ESPECIAL: Un repaso por la “edad de oro” de la Lucha Libre profesional en El Salvador

Un deporte que brilló y quedó marcado por una época de grandes exponentes, así como por la desaparición de la escena deportiva.

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Tony Jackson se destacaba por sus grandes dotes y su técnica (izq.). Cortesía Orestes Membreño

Por Colaboración especial de Orestes Membreño | @Chepetiso

2020-11-18 9:35:42

Mientras en México y Estados Unidos la lucha libre sigue siendo un espectáculo de primer nivel y que en sus inicios fue casi un deporte de barrio, en El Salvador no se alcanzó a aprovechar el auge que tuvo en la década de los 50 y 60, principalmente.

A mediados de los años 50, la lucha libre salvadoreña tenía como referentes a las grandes figuras exponentes del pancracio mexicano: el enmascarado de plata El Santo, Huracán Ramírez, Blue Demon, Black Shadow, Médico Asesino, muchos de ellos incluso protagonizando películas de acción, suspenso, drama y compartiendo producción con grandes artistas como Cantinflas, Pedro Infante, Javier Solís, entre otros.

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Las salas de cines salvadoreños presentaban con gran realce en sus carteleras y marquesinas, las películas en las que los ídolos del cuadrilátero eran parte del elenco artístico y claro que la afluencia a las salas de cine era numerosa.

En cierto momento se extendió el rumor de que “el enmascarado de plata”, El Santo, era el actor y cantante Pedro Infante, de hecho, Mario Moreno “Cantinflas” apostaba a mitad de su fortuna a que eso era cierto. Menos mal que no hubo quien le aceptara la apuesta, hubiese perdido.

Los afamados luchadores mexicanos Black Shadow (máscara negra) y Médico Asesino someten a Tony Jackson durante una de las peleas internacionalen la Arena Metropolitana. Cortesía Orestes Membreño

A SUELO CUSCATLECO

Para muchos es desconocido que ese auge y aceptación de la lucha libre culminaría con la aparición en suelo salvadoreño de una muy buena camada de jóvenes atletas, quienes dedicados a otros deportes de combate, serían reclutados para montar un espectáculo similar al que se veía en las pantallas de los cines salvadoreños.

Mucho tuvo que ver el gimnasio Jim London, propiedad de Salvador Guandique, el que se especializaba en preparación de atletas en disciplinas como lucha olímpica y grecorromana, gimnasia olímpica, fisicoculturismo, boxeo y uno que otro arte marcial.

La céntrica ubicación del Jim London, en la 1a calle poniente de San Salvador, muy cerca de lo que luego fue el famosísimo restaurante Mundial 70, le permitía a muchos jóvenes capitalinos recibir instrucción deportiva luego de recibir sus clases.

Fue así que la figura de un instructor, conocido como el turco Ocón, comenzó a reclutar jóvenes talentos para la lucha libre a quienes instruyó para luego subirlos al ring, todo bajo un plan presentado por Jorge Panameño quien venía de México con su licencia de promotor y poseedor de los derechos de franquicia de la lucha libre mexicana para desarrollarla en El Salvador.

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Panameño y su equipo de trabajo lograron una alianza con la familia Esmahán, dueños de un predio en la calle y barrio capitalino Concepción -cerca del lugar conocido como “la esquina de la muerte”- aledaño al Colegio Divina Providencia- para construir un escenario al que bautizaron como Arena Metropolitana, apropiado para la calidad y montaje de un espectáculo deportivo sin igual.

En esa “catedral” de la lucha libre salvadoreña, sábado a sábado comenzaron a gestarse jornadas gloriosas con combates memorables primero entre nacionales y luego se fueron sumando extranjeros de primer nivel.

Tony Jackson ha saltado desde la tercera cuerda para hacerle un “tope mortal” a El Bucanero, era uno de los lances preferidos de la afición que llegaba en buen número a la Arena Metropolitana. Cortesía: Orestes Membreño

TODO UN ESPECTÁCULO

El deporte salvadoreño vio nacer en la Arena Metropolitana a ídolos que se quedaron para siempre en los libros de la historia. Tony Jackson, El Bucanero, El Apache, El Demonio Azul, La Sombra, El Olímpico, El Mongol, El Gran Chema, Kaly Valdés, El Zas I, el Águila Migueleña, el Ángel Negro, Tío Tigre Cardoza, El Lucero, The Robin, El Cerrajero, El Búfalo, Sordomudo Cruz, Los Campesinos.

Rudos y técnicos, livianos y pesados, ágiles y toscos, espectaculares y simples, queridos y odiados, esos y otros atributos entregaban semana tras semana los luchadores al subirse al cuadrilátero para brindar el mejor espectáculo de llaves, saltos desde las cuerdas, topes “suicidas”, candados al cuello, “doble Nelson”, patadas voladoras, quebradoras, piquetes a los ojos, mordidas en las manos, y toda clase de malabares en duelos individuales o en parejas a dos de tres caídas sin límite de tiempo.

Muchos mitos y leyendas comenzaron a surgir alrededor de las peleas en la Arena Metropolitana. La que más sonaba era que las peleas estaban arregladas para que siempre ganaran los “limpios”, los del bando de los técnicos. O que los enmascarados andaban bolsitas debajo de la máscara con un líquido rojo para simular sangre, y un sin fin de cosas. Pero todo era parte del show.

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Un espectáculo que rompió barreras,incluso antes de que el fútbol nacional se transmitiera en vivo por televisión, los salvadoreños podíamos disfrutar en directo desde la Arena Metropolitana las peleas por la televisión y gustar de los relatos del recordado y gran narrador Miguel “Miguelito” Álvarez (QDDG).

Con el auge de la lucha libre salvadoreña ya muy asentada en la década de los 60, y al contar con el manejo de la franquicia mexicana por parte del promotor en El Salvador (Jorge Panameño) el público cuscatleco tuvo la oportunidad de ver en persona a grandes estrellas de la lucha libre mexicana como El Santo, Huracán Ramírez, Blue Demon, Chanoc, Black Shadow, Médico Asesino, Gory Casanova, Sugi Sito, Oroki Sito, entre otros.

El cinturón del Tony Jackson. Cortesía: Orestes Membreño

Muy memorable fue la pelea en pareja que disputaron el nacional Tony Jackson en dupla con El Santo, ante la mancuerna de rudos integrada por Gory Casanova y el cuscatleco El Bucanero. Luego de tres caídas de escándalo, la dupla de técnicos cargó con el triunfo en una gran demostración de habilidades y férrea pelea en el ring. Inolvidable.

El Salvador logró formar buenos luchadores con calidad internacional, tanto así que algunos como Tony Jackson y El Demonio Azul (hermanos Membreño Fajardo) destacaron en la Arena Coliseo, de México y en cuadriláteros de toda centroamérica. Otros como El Olímpico y El Mongol, pasearon su clase por Estados Unidos y Puerto Rico.

En información no oficial, se comenta que Tony Jackson estuvo a punto de ir a los Juegos Olímpicos de México, en la disciplina de lucha olímpica, y El Demonio Azul en boxeo. Al final no viajaron por razones que nunca se aclararon.

Una de las grandes figuras que se recuerdan es la del brasileño The Tempest, quien luego de mucho éxito en México y Guatemala, llegó a El Salvador para convertirse en uno de los ídolos de la afición, junto a Tony Jackson con quien hizo una pareja de mucho respeto entre las cuerdas.

A finales de los 60, The Tempest enfrentó en la Arena Metropolitana al popular ídolo mexicano Chanoc, en una pelea por el título de América y en la que también estaba en juego la máscara del perdedor. Un escenario abarrotado en el barrio Concepción, vio como su ídolo derrotaba al mexicano quien no se dejó ver el rostro al final de la batalla, sus auxiliares se lo llevaron con el rostro tapado con una toalla. Chanoc fue sancionado de por vida.

EL DECLIVE

La Lucha Libre iba creciendo a pasos agigantados, tanto en popularidad como en rating de transmisión televisiva. Marcas fuertes de la industria salvadoreña eran de los principales patrocinadores del espectáculo de los lances en el ring y entre las cuerdas, tanto así que alcanzaba para tener a grandes figuras de la lucha internacional, americanos y europeos.

El Salvador no se quedaba atrás y los consagrados comenzaban a preparar su relevo generacional. A finales de los 60 y principios de los 70 comenzaron a surgir figuras como El Vikingo, The Rayman, Los Campesinos, The Robin, Al Copetes, Ringo, y muchos más.

A finales de los 60 los consagrados luchadores, ya “veteranos”, comenzaron a sentir incomodidad porque el promotor se quedaba con las ganancias provenientes de los patrocinios. Los luchadores nada más recibían un porcentaje de lo que generaban las entradas a la Arena Metropolitana (entre 800 a mil aficionados por jornada sabatina) y comenzaron a ver la manera de recibir porcentaje por patrocinios y derechos de televisión que manejaba el promotor.

La Arena Gladiadores le rindió homenaje a Tony Jackson (al centro) . Recibe palabras de reconocimiento del también luchador The Rayman (izq.), ahora árbitro, quien fuera su alumno a principios de los años 70. Cortesía: Orestes Membreño

La situación se puso tensa al grado que los luchadores, encabezados por El Bucanero y Tony Jackson, decidieron crear un sindicato para librar una pelea diferente, fuera del ring, en las instancias laborales pidiendo mejores condiciones de trabajo.

Se creó un distanciamiento entre promotores y luchadores. Los atletas decidieron manejar “su espectáculo” fuera de “la Arena” llevando el show deportivo al interior del país y ciudades de la periferia capitalina, con la finalidad de mejorar sus ingresos.

Con el correr del tiempo, el promotor decidió dejar el negocio y los luchadores sindicalizados no pudieron con el encargo hasta que ”la gran carpa” tuvo que ser removida.

A mediados de los 70 hasta finales de esa década, El Vikingo, quien había tenido una carrera exitosa en Puerto Rico (de hecho vive en la Isla del Encanto) logró traer la franquicia de la Capitol Sport Promotions y montó una nueva versión de la lucha libre salvadoreña teniendo como escenario el set de Canal 4 , pero ese esfuerzo duró poco y no prosperó ni llegó a los niveles de décadas anteriores.

Luego ha habido intentos por recuperar esta disciplina pero la falta de apoyo económico y otras condiciones ya no pudieron rescatar un deporte que gracias al aporte de grandes atletas que recorrieron un largo camino, y que muchos con humildad y profesionalismo ganaron algo muy esencial: el respeto y la admiración de la gente, algo que perdura hasta estos días.