Fue aproximadamente a mediados de los 60’s cuando un pequeño pueblo costero de El Salvador fue invadido por amantes de la adrenalina y el mar, quienes tras recorrer desde Guatemala hasta Panamá en busca del paraíso decidieron regresar a El Salvador impresionados por los aproximadamente 300 km de diversidad de oleaje perfecto. Se quedaron, y poco después fue fácil proponer una nueva manera de vivir en la zona, que posteriormente se convertiría para los más grandes en una nueva pasión y para los más chicos en nuevos sueños: El surf.
Muchos pensamos que el surf en nuestro país es una fiebre que comenzó en los Panamericanoscon nuestro surfer Bryan Pérez. La realidad es que Bryan tiene más de 10 años surfeando todo el litoral; mientras algunos celebraban el pase al mundial del 70’ otros festejaban, sin saberlo, ser de las primeras camadas de surferos salvadoreños que posteriormente se convertirían en leyendas de la zona.
A partir del inicio de la historia del surf en nuestro país, la disciplina se ha ido desarrollando de manera silenciosa, sin mucho foco y hasta casi escondida. Aunque no se puede negar que la naturaleza del surf es justo así, más pasión y menos exposición.
Poco a poco, El Salvador ha ganado fama por las condiciones ideales para practicar surf. En diferentes ocasiones, he escuchado por parte de amigos extranjeros que el país es “El Hawaii de Latinoamérica” precisamente por contar con olas derechas perfectas, un par de izquierdas mágicas, ‘Beach breaks’ de ensueño y, por su puesto, ‘Point breaks ‘que quitan el aliento. Personalmente no me gusta ser “El Hawaii” de Latinoamérica. Me gusta más ser solo El Salvador de las olas perfectas; si de surf se trata, tenemos potencial para ser el Sujeto y no un simple comparativo.