Surf, terapia para alejar a los jóvenes de las pandillas

Correr las olas ayuda a muchos a no meterse en problemas ni andar en malos pasos en Perú, todo un ejemplo a seguir

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Jóvenes en riesgo de Perú utilizan el suf como vía de escape y diversión. Foto EFE

Por César Najarro / EFE

2021-04-29 3:15:32

Desde la cima del arenoso cerro donde descansa el barrio Alto Perú, las vistas al océano y a la ciudad de Lima dibujan un paisaje privilegiado, que contrasta a todas luces con las viviendas abandonadas de la época colonial y las precarias casas de esta zona rezagada del sur de la capital peruana.

Uno recorre sus calles con la misma sensación de inseguridad que de asombro, la primera generada por la venta masiva de droga y la segunda, por la fogosa vida comunitaria, patente a pesar de la pandemia.

En la plaza principal, un joven vigila un punto de tráfico de droga al lado de un niño que ve pasar las horas, un anciano que arma una red de pesca y otros vecinos que al aire libre charlan y leen el periódico.

Fue justamente esta fuerte (aunque adversa) vida comunitaria la que supo aprovechar el surfista Diego Villarán, un vecino que impulsó hace quince años el Proyecto Alto Perú una iniciativa que, con el deporte como vehículo para el empoderamiento y la disciplina, busca alejar a los niños y adolescentes del barrio del pandillaje, la drogadicción y el alcoholismo.

"Empezamos a enseñar (gratuitamente) a los niños del barrio a correr olas para poder escapar un poco de la realidad que algunos vivían", relató a Efe Villarán, quien considera "fundamental" el trabajo con los más pequeños "para generar el cambio que tiene que dar esta comunidad".

Una herramienta para el cambio 

Así, el proyecto, que recibe unos 120 participantes al año, concibe el deporte como una terapia para mostrar a los jóvenes "otras referencias, nuevas formas de comportamiento, de entender el mundo, ver que pueden conseguir las cosas de otra manera, que no sea necesariamente a través de la delincuencia o la venta de drogas".

"Por un lado, es un espacio de escape y de refugio de la locura que viven y, por otro lado, también les permite desarrollarse profesionalmente", precisó el impulsor al mencionar una de las principales metas de la iniciativa: "capacitar a los chicos para que puedan enseñar y encuentren una actividad laboral".

Uno de los primeros alumnos de Villarán fue Jesús Verano, un joven que de "chiquito trabajaba lavando carros en la avenida principal" del distrito limeño de Chorrillos y ahora, a sus 25 años, instruye surf a los vecinos de su comunidad.

"Me dedico a dar clases y así puedo tener ingresos para apoyar en mi casa", explicó a Efe Verano, quien reconoció que, de no haber sido por el proyecto, "ahorita estaría quién sabe en dónde".

También fue decisivo para Johaira Aldazabal su paso por la asociación, con la que topó hace cinco años, cuando su vida "estaba sin rumbo".

Allí aprendió muay thai, otra de las actividades que el proyecto ha ido incorporando con el tiempo y que hoy enseña a otros niños y jóvenes de Alto Perú.

Como recordó a Efe la joven, de 27 años, el resultado de todo este esfuerzo se refleja desde un niño que deja de delinquir para ingresar al colegio, hasta casos como el de Alexander Chávez, dos veces campeón mundia juvenill de muay thai.

"Cada uno tiene diferentes retos, para algunos ya es dificilísimo mantenerse lúcidos, entrenar y dar clases, no robar, no traficar, y para otros puede ser el tema competitivo", completó Villarán.

El barrio como escuela

Con los años, el embrión de una escuela gratuita de surf superó los límites de la práctica deportiva y viró también una oportunidad para promover la cohesión social y la transformación de los "abandonados" espacios públicos de Alto Perú, una zona relegada durante décadas por las autoridades del país.

"Intentamos recuperar algunos lugares que estaban en desuso o mal utilizados, como basurales, lugares para fumar pasta (de cocaína)" para transformarlos "en espacios más luminosos y saludables", explicó Villarán.

En concreto, el programa "Urbanismo Comunitario", del que participan arquitectos vinculados al proyecto, como Aldazabal, se materializa en acciones como la reconstrucción de plazas, brigadas de limpieza y, en tiempos de pandemia, la instalación de lavaderos de manos en donde el acceso al agua es muy limitado.

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