Un refugio en San Luis del Carmen

El deseo de conocer mi país me condujo a tierras chalatecas, donde descubrí un escondite ideal para el que busca tranquilidad. Una tierra de tradiciones y bellezas naturales

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elsalvador.com

Por Josué A. Peña

2016-02-19 11:00:00

Para viajar a San Luis del Carmen, pensé, hubiese necesitado pasaporte, pues tuve la sensación de haber llegado a otro país. Aunque relativamente está cerca de San Salvador, el viaje es toda una aventura.

Es por eso que les recomiendo vestir ropa y calzado cómodos. Algo fresco, pues la temperatura promedio en esa región es de 32 grados. Y si desean un presupuesto, sugiero de 15 a 25 dólares por persona si se piensa en una noche y dos días

Localizado en las cercanías del embalse Suchitlán, San Luis del Carmen, despierta con el alba entre tradiciones y belleza natural. Si lo que buscan es desconectarse de la realidad, este refugio en Chalatenango es perfecto.

Para llegar, primero hay que arribar a Suchitoto y luego utilizar el ferry. Si viajas en autobús, aborda la ruta 129 en la Terminal de Oriente. Los buses salen cada media hora y el costo es de $1.25. Ya en la Ciudad de la Cultura, dirígete al Centro Turístico San Juan para acceder al puerto y subir al ferry “La Luna”. La entrada es de un dólar.

Luego de aventurarme por esta ruta, descubrí que vale la pena llamar antes para que el ferry esté esperándote. Para ello, al llegar a Suchitoto marca el 7896-4143. En lo que llegas al puerto, “La Luna” atraca en la orilla. 

El viaje de 35 minutos hasta San Francisco Lempa te costará un dólar por persona. Si viajas en vehículo, lo podrás subir por $9 más. El ferry tiene capacidad hasta para cuatro autos y 50 personas por viaje.

Mientras navegaba por el Suchitlán, pude admirar garzas, montañas, islotes, el imponente volcán de San Vicente y el misterioso cerro de Guazapa. Es bellísimo. 

Por esa zona, en el pasado, corría libremente el río Lempa hasta que en 1976 se inició la construcción de la Central Hidroeléctrica Cerrón Grande. Esta dio paso al embalse ubicado entre Cuscatlán, Chalatenango y Cabañas, a 78 km al norte de la capital.

El paisaje del embalse me impresionó mucho, por un momento sentí que estaba en Bariloche, Argentina. La única diferencia era la ausencia de una cordillera nevada. 

Pero ese escondite que descubrí en Chalatenango, está cinco kilómetros después de San Francisco Lempa. Si viaja en bus, prosiga el recorrido hasta San Luis por $ 0.90 más. 

Ese tramo del viaje me pareció eternos, porque a cada momento detenía la marcha para hacer fotos. 

Cuando entré por fin a San Luis, me encontré con un pueblo acogedor. Una iglesia, una plaza de toros y un área de restaurantes. La historia cuenta que justo allí hubo una Hacienda del mismo nombre y que en 1850 se convirtió en pueblo.

Como no sabía dónde empezar, ni dónde dormir, llamé al Comité de Turismo de la alcaldía al 2354-7020, de donde recibí la ayuda. 

Los costos de hospedaje oscilan entre 5 y 10 dólares por persona, y el valor del recorrido del día que ofrece la municipalidad es de $2. Vale la pena. Dormí en el antiguo casco de la hacienda. Me dieron a escoger entre tijera, hamaca o camastrón. Escogí la tercera opción, pero antes disfrute de un cielo estrellado espectacular.

Los gallos te despiertan y el pueblo vuelve a la vida antes del crepúsculo. A primera hora se ordeña a las vacas, mientras en los hornos de barro se prepara pan de ajonjolí, una delicia típica de pueblo. También encontrarán queso, cuajada y requesón recién elaborados. Suficiente para un desayuno saludable y exquisito.

Para el mediodía, pueden visitar el restaurante flotante que se ve desde la Plaza Santa Cruz. Allí me propusieron degustar una tilapia de estanque, oferta que no pude rechazar. Deliciosa. 

En invierno, también se puede hacer recorrido en lancha. En verano, lo impiden las ninfas.

Este viaje me permitió cumplir uno de mis deseos: estar en un jaripeo. El pueblo completo se reúne a disfrutar de esta actividad cada dos meses. Además, San Luis es famoso por Don José Alas, un reparador de huesos que posee mucha demanda; y por los petrograbados del Pital.