La magia creadora del orden con nitidez

La nitidez, el orden excelente, no se limita a lo privado, sino que alcanza sus más felices expresiones en lo industrial, el comercio, los despachos de grandes profesionales, las salas de espera de los médicos

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2015-07-22 6:44:00

“La magia de la nitidez para cambiar nuestras vidas” (The life changing magic of tyding up”) es una obra escrita por una japonesa, Marie Kondo, que merece toda consideración al sentar criterios y reglas para ordenar con gracia y enorme provecho, nuestra existencia, nuestra labor, nuestro entorno.

No solo se trata de arreglar, recoger lo suelto, archivar los papeles que están tirados por doquier, sino de hacerlo proponiéndose lograr armonía, colorido, ahorro de espacio, belleza en los resultados.

Hay una diferencia entre buen orden y orden de encanto, o con atractivo visual, el orden que surge del alto propósito de alcanzar un toque de arte, de sorprender por los recursos visuales de los que se echa mano para un objetivo noble que va más allá de lo simplemente utilitario.

La mayoría de japoneses arregla sus casas con un mínimo de elementos, llegando a tener muy pocos objetos personales, casi nada de mueblería, duermen en colchones sobre suelos de paja de arroz tejida. Y, en parte, eso se debe a que la mayoría de familias vive en espacios de cuarenta o setenta metros cuadrados, lo que está convirtiéndose en un promedio de los países desarrollados.

Cien metros cuadrados es, en la Comunidad Europea, una aspiración de los que deben contentarse con la mitad. Y esa realidad exige mucha imaginación para no caer en un caos de ropa y objetos apilados sobre el suelo o colgando de clavos.

En la cinta del Doctor Zhivago, a la que hace poco hicimos referencia, lo primero que hicieron los rojos fue robar viviendas ajenas, las que dividieron en múltiples espacios asignando veinticinco metros a cada familia, que estaba forzada a compartir baños, cocinas, escaleras y vestíbulos. Y eso mismo sucedió en Cuba.
 

Creaciones del intelecto que son pasos al futuro 
 

Hay, desde luego, una esencial diferencia y efecto de partir lo que hay y dar a familias y personas un pedazo, a aspirar al crecimiento para que más y más familias y personas tengan mejores y más humanas viviendas.

La nitidez, en todo caso, es una forma elevada de refinamiento, de cultura. Se trata de un nuevo nivel estético, subir un peldaño en la ruta hacia la belleza y la elegancia. Y al serlo contagia a otros, abre nuevas perspectivas, se transforma en un ideal al que muchos aspiran, como la gente aprende a vestir mejor, a ser más pulcros.

La nitidez, el orden excelente, no se limita a lo privado, sino que alcanza sus más felices expresiones en lo industrial, el comercio, los despachos de grandes profesionales, las salas de espera de médicos que desean brindar una medida de sosiego para sus pacientes, tranquilidad que contribuye a la cura.

Y no debe caerse en el error de creer que la ostentación es nitidez, pues con facilidad se cae en lo cursi, en el mal gusto, en la pomposidad.

En las calles de lujo de grandes ciudades, la vía Montenapoleone, de Milán, o la Theatiner, de Munich, como ejemplos, los almacenes de lujo compiten unos con otros para exponer con refinamiento sus ofertas, como se puede ver en San Salvador, en los centros comerciales.
Tyding up, lo nítido, es una ventana a las almas e intelectos que dan un paso importante hacia adelante y Dios quiera que hacia el futuro.