje. Llegar a Buenos Aires 2018, donde además fue elegido para portar la bandera en la ceremonia inaugural, implicó una serie de sacrificios que al final tuvieron frutos.
El reto era ascender en el ranking juvenil, remontar casi unos 50 puestos quedar entre los primeros 26 del mundo. Era la única manera de que lograra el boleto. Para eso, en una estrategia elaborada entre su federación y el Comité Olímpico de El Salvador, Uriel se embarcó en una aventura hacia Europa de dos meses y medio.