Esperanza y desesperanza, violencia y medios

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A partir de diciembre de 2018, nuestro país deberá de adoptar el sistema digital para la transmisión televisiva. Foto EDH

Por Ricardo Chacón

2015-06-27 6:30:00

Cada vez escucho más que el actual Presidente de la República y sus principales funcionarios del gabinete de seguridad, critican duramente el papel que están cumpliendo los medios de comunicación en su cobertura informativa sobre la actual situación de violencia e inseguridad que padece el país.

En particular me llamó la atención una frase que dijo textualmente el gobernante: “Los medios infunden desesperanza en la población”. Esta expresión me parece en extremo desatinada, no solo porque la esperanza o desesperanza de un pueblo, de una nación, no nace ni crece por los medios de comunicación (esto es darles excesivo poder e influencia a estos instrumentos culturales) sino también porque se trata de procesos complejos que se forman y desarrollan a partir de la experiencia particular y colectiva que se va generando a través de los años y que son alimentados por una familia, por una comunidad, por un proceso educativo, por un ambiente laboral y, por supuesto, por la intervención de la comunicación y sus instrumentos. 

La esperanza es una experiencia que se va gestando a partir de lo que cada uno puede esperar: una mejora, una nueva realidad o para los cristianos, creer y vivir en Dios, en Jesucristo; por otro lado, la desesperanza se convierte en la negación, cuando no se logran alcanzar las expectativas de cada individuo y, por extensión, de la colectividad. 

Para resumir, utilizando los conceptos del especialista Donald E. Kalsched, en el artículo “Esperanza o desesperanza en la situación psicoanalítica y en la Divina Comedia de Dante”, donde dice dos frases lapidarias: “El verdadero Dios transforma la violencia en sufrimiento, el falso Dios transforma el sufrimiento en violencia”.

Dice Kalsched: “Esta desesperanza, esto es, la pérdida de esperanza de la vida de la persona, está localizada en el reino del llegar a ser de la persona que, de alguna manera, ha sido eliminada. Cuando digo el reino del llegar a ser de una persona, utilizo la terminología que Martin Buber emplea para describir el reino intermedio, que conocemos bien por las aportaciones de Vinnicott al estudio del desarrollo temprano de la psique infantil. La esperanza parece residir en la gestión exitosa del llamado espacio potencial o espacio transicional”.

Kalsched en su análisis sobre lo que es la esperanza y la desesperanza, teniendo como telón de fondo, la Divina Comedia, pone en extremo un punto: cuando Dante, el Peregrino, entra en el infierno durante la primera parte del viaje hacia su interioridad, lee la inscripción sobre la puerta: “¡Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza!”. En cuanto los poetas entran en el recinto del infierno, pronto se dan cuenta de que allí la esperanza se debe abandonar, pues el sufrimiento en el infierno es sufrimiento eterno –-se mantiene continuamente sin ningún alivio-–, sin esperanza de consuelo ni de liberación. Para Dante, este “dolor eterno” es el peor castigo imaginable para una vida pecadora en la Tierra. Al parecer, como dice Kalsched, la imaginación humana no puede plantearse nada más terrible que el sufrimiento continuo, que persiste para siempre.

En pocas palabras, refiriéndome a lo que sucede en El Salvador, la esperanza en una sociedad segura, en paz, sin violencia, inclusiva, desarrollada, más igualitaria, generada por los dos últimos gobiernos de izquierda, ha dado al traste con la realidad donde se muestran, por un lado, los complejos problemas que padece el país, y por otro, la incapacidad del gobierno “del cambio” para detener la violencia.

La verdadera fuente de la desesperanza es que estamos llegando a límites que no teníamos antes, más de una veintena de asesinatos diarios, pandilleros que perpetran atentados como en el tiempo de la guerra, asesinan a soldados y policías o colocan artefactos explosivos en vehículos.

Insisto, la desesperanza que puede existir en el país, no deriva del tratamiento informativo que dan los medios de comunicación, sino porque la población, los salvadoreños no han alcanzado su tan ansiada seguridad que les permita no ser blanco de la delincuencia, o en el peor de los casos, ser abatido por la bala asesina de un marero enloquecido.

Además, existe el peligro o la tentación, como Dante a su llegada al infierno, de creer que esta inseguridad es eterna porque los políticos de cualquier bando , el gobierno del “cambio” han sido incapaces de enfrentar con eficiencia la problemática.

*Editor Jefe de El Diario de Hoy.

ricardo.chacon@eldiariodehoy.com