El deseo femenino es para el verano

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elsalvador.com

Por Gina Montaner

2015-06-05 5:00:00

En estos días es noticia, y no exenta de polémica, la posible aprobación en Estados Unidos de la llamada viagra femenina para mujeres que sufren del “desorden del deseo sexual hipoactivo”. 

Después de años de negativas por parte de la Administración de Drogas y Alimentos (FDA), la industria farmacéutica está punto de anotarse un tanto millonario si este verano finalmente se permite la comercialización del Flibanserin, que se creó como un antidepresivo. Muy pronto podría convertirse en la píldora rosa que le daría la réplica a la azul que les espanta a los hombres la disfunción eréctil. O sea, en el horizonte se avecina una escena digna de Woody Allen, en la que los amantes pondrán sendas pastillas sobre la mesilla de noche antes de combatir sus respectivos padecimientos.

A diferencia de la viagra masculina, que fue aprobada en 1998 a pesar de tener contraindicaciones (sobre todo para aquellos hombres que toman nitroglicerina por problemas cardiacos), la píldora rosa ya ha sido desestimada en dos ocasiones. Los expertos han insistido en que podría tener más efectos adversos que positivos, causando mareos, soñolencia o bajadas de presión. No obstante, lo cierto es que hasta el medicamento más inocuo aparece en los anuncios con una letanía de efectos secundarios que asustan al más temerario de los usuarios. 

En esta tercera intentona ha tenido que comparecer ante la santa inquisición de la FDA una serie de mujeres llorosas con testimonios acerca de cómo la milagrosa píldora rosa las ha salvado de la indiferencia sexual. Después de probar la viagra femenina, parecen haberse transformado en insaciables leonas que harían palidecer a la sumisa Anastasia bajo las órdenes del sádico señor Grey. Y en esta ocasión los implacables expertos se han compadecido de señoras que ya no tendrán que confesar por lo bajo que sufren del vergonzante “desorden del deseo sexual hipoactivo”.

Pero, ¿acaso tan poco atractiva etiqueta no es lo que siempre ha sido aquello de “cariño, no tengo ningunas ganas” o el eufemismo de “mejor mañana porque esta noche tengo jaqueca”? De hecho, hay quienes ya están matizando la diferencia entre la viagra masculina y la femenina: la pastilla azul alivia temporalmente una disfunción física que tiene que ver con la poca irrigación de la sangre al pene dificultando la erección. Es decir, no se trata de curar la falta de deseo que pueda tener un hombre hacia su pareja o en general. En el caso de la viagra femenina, no mejora la resequedad vaginal que produce la falta de estrógenos en la menopausia y que constituye un verdadero impedimento físico para muchas mujeres. Entonces, la pregunta que surge ante esta pastilla de color de rosa es por qué habría de tratarse la falta de deseo sexual en la mujer como una anomalía que hay que curar.

Más allá de este debate en torno al “mal” de la falta de deseo, que la académica Camille Paglia define como una malaise que afecta a la exhausta clase media y, con agudeza, advierte que la lujuria es demasiado ardiente para dejarla en manos del farmacéutico, lo que debe primar es la libertad de cada cual para hacer con su apetito (o inapetencia) sexual lo que le parezca.

En una era en la que cada vez hay mayor permisividad para el consumo de drogas blandas y medio planeta vive embotado con ansiolíticos, resulta patético que un grupo de mujeres tenga que implorarle a los señores de la FDA que le permitan la cura a su “desorden del deseo sexual hipoactivo”. Dicen que uno de los efectos secundarios de la pastilla rosa es la soñolencia. Nada nuevo en la historia del menguante revolcón conyugal. Como las bicicletas en la deliciosa obra de Fernando Fernán Gómez, el deseo femenino es para el verano. [©FIRMAS PRESS].

*Twitter: @ginamontaner.