Rebelde a la mediocridad

Cuando emprendemos la incertidumbre es nuestra compañera

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elsalvador.com

Por Marvin Galeas*

2015-09-16 8:38:00

Uno de los libros que más han influido en mi vida es, sin lugar a duda, “El Hombre Mediocre”, de José Ingenieros. Lo leí cuando era un adolescente y desde entonces, lo visito cada vez que las dudas me asaltan o cuando algo sale mal. Entonces apreto los dientes, me lleno de valor y sigo adelante sorteando las dificultades del camino pero también disfrutando del paisaje.

Gracias a libros como el de Ingenieros y al ejemplo de mis abuelos, apasionados emprendedores, entendí que la vida que uno tiene, no es más que el resultado, de las decisiones que tomamos a cada momento. No son las circunstancias las que determinan lo que soy. Más bien  mi manera de pensar y lo que hago determinan mis circunstancias. 

Es una verdadera lástima, que salvo raras excepciones, los centros de estudio no estimulen en  los estudiantes el espíritu emprendedor. Pareciera que las escuelas y universidades se enfocan en preparar a los jóvenes en buscar trabajo y  no en generarlo. Ser empleado no es malo. Hay quienes llegan a una empresa como humildes ordenanzas y terminan siendo grandes ejecutivos.

Pero cada vez más en nuestros países la demanda de empleo supera por mucho a la oferta. Con el agravante que en muchas universidades no forman a los alumnos con las cualificaciones que los empleadores solicitan hoy en día. Esa es la razón por la qué hay abogados e ingenieros vendiendo autos o planes de telefonía celular. Lejos de estimular el espíritu de emprender, se forja, quizá sin quererlo, personalidades  mediocres.

Por eso es que cuando muchas personas se quedan, por alguna razón, sin empleo, sienten que es el fin del mundo. En lugar de hacer una lista de sus aptitudes y de las muchas cosas que se pueden  hacer para ganarse la vida, se abandonan a la depresión. Hay, lamentablemente, centros de estudio que criminalizan la riqueza y el éxito del emprendedor. Con ello lo único que hacen es cultivar la mediocridad.

Al insistir en describir a un  mundo dividido en ricos poderosos y explotadores por un lado, y pobres débiles, explotados  y llenos de virtud, por el otro, se fomenta el resentimiento, el odio, la desarmonía social. La realidad es que malos y virtuosos hay en todas las clases sociales. No es extraño que en aquellos países donde se premia la iniciativa, la creatividad y el esfuerzo por llegar tan lejos como se pueda, respetando las leyes por supuesto, sean los países más prósperos y felices del mundo. Países donde todos quieren vivir.

El esfuerzo emprendedor individual termina beneficiando a la colectividad. Por el contrario donde se predica que alguien tiene zapatos porque otros andan descalzos, o que hay quienes tienen carro, porque otros andan a pié y que el Estado debe ocuparse de cada ciudadano, son los países más pobres del planeta.

Ciertamente hay naciones como Canadá, Suecia y Finlandia  que aún mantienen generosos programas sociales. Pero eso ocurre porque tienen un poderoso tejido empresarial que genera grandes  riquezas. Los impuestos, además, no van a parar a los bolsillos de políticos corruptos, sino que se convierten en obras y programas sociales.

Los países subdesarrollados se caracterizan por tener, en su mayoría, centros de estudios mediocres, que producen profesionales mediocres y pueblos desinformados y manipulables que eligen a presidentes corruptos, incapaces y también mediocres. Esa es la tragedia de la mayoría de países latinoamericanos. ¿Hay entonces alguna esperanza de salir del hoyo? Si la hay. Si cada uno de nosotros o al menos una buena parte, se declara, como dice José Ingenieros, rebelde a la mediocridad,  las cosas pueden cambiar.

Emprender con entusiasmo es un camino hacia la independencia. Un camino que está lleno de retos que, a veces, parecen insuperables. Cuando emprendemos la incertidumbre es nuestra compañera. Pero si tenemos claro lo que queremos, si somos rebeldes a la mediocridad, si ponemos lo mejor de nosotros en lo que hacemos, haremos realidad nuestros sueños o moriremos felices con las botas puestas. 
 

* Columnista de El Diario de Hoy. marvingaleasp@hotmail.com