El Estado de bienestar

La próxima vez que escuches a un político ofreciendo ayuda gratuita y subsidios, preocúpate: seguramente dicho regalo vendrá acompañado de un aumento de impuestos.

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Unos 200 habitantes del municipio de La Unión se dedican a la pesca artesanal. Foto/ Insy Mendoza

Por Max Mojica*

2017-04-23 6:57:11

Para los que aún tengan dudas, se los aclaro: el gobierno no produce nada, no genera nada, no brinda valor agregado a nada, lejos de eso: todo lo obtiene de parte de los ciudadanos por medio de los impuestos (como el impuesto sobre la renta o el IVA), contribuciones especiales (como las que pagas cuando haces una llamada telefónica) o por medio de tasas (cuando te presta un servicio monopólico de esos que solo el Estado tiene derecho a prestar).

Lo anterior no necesariamente es un problema, desde siempre los gobernantes han obtenido recursos económicos de sus súbditos (posteriormente llamados “ciudadanos”), precisamente para utilizarlos y emplearlos en actividades que generan beneficio difuso a una colectividad: hacer un puente, una estación de policía, una calle, un parque, etc. Los bienes públicos no pudieran ser construidos si no es utilizando los recursos de la colectividad, ya que éstos, al no brindar utilidades para un inversionista, no generan el suficiente interés particular para su elaboración. Entonces, ¿cuál es el problema con los impuestos? El problema es cuando son mal empleados o despilfarrados (como cuando se destinan a usos que no brindan beneficios a la colectividad sino a ciertos sectores con afinidad política o se utilizan para crear clientelismo político), cuando son desviados ilegítimamente (corrupción), o cuando su monto (en relación a las utilidades obtenidas o al patrimonio) es excesivo y por tanto desincentivan la inversión, el comercio y el trabajo formal.

En este artículo trataremos sobre la primera de las variantes del “mal empleo” de los recursos públicos, lo cual sucede cuando se crea un “Estado de Bienestar” (que en estas tierras tropicales adquirió la forma del “Buen vivir”). Este es el sistema de gobierno que sin dejar de ser democrático y republicano, se autoimpone la carga de beneficiar a cierto sector de los ciudadanos, con ayudas de naturaleza económica, ya sea de forma directa (como el programa PATI que ayudaba a las familias residentes en áreas de pobreza urbana), o de forma indirecta por medio de los subsidios (como al transporte, energía eléctrica y gas propano, solo por mencionar algunos).

El problema con el “Estado de bienestar” no es su fundamento conceptual, ya que este se deriva de la natural solidaridad que debe de existir entre los hijos de una nación. En otras palabras, nada de malo hay en ayudar al hermano que necesita apoyo cuando existe un quebranto económico (desempleo temporal) o de salud (red de hospitales nacionales), el problema se genera cuando esa ayuda no tiene límite (es decir, no existe un plazo para brindarla, ni un monto definido para el apoyo), o cuando dicha ayuda se brinda sin ningún tipo de estudio social o se carece de condiciones personales para obtenerla (como cuando no está focalizada, por lo que puede estarla recibiendo personas que no la necesitan, como es el caso de los subsidios en energía eléctrica y gas propano). Pero sobre todo, el principal problema de los apoyos que reciben los ciudadanos en el “Estado de bienestar”, es que no tienen un propósito claro: lograr que la persona deje su calidad de dependiente del Estado y de la caridad pública, para convertirse en un ciudadano independiente, próspero y productivo.

Así las cosas, el “Estado de bienestar” genera gastos fiscales sin mayor sentido, más allá de brindar una “ayuda” a cierto segmento de personas, que al final de cuentas no brindará ningún resultado favorable y tangible ni a las personas que reciben la ayuda, ni a la comunidad en general, ni al país. Por ejemplo el programa PATI: ¿qué beneficio se deriva de entregar mensualmente $100 a ciertas familias? ¿Se resolverá algún problema estructural con esa ayuda? La respuesta es: no se resolverá nada; por el contrario, genera una muy nociva dependencia gubernamental. Muy diferente fuera si de forma paralela a la entrega de dinero, se crearan programas para educar a estas personas y enseñarles a crear y operar microempresas, ejercer algún oficio o se les impartieran conocimiento técnicos que les permitiesen obtener un empleo, todo lo cual les serviría para romper el círculo eterno de pobreza y dependencia en el que han vivido por generaciones, y puedan aprender a subsistir dignamente, ellos y sus familias.

El Estado salvadoreño ha gastado los enormes recursos fiscales con que cuenta, en dar “regalos” a los sectores ciudadanos con los que quiere verse bien, generar dependencia y clientelismo político y así asegurar votos en las futuras elecciones (como fue el caso de la ayuda a los “ninis”). Por lo que la próxima vez que escuches a un político ofreciendo ayuda gratuita y subsidios, preocúpate: seguramente dicho regalo vendrá acompañado de un aumento de impuestos, y es que los fondos que tan entusiasta y graciosamente regalan los políticos que creen en el “Estado de bienestar”, realmente provienen de tu bolsillo.

*Abogado,
máster en Leyes.
@MaxMojica