Maureen Kaila, la ciclista salvadoreña que rozó la gloria olímpica

El Salvador ha participado en once ediciones de los Juegos Olímpicos de Verano desde su debut en México 1968. A lo largo de ese recorrido, muchos atletas han dejado su marca, pero ninguno ha logrado aún una medalla. La ciclista Maureen Kaila Vergara es quien más cerca ha estado del podio: su quinto lugar en la carrera por puntos de Atlanta 1996 es, hasta hoy, el resultado olímpico más alto alcanzado por un atleta salvadoreño, según el sitio oficial Olympics.com.

Leer más: ¿Sabías por qué estos recintos deportivos llevan nombres de atletas salvadoreños?

La ciclista que acarició el podio

Nacida el 17 de octubre de 1964 en San Francisco, California, Maureen Kaila compitió por El Salvador gracias a su vínculo familiar materno con el país.

Maureen Kaila se acercó a la Federación Salvadoreña de Ciclismo a inicios de los años noventa. Según recuerda Manuel Rebollo, periodista deportivo y ciclista de alto rendimiento, Maureen llegó por primera vez al velódromo nacional, acompañada por su madre, con la intención de que Maureen pudiera competir oficialmente por El Salvador.

En ese entonces, el entrenador Carlos Rosales le tomó tiempos y evaluó sus marcas. “Vieron que eran registros de una atleta de alto rendimiento”, señala Rebollo. Así, recibió el aval para integrarse al equipo nacional, iniciando así su camino dentro del alto rendimiento bajo la bandera azul y blanco.

Ya en los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996, Maureen compitió en la prueba por puntos en el velódromo. Tal como relata Rebollo, la salvadoreña iba dominando la competencia cuando una caída protagonizada por una corredora coreana provocó un accidente en cadena en el que también se vio involucrada. Su bicicleta resultó averiada y su uniforme quedó rasgado. Gracias a la normativa, contaba con tres vueltas de gracia para reincorporarse, y el equipo técnico logró cambiarle la rueda a tiempo.

Maureen volvió a la pista y terminó la carrera, pero ya había perdido puntos clave que la alejaron del podio. 

En su etapa de preparación rumbo a Atlanta 1996, Maureen Kaila fue entrenada por Roger Farrell, un técnico de origen trinitense que jugó un papel clave en su desarrollo como ciclista de pista. Como detalla Manuel Rebollo, la atleta ya contaba con experiencia previa en triatlón, y había competido en pruebas tanto de ruta como de pista en California. Esa combinación de fondo, potencia y técnica la convertía en una competidora sobresaliente.

Maureen tenía un físico imponente, alejado del estereotipo de la ciclista delgada. Era fuerte, de complexión robusta, como suelen ser las especialistas de pista. “Era un talento realmente impresionante”, recuerda Rebollo. En los años previos a su participación olímpica, representó a El Salvador con buenos resultados internacionales. 

Aun así, su quinto lugar marcó un hito en la historia olímpica del país. El suyo no fue solo un buen resultado: fue un momento en el que El Salvador estuvo verdaderamente cerca de subir al podio.

Te puede interesar: Cuando la lucha libre salvadoreña se enfrentó a su propia caída

Un ciclo brillante en la región

El camino de Maureen después de Atlanta fue igualmente notable. En los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Maracaibo 1998, representó nuevamente al país con resultados contundentes.

Compitió en la contrarreloj individual sobre un recorrido a orillas del lago de Maracaibo, bajo condiciones extremas de calor y humedad. Con una bicicleta diseñada especialmente para la prueba y el apoyo de su entrenador, la salvadoreña se impuso con un ritmo arrollador y ganó la primera medalla de oro para El Salvador en ese evento.

Rebollo, que también fue delegado de ciclismo de El Salvador en Maracaibo 1998, cuenta que Maureen, en su calidad de campeona panamericana de contrarreloj, fue la última en salir. A lo largo de los 20 kilómetros de recorrido, impuso un ritmo imparable. Su entrenador personal, el trinitense Roger Farrel, la guió vía radio hasta el final. En los últimos dos kilómetros, Farrel cambió el tono y exigió el máximo: Maureen respondió pedaleando a una velocidad final de 70 km/h sobre el asfalto ardiente.

Ganó con un tiempo de 36 minutos, 54 segundos y 118 milésimas. La victoria, sin embargo, no fue solo física: según el propio Rebollo, se empezó a construir desde el congreso técnico previo a los Juegos, donde logró que se aprobara el uso de bicicletas de contrarreloj de alta tecnología, algo que marcó la diferencia.

Gracias a esa gestión y al rendimiento de Maureen, El Salvador rompió una sequía de medallas en los Juegos Centroamericanos y del Caribe que se remontaba a los años cincuenta. Fue, en todos los sentidos, una victoria trabajada desde dentro y fuera de la pista.

Última participación olímpica

Ese buen ciclo la llevó de regreso a los Juegos Olímpicos en Sídney 2000, donde compitió nuevamente por El Salvador. Sin embargo, esta vez no logró acercarse al rendimiento previo y concluyó en la última posición. Aun así, su lugar en la historia ya estaba asegurado.

Hoy, Maureen Kaila Vergara vive alejada del mundo deportivo, sin ocupar cargos ni buscar reflectores. Pero su huella permanece. Su nombre sigue siendo referencia obligada cada vez que se habla del olimpismo salvadoreño y del potencial de los atletas nacionales.