Macao mueve más dinero jugando que Las Vegas misma

En el recorrido turístico de Macao, un punto obligado era acercarse al borde de la ciudad con China, un lugar con soldadesca que vigilaba y escudriñaba a los grupos de turistas con binoculares

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Fabio Villegas (izq), presidente ejecutivo de Avianca, junto a German Efromovich (der), presidente de la junta directiva de Avianca.

/ Foto Por Cortesía Avianca

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2015-07-27 11:06:00

Macao, la excolonia portuguesa que desde 1999, hace 16 años, pertenece a China, mueve más dinero con los juegos del azar que Las Vegas, y lo consigue debido a una especie de locura que se apodera de chinos y orientales con capitales líquidos a mano.

Hace medio siglo Macao centraba su encanto en su ambiente de vieja ciudad lusitana, completa con su iglesia barroca, su plaza empedrada, sus centenarios árboles y chinos en lugar de portugueses.

Y en esa plaza todavía se alcanzaban a ver muy ancianas mujeres con sus pies diminutos, una bárbara imposición sobre ellas para cumplir con un rito centenario.

Cuenta una leyenda que a un emperador la mujer que amaba le puso los cuernos, lo que en aquel entonces llevaba a la muerte. Y la muerte y suplicios sufrió la díscola que pese a su belleza tenía pies grandes.

Y como castigo al género, desde la adolescencia los pies de las jóvenes  estaban forzados a calzar botines que los deformaban.
Son los pies de Loto, tema que puede leerse en la Wikipedia.

Macao siempre ejerció un embrujo sobre los viajeros, comenzando porque se llegaba a ese enclave en una travesía de toda la noche desde Hong Kong. Y al final del día, donde se admiraba todo lo admirable, se tomaba el barco de vuelta, una experiencia única y maravillosa en noches de plenilunio.
 

A cincuenta metros podía verse
la frontera con el infierno de Mao 

Una de las visitas obligadas eran los casinos, lúgubres antros dentro de los cuales alrededor de una infinidad de mesas jugaban indivìduos, orientales de aspecto unos, aunque también hindúes y europeos otros. Se podía contemplar esa fiebre a cualquier hora, pero la visita era corta a menos que se entrara a jugar.

Esos casinos no tenían la luminosidad ni las decoraciones que se ven en Montecarlo, de muy refinado ambiente, ni el oropel populachero de Las Vegas. Era jugar por jugar, no jugar para ir a divertirse y volver para seguir jugando… o al menos esa era la impresión recibida.

Estando por encima de Las Vegas en recolectar esos dineros malditos, emponzoñados, las autoridades de Macao reciben y proyectan nuevas inversiones, más casinos, mayores atractivos, una laguna que emula Venecia con todo y góndolas, teatros musicales… una especie de Disneylandia pero sin tapujos, tomando en cuenta que es el Asia con sus milenarias tradiciones, al estilo de Bangkock que es una meca del sexo.

En aquellos tiempos, tanto Macao como Hong Kong estaban cercados, vigilados y coaccionados por los chinos rojos, cuya principal arma de presión era el agua, ya que ni Macao ni Hong Kong, por la pequeñez de sus territorios, poseen ríos o fuentes naturales de agua. Y ese poder facultó a los chinos a usar ambas ciudades o pequeños territorios, para dar salida a su producción.

En el recorrido turístico de Macao, un punto obligado era acercarse al borde de la ciudad con China, un lugar con soldadesca que vigilaba y escudriñaba a los grupos de turistas con binoculares; nadie osaba acercarse a menos de cincuenta metros de lo que entonces era el infierno rojo, la China donde murieron cuarenta y cinco millones de personas durante el proceso de ideologización comunista a lo Mao.