Otra vez el mar

A lo largo de los años el castrismo se ha servido de válvulas de escape que ha controlado a su antojo para permitir éxodos o abortarlos a su conveniencia

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/ Foto Por Archivo

Por Gina Montaner*

2015-12-02 10:03:00

El recordado Reynaldo Arenas publicó en 1982 “Otra vez el mar”. En la novela estaba presente un tema recurrente en su obra: el efecto devastador de la dictadura castrista en el espíritu de los cubanos. En aquel entonces el poeta Roberto Valero escribió, “Es la novela del desgarramiento ante una revolución deformada, traicionada, en este caso específico, la Revolución Cubana.”

Valero analizó el relato de su buen amigo a partir de estancia que compartieron frente al mar,  en Cape Cod. Atrás había quedado el éxodo de Mariel, en el que ambos huyeron de la isla. Eran días felices de libertad recién estrenada y ninguno de los dos podía imaginar que no vivirían para ver el fin de un régimen que los persiguió y que, tristemente, todavía se sostiene. 

Si Arenas y Valero tuvieran la oportunidad de repetir ese encuentro en el amable paisaje costero de Massachussets, tal vez se lamentarían de la suerte de los cubanos que hoy, al cabo de más de medio siglo bajo la dinastía de los Castro, vuelven a tener el ancho mar como única alternativa para evadir el estrepitoso fracaso de la revolución.
 
El gobierno de Ecuador acaba de anunciar que se les exigirá a los cubanos visa de turista si desean ingresar en el país sudamericano. Se acabó la espita temporal de usar a Quito como primera parada en una travesía que comprende unos siete países, con la ley de ajuste cubano a modo de canto de sirena a lo largo del accidentado camino. 

Antes de que miles de cubanos aprovecharan el puente de Ecuador para seguir hacia Estados Unidos, la mayoría de los que se han decidido a abandonar Cuba lo ha hecho lanzándose en balsas o pagando a “coyotes” que los trasladan en lanchas hasta las costas mexicanas o del Sur de la Florida. Además del peligro de echarse al mar en condiciones precarias, deben sortear la ley de pies secos, pies mojados. Tocar tierra es imprescindible si no se quiere acabar en  un  escampavías y de regreso a un país sin horizontes.

El respiro de la ruta partiendo de Ecuador ha llegado a su fin y el mar vuelve a ser la única vía de tantos jóvenes que prefieren arriesgar sus vidas antes que morirse de hastío. El sentimiento es generalizado: muy pocos creen que ha habido cambios sustanciales a pesar de la tan cacareada política de “normalización” con Estados Unidos.

A lo largo de los años el castrismo se ha servido de válvulas de escape que ha controlado a su antojo para permitir éxodos o abortarlos a su conveniencia. A fin de cuentas, su maltrecha economía sobrevive gracias a las millonarias remesas que provee el exilio. Cada cubano que arriba a Estados Unidos es sinónimo de dólares y bienes que sustentan a sus seres queridos. La riada que ha pasado por Ecuador y ha llegado a suelo estadounidense también ha contribuido a mantener a un Estado parasitario.

No obstante, era cuestión de tiempo antes de que la región afectada, que comprende Centroamérica, antes de llegar a los puntos fronterizos de Nuevo Laredo o Matamoros, exigiera soluciones a una situación que ha creado artificialmente el castrismo, trasladando una vez más la responsabilidad de su desastre a terceros países.

En reuniones en las que muy probablemente también ha intervenido la administración Obama, los amigos de los Castro, Daniel Ortega en Nicaragua y Rafael Correa en Ecuador, se han encargado de escenificar el estallido del conflicto y la solución respectivamente. Gracias a Costa Rica, que ha cumplido con el respeto a los derechos humanos, tarde o temprano los más de 4000 cubanos varados en  su frontera encontrarán su sitio en el mundo.

Mientras La Habana recurre a la falacia de culpar a Washington por la benefactora ley de ajuste cubano y en la diáspora hay quienes se empeñan en precisar si este último éxodo es por razones políticas o meramente económicas (como si se pudiesen separar los dos factores), los cubanos, como el resto de los mortales, no renunciarán a la esperanza de una vida mejor. Lo que les queda es el mar. Otra vez el mar.
[©FIRMAS PRESS]

*Twitter: @ginamontaner.