La Pobreza Multidimensional en El Salvador: una visión 3D

Estos resultados exigen la implementación de políticas a largo plazo que den respuesta a la seriedad de los problemas destacados: inseguridad alimentaria; inestabilidad e informalidad del empleo

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Los migueleños se aprestan a vivir un mes completo de fiestas y carnavales.

/ Foto Por Lucinda Quintanilla

Por Carolina Avalos*

2015-11-09 8:58:00

El discurso bíblico y filosófico de la pobreza tiene siglos de existir. Su entendimiento universal moderno queda plasmado como una clara violación a la carta de Declaración Universal de los Derechos Humanos. Pero fue entre finales del siglo XVIII con la elaboración de un mapa de pobreza en Londres, e inicios del siglo XIX con la medición de la pobreza en York cuando aparece el estudio científico de la pobreza.

En El Salvador fue hasta los años noventa que hubo un esfuerzo más sistemático de medir la pobreza, utilizando como base el ingreso de los hogares y un mapeo de necesidades básicas insatisfechas. Esto permitía la focalización y asignación de recursos a nivel municipal. En los años dos mil, se realizaron medidas antropométricas con escolares de primer grado, que arrojan información sobre la prevalencia de la desnutrición crónica, una medida indicativa e incuestionable de la pobreza.

El Mapa de Extrema Pobreza de El Salvador (2005) y el Mapa de Pobreza Urbana y Exclusión Social (2009), consideraron el enfoque multidimensional de la pobreza y fueron utilizados como instrumentos de focalización geográfica del Programa Red Solidaria (luego Comunidades Solidarias) en el área rural y urbana, respectivamente. La utilización de la focalización geográfica, la focalización por hogar a través del registro de participantes, la coordinación intersectorial y la evaluación de impacto contribuyó a que la Unión Europea, España y Luxemburgo, entre otros países, a través de fondos comunes, aportaran un apoyo que superó los 100 millones de dólares. Los programas financiados iniciaron su ejecución en la administración Saca y han continuado en la actualidad.

Hace un par de semanas el Gobierno de El Salvador y las Naciones Unidas presentaron el Informe de la Medición Multidimensional de la Pobreza. Su enfoque recoge dimensiones no consideradas antes y que afectan a la población salvadoreña, tales como la calidad del hábitat y, dentro de éste, la seguridad. Esta es una medida que países como Costa Rica y Chile están adaptando en la región, lo que permite comparar el estado y los avances relativos a la pobreza entre países.

La lectura que le doy a estos resultados concretos de la medición multidimensional de la pobreza es que las políticas impulsadas hasta ahora no han sido suficientes para superar las privaciones de una porción importante de la población. Pero pongámosle nombre y cara a cada una de ese 35 por ciento o 606 mil familias que viven en pobreza multidimensional: los Sánchez, los Fuentes, o los Meléndez sufren de una variedad de privaciones: un 79.6 por ciento vive hacinado, el 84.4 por ciento enfrenta subempleo e inestabilidad en el empleo, el 26 por ciento sus hijos no asiste a la escuela, el 83.7 por ciento no tiene acceso al saneamiento, el 60.3 por ciento ve restringida su libertad por la inseguridad y el 90.8 por ciento no está cubierto por la seguridad social. ¿Y así queremos que nuestro país sea productivo y que no emigre la gente a buscar mejores oportunidades en otros países?

En este marco no aplica n lo abstracto ni las nuevas o prestadas filosofías programáticas de los gobiernos de turno, como el “Buen Vivir”. Estos resultados exigen la implementación de políticas a largo plazo que den respuesta a la seriedad de los problemas destacados: inseguridad alimentaria; inestabilidad e informalidad del empleo; falta de seguridad social; baja calidad de la educación; entre otros.

Los países que han tenido éxito en la reducción de la pobreza además de considerar instrumentos como el de la medición multidimensional de la pobreza, diseñan programas basados en evidencia, establecen registros únicos, monitorean y evalúan los programas, esto contribuye al uso más eficiente de los recursos del Estado, asegura la eficacia de los programas y evita la introducción de medidas “populistas”. Por lo que es hora de establecer nuestras prioridades. Ya lo dijo Nelson Mandela: “Erradicar la pobreza no es un acto de caridad, es un acto de justicia”.
 

*Columnista. Investigadora invitada, Universidad de Harvard. 
@cavalosb