Marrakech, mezcla de religiosidad y turismo

[Turismo en el mundo árabe] Considerada como una ciudad exótica, la "Perla del Sur" ofrece a sus visitantes no solo comercio, sino una muestra de la religión musulmana y cultura árabe

descripción de la imagen
elsalvador.com

Por Edmee Velásquez Especial desde Marruecos, ??frica

2015-06-25 7:00:00

Conocida como la “Perla del Sur” o la “Ciudad roja”, debido a las tonalidades predominantes de sus edificaciones, Marrakech es una de las ciudades más importantes de Marruecos, que recibe a miles de turistas año tras año para ofrecer no solo una cultura completamente diferente sino una forma de vida regida por el Islam.

Marruecos está localizado en el norte de África, entre el océano Atlántico y el mar Mediterráneo. Aunque tiene otras ciudades importantes como Rabat (la capital), Fez y Mequinez, es Marrakech la que posee numerosos monumentos y una ciudad considerada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. También el mercado tradicional más grande del país y una de las plazas más concurridas de África: Djemaa el Fna.

Conocida también como la “Gran plaza”, la Djemaa el Fna es, sin duda alguna, el corazón de Marrakech. Localizada en la Medina, ciudad reconocida como Patrimonio de la Humanidad, la plaza Djemaa el Fna aglutina una serie de comercios formales e informales, además de reunir una serie de espectáculos de ilusionistas, encantadores de serpientes, narradores de cuentos, vendedores de jugos de naranja, grupos de música y más de un marroquí que va a la caza de los turistas a los que se les dificulta llegar hacia sus “riads” (hoteles u hostales locales).

Este lugar se llena de vida principalmente por la noche, cuando los negocios informales de comida abarrotan la plaza para ofrecer el tradicional cous-cous, tajín y pastela, sean estos de ternera, pollo, pescado o solo verduras, así como otros platillos como el shawarma.

Pero también hay opciones en negocios formales para los que quieran disfrutar de la comodidad así como de la vista de toda la plaza desde las terrazas de los cafés y algunos riads de las cercanías para degustar tanto de un café árabe, un jugo de naranja natural como del típico té caliente de menta.

El recorrido sigue hacia los conocidos “souks” o mercados artesanales de la zona donde los bereberes (personas de etnias autóctonas del norte de África) llegan al centro de Marrakech a vender productos provenientes de cuero, telas, especias, artesanías y alimentos, entre otros. El souk es un laberinto de calles estrechas y oscuras donde a veces está totalmente oscuro, a veces llena de sol o incluso con algún rayo de sol se cuela por grietas de los techos de caña. El ambiente en un souk es toda una experiencia, donde reina el caos, el regateo y la variedad de productos.

La primera recomendación que, tanto sitios web como aquella persona que ha visitado estos mercados, dan es el tener precaución y regatear por todo. Si bien los precios de los productos son más bajos en comparación a productos vendidos en América o España, la cifra que un bereber establece inicialmente puede ser reducida hasta en un 50 %. Incluso menos.

Por ejemplo, un velo teñido lo ofrecen inicialmente por 300 dírham (30.84 dólares), con el regateo puede venderlo hasta 100 dírham.

Si bien la población de Marrakech es sumamente religiosa, la pobreza en la que viven muchos de sus habitantes los lleva a cobrar desde dar indicaciones para llegar a alguno de sus sitios turísticos o por dejarse tomar fotografías.

En Marrakech se trabaja mucho el cuero y los tejidos teñidos. En los alrededores de las murallas se encuentran diversos negocios donde artesanalmente procesan el cuero del que luego se elaboran bolsos, chaquetas, zapatos, entre otros productos.

Montar en camello es un paseo que está a la orden del día y que no es necesario llegar al desierto del Sahara para hacerlo. En la orilla de las carreteras, los marroquíes tienen lista una manada de camellos para dar pequeños paseos de 30 minutos a los turistas.

Desde el pasado jueves, los musulmanes se encuentran en Ramadán, que es el mes sagrado en el que conmemoran la revelación que el ángel Gabriel hizo al profeta Mohammed del Corán. Esto implica para ellos un ayuno tanto de alimento, bebida, relaciones sexuales y otras necesidades fisiológicas, desde el amanecer hasta el ocaso, por 30 días.

Cada día de ese mes, cuando se rompe el ayuno, las familias musulmanas comparten su alimento con las personas que estén más cerca sean estas o no, de su misma religión.

Durante esos días realizan sus oraciones y muchos siguen con sus actividades diarias. Sin embargo, debido a que este ayuno los pone sumamente débiles, gran parte de ellos duermen muchas horas durante el día y también se dedican a leer el Corán mientras están cuidando de sus puestos de trabajo.

Por la noche, miles de musulmanes en Marrakech se reúnen en la mezquita Kutubía, la principal de esa ciudad, para recitar el Corán en dirección a la Meca. Ninguna persona que no sea musulmán puede participar directamente de los rezos y no se permite hacer fotografías a los turistas. Marrakech no solo es un destino turístico, el choque de culturas y de religión se constituye finalmente en una experiencia de vida.