Seamos responsables

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Por Por Humberto Sáenz Marinero*

2015-07-08 5:00:00

N

adie puede negar que estamos atravesando momentos muy difíciles en nuestro país. Los más que evidentes problemas de inseguridad, la falta de fondos en el erario público y sus consiguientes niveles de endeudamiento, la baja inversión nacional e internacional, los todavía pobres avances en materia de educación, las pésimas condiciones en que opera la red hospitalaria y los centros de salud, la corrupción y falta de transparencia en la administración de la cosa pública, las arbitrariedades de algunos funcionarios, los constantes enfrentamientos entre los Órganos del Estado, las inconsecuentes actuaciones de los partidos políticos y hasta las muestras de intolerancia en la ciudadanía, se han convertido en nuestro diario vivir.

Valga decir que no se trata de problemas recientes ni que hayan surgido en los últimos meses; muchos de ellos son de vieja data aunque lo cierto es que siguen sin mitigarse y algunos de ellos se agravan sin que sepamos cómo es que se pretende afrontarlos.

Pero lo que más preocupa es que ante estos problemas que a todos nos saltan a la vista, muchos se muestren complacientes, despreocupados, resignados o se limitan a quejarse constantemente sin tomar ningún tipo de responsabilidad en la solución de lo que les agobia. Son muchos los que no entienden que estos problemas son de todos y que somos todos los que tenemos que contribuir a que se solucionen. Más que identificar culpables, se trata de identificar soluciones.

No hay nada que justifique la no asunción de responsabilidad. Para el caso, no es posible que el Presidente de la República y otros funcionarios del Órgano Ejecutivo, pretendan trasladar la responsabilidad de sus políticas en materia de seguridad a la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia; no es posible que diputados de la Asamblea Legislativa y Magistrados del Tribunal Supremo Electoral, no asuman la cuota de responsabilidad que les corresponde por lo acontecido en los pasados comicios legislativos y municipales; no es posible que en el Órgano Judicial se culpe a factores exógenos y no se entienda la enorme responsabilidad que existe por continuar sin depurar a los malos jueces que lamentablemente abundan.

Si queremos comenzar a resolver los problemas, tenemos que comenzar por responsabilizarnos en lo que a cada uno nos corresponde, incluida desde luego la tajada que le toca a la ciudadanía que en muchos casos ha sido cómplice silencioso y que en otras ha llegado a ser hasta artífice de estos mismos problemas.

No podemos quejarnos de la corrupción sino la gritamos cuando la tenemos a la vista; no podemos quejarnos de la delincuencia sino acudimos a denunciarla a las autoridades; no podemos pedir más inversión pública o mejor atención en los hospitales sino contribuimos pagando nuestros impuestos o si ni siquiera cumplimos con nuestras obligaciones previsionales; no podemos exigirle a nuestros funcionarios si somos tan apáticos que ni siquiera participamos cumpliendo nuestro deber ciudadano de ejercer el sufragio; no podemos clamar por actuaciones decentes en la Asamblea si seguimos permitiendo que ingresen personajes que de antemano sabemos se prestarán a componendas de cualquier tipo.

Los funcionarios por su parte, deben entender que somos muchos los salvadoreños que queremos vivir en un mejor país y que es por eso que no podemos estar interesados en que este Gobierno o los pasados o los que vengan en el futuro, tengan un mal desempeño. Si hoy los resultados son malos, mañana los vamos a sufrir todos, por lo que nadie que se precie de ser un buen salvadoreño querrá que eso acontezca o perdure.

Por lo mismo, los funcionarios deben estar absolutamente abiertos a escuchar las críticas que se hacen a sus actuaciones y en lugar de elucubrar, y argumentar que se trata de estrategias desestabilizadoras orquestadas por sus adversarios políticos, deberían interiorizar las mismas y dar los virajes de timón que sean necesarios. Somos muchos los que completamente desvinculados de la política partidaria, queremos señalar, criticar, exigir y cuando lo amerite, reconocer lo que se hace correctamente y genera beneficios.

Nadie les está pidiendo que hagan todo bien, como nadie pretende que no se equivoquen, pero lo que sí pedimos es que escuchen, que valoren las exigencias que se les plantean, que reconozcan sin temor sus yerros, que asuman su cuota de responsabilidad y que finalmente corrijan lo que haya que corregir. Si lo hacen bien, nos beneficiaremos todos.

Quienes nos jactamos de querer un mejor El Salvador, tenemos que hacer a un lado nuestras diferencias y nuestras preferencias, identificar también nuestras responsabilidades y trabajar juntos por solucionar nuestros problemas. Quienes solo están interesados en que fracase su adversario o que fracase la gestión de quienes no tienen su misma ideología, tienen que ir quedando poco a poco relegados.

De esos, de los malos hijos, ya hay varios ejemplos de cómo han ido quedando marginados.