Manny Arias fue de esos jugadores que podía pasar inadvertido en un partido, pero que era importante a la hora de defender la banda derecha de su equipo. Lo demostró en Marte, en la UES, adonde coincidió con excelentes jugadores encabezados por los hermanos Bran, luego en Once Lobos y en los Estados Unidos, adonde emigró allá por 1985.
De padre guatemalteco y madre salvadoreña, de Ilobasco, para ser exactos, Manny Arias, el primero de cinco hermanos, llegó a El Salvador desde Guatemala para asentarse en Cuscatancingo, adonde coincidió en las “cascaritas” con Ramón Alfredo Fagoaga, recio defensor de Atlético Marte y de la selección.
Fagoaga lo llevó a entrenar al cuadro bombardero cuando apenas contaba 16 años. Para ir a los entrenos, cuenta, los pasaban a recoger allá por la colonia Panamá.
No alcanzó a jugar con el cuadro marciano, pero se fue para el Baygón, en 1971. Luego recaló en el Santa Clara de Apopa y Sensuntepeque, hasta que llegó a la UES cuando el cuadro escarlata logró el ascenso a Primera, en 1981.
Allí, ese mismo año, junto con Harry Bran, y su hermano Roberto, Julio Lozano, Jorge Posada Majano, Jaime Castro, Óscar Molina, Francisco García Fariñas, Wilfredo Barraza, Óscar Mauricio Gil Cuéllar, Ricardo “Tuca” Gómez, alcanzaron a llegar a la semifinal ante el Independiente de San Vicente.
Lastimosamente, dice, perdieron ante el cuadro camotero en el primer juego 2-0, se repusieron en la vuelta y ganaron 2-1, pero no les alcanzó y quedaron afuera de la final de ese campeonato.
Con los escarlatas jugó hasta 1984 y se retiró “porque no se ganaba” en el país y decidió emigrar a Estados Unidos, un año después.
Ya en tierras norteñas le tocó impulsar el balompié junto con jugadores nacionales de renombre como “Coneja” Guardado, Rafael Búcaro, “Guapa” González, entre otros, que formaron el Universal, en la californiana ciudad de Los Ángeles. Luego jugó en otros equipos, hasta terminar en el San Pedro, de la segunda división estadounidense.
Volvió a dejar de jugar por los compromisos familiares para dedicarse a diversas ocupaciones hasta que un golpe de suerte llegó a su vida allá por 1993.
Una madre de familia le pidió, viendo su currículo, que entrenara a su hijo y le gustó el arte de enseñar el fútbol.
Se fue metiendo a la tarea de entrenar, aunque sin hablar inglés, decidido a adquirir muchos más conocimientos. Mandó solicitudes a la Federación estadounidense para sacar las licencias. Comenzó con la “C” hasta llegar a la “A”, que ostenta actualmente.
Su primer equipo estaba asentado en Palm Springs, y pertenecía a la USL, algo así como la tercera división.
Luego fundó su propia academia y consiguió el apoyo del equipo catalán FC Barcelona, la que dirigió durante 10 años hasta que decidió mudarse a Arizona, hace 19 años.
En su currículo también se incluyen equipos universitarios de fútbol femenino.