Quisieran apagar todos los micrófonos del país

Así inició la dictadura cubana llegando en cosa de meses a encarcelar y fusilar a críticos por lo que manifestaban

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elsalvador.com

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2015-11-23 6:58:00

La diputada Ana Vilma de Escobar rechaza la censura de hecho que ejerce la presidenta del cuerpo legislativo al cerrarle el micrófono a ella y a otros diputados al tocar temas que incomodan a los comunistas, en este caso el asunto de las pensiones y el robo que hace el gobierno a los ahorrantes al pagarles tasas muy por debajo del mercado.

 Tal proceder, inédito en la trayectoria legislativa de los últimos setenta años, equivale, dice la diputada, “al comienzo del socialismo del siglo XXI”, al proceso de imponer sobre nuestro país un régimen que anula libertades esenciales. La intolerante práctica de cerrar micrófonos la inició Cabello en Venezuela, siguió Reyes aquí y ahora Peña.

Ahora se apagan los micrófonos, se coacciona a los medios de difusión, se amenaza con leyes sobre “el honor” y, además, sobre “los daños morales”, se vigila y hostiga a críticos del desgobierno actual, se montan trols para insultar, desinformar y clonar publicaciones y se propagan falsedades usando fondos públicos en un país con muchas necesidades.

 Así inició la dictadura cubana, llegando en cosa de meses a encarcelar y fusilar a críticos por lo que manifestaban, como ahora se persigue al expresidente Flores por haber encarado al dictador Castro en una reunión en Panamá.

La “democracia”, entendida por los comunistas y todos los grupos movidos por fanatismos, desde el ISIS y los Talibanes hasta Kim Jong Un, de Corea del Norte, significa la perpetuación de las membresías y los individuos a la cabeza de la pirámide, inamovibles como se demostró en la última elección del partido comunista en este suelo: hubo un único candidato, el que viene y seguirá siendo reelecto hasta que la parca lo despache al otro mundo, como sucedió a la Mélida y a Cayetano Carpio.

Mundos de cambio acelerado y cabezas petrificadas

Las mordazas sirven para acallar críticas y son asimismo barreras casi infranqueables para la evolución de las sociedades, asfixian la innovación, impiden que se descarte lo inservible y que se abran nuevos senderos.

Al haber mordazas no pueden los que más saben o mejor piensan señalar cuando un partido o un país entran en callejones sin salida o se embarrancan en atolladeros insalvables.

Y uno de los tales atolladeros es la crisis de liquidez y paulatino desplome de los servicios públicos que tiene lugar, como la casi impotencia para combatir con alguna medida de éxito la violencia.

De la misma manera como la presidenta de la Asamblea cerró el micrófono a la diputada De Escobar, quedando el cuerpo legislativo sin conocer más sobre el intento de robar los ahorros de los trabajadores y el más grave problema del empobrecimiento de la población, los pasos que está dando el actual desgobierno van en igual dirección: cerrarse a la crítica y perseguir a los críticos.

 Y tal actitud aflige muchísimo en momentos de crisis como en la actualidad, en un mundo bajo la amenaza del terrorismo y del crimen organizado, cuando además los países del Triángulo Norte de Centro-América se han transformado en la zona más peligrosa del mundo, peligrosa para llevar vidas normales y peligrosa para poder alimentar a los habitantes y brindarles servicios elementales.

La lacra que acarrean los fanatismos es, principalmente, creerse en posesión de la verdad, cerrarse a toda lógica, toda experiencia, toda realidad que choque con sus dogmas, supersticiones, odios y tonterías…