Refugiadas nigerianas disfrutan de una escapada al estadio

Lejos de la muerte y la destrucción en su país, estas refugiadas en Camerún encuentran en el fútbol un motivo para sonreír

descripción de la imagen
Unas refugiadas nigerianas disfrutan de un partido de la Copa Africana de Naciones. Foto / AFP.

Por AFP / César Najarro

2022-01-21 5:22:18

Hay miradas que cuesta describir con palabras. ¿En qué piensan esas jovenes refugiadas nigerianas cuando se acercan al estadio de Garoua, en el norte de Camerún, para apoyar a su selección en la Copa de África de Naciones (CAN) de fútbol masculino?

Hace ya años que han huido de su país y de los yihadistas de Boko Haram. Viven en un campo de refugiados en Minawao, en el extremo norte de Camerún.

Allí juegan al fútbol. Tienen entre 15 y 20 años y han creado un equipo, entrenando cuando pueden, con los pocos medios que tienen a su alcance.

A mediados de enero, la agencia de Naciones Unidas para los refugiados (HCR) les facilitó entradas para el partido Nigeria-Sudán. Recorrieron en autocar los 200 kilómetros que separan Minawao y Garoua, y durmieron en un hotel. Para todas ellas se trata de una experiencia nueva.

En el momento de salir hacia el estadio, una de ellas reajusta su camiseta de Nigeria. Otras decoran su rostro con purpurina y maquillaje.

Nigeria ganó el partido 3-1. A cada gol, el grupo gritaba de alegría, bailaba, agitaba su bandera. Al final del partido pudieron bajar al césped y hacerse fotos con responsables de la Confederación Africana de Fútbol.

"Es increíble, estoy muy feliz", afirmaba Salamata Timothy, de 20 años.

Un campamento de 70.000 refugiados

"Ir al estadio es una experiencia inolvidable para estas jóvenes. Son conscientes de que los sueños también son para ellas. La mayoría de ellas llegaron aquí siendo niñas y era la primera vez que salían del campamento", explica Luka Isaac, representante de los refugiados en Minawao.

Un día después del partido, las jóvenes regresaron al extenso campamento, bañado por una bruma de arena y de calor, que ocultaba las montañas del horizonte. Regresaban allí como heroínas, recibidas por grupos de niños. Centenares de residentes en el lugar pudieron verles por televisión en el centro comunitario.

Abierto en julio de 2013 en el momento más fuerte de la crisis para responder al flujo masivo de refugiados nigerianos hacia Camerún, Minawao es el campamento más grande de la región. Con 70.000 refugiados, se parece a una pequeña ciudad y está situado a una treintena de kilómetros de la frontera.

El terreno de fútbol ocupa una parte de una zona amplia de tierra.

"Llegué en 2013. Al principios teníamos camisetas, calzado, pero ya no tenemos material. Se ha hecho casi imposible jugar pese a que es muy importante para nosotros, para nuestra salud y para nuestro bienestar", asegura Saratu Yakubu, de 19 años.

Recientemente, una donación de la cooperación alemana permitió a muchachos del lugar conseguir algunas camisetas y balones, pero no hubo nada para el equipo feminino.

"Hemos superado el periodo de urgencia y los fondos disminuyen ya que la situación como está, de los nigerianos comienzan a olvidarse", lamenta Xavier Bourgois, portavoz del HCR en Camerún.

Faltan libros

En los confines de cuatro países (Camerún, Chad, Níger y Nigeria), los yihadistas de Boko Haram y de su disidencia del Grupo Estados Islámico en el Oeste de África (ISWAP) siguen lanzando ataques sangrientos. Desde el inicio de esa rebelión islamista en 2009 en el noreste de Nigeria, el conflicto ha causado, únicamente en ese país, casi 36.000 muertos y dos millones de desplazados.

"Sueño con volver a Nigeria y convertirme en doctora", dice Lucy Bitrus (18 años), del equipo femenino de Minawao. Su madre vende pasteles en el mercado y su padre es vigilante en la escuela. Ella duerme sobre un colchón o incluso sobre la tierra.

Para ayudar a su familia cose chechias, los tocados que llevan los hombres de su región y que vende en el mercado por el equivalente a 15 euros o 17 dólares.

En su tiempo libre estudia a la luz de una pequeña lámpara. El único cartel en su habitación es la tabla periódica de los elementos de Mendeleyev.

Lucy, que sueña con estudiar en la universidad, considera que el libro de biología es su "objeto preferido".

"No solo faltan balones aquí, también queremos libros", subraya.

MIRA TAMBIÉN: Salima Mukansanga, primera mujer en arbitrar un partido de la Copa de África

VOLVER A PORTADA