El Pachuco, el Cuche y el Dr. Machado, tres maestros de antología

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El FAS-Alianza, se pospuso hasta el 15 de septiembre, es el plato fuerte de la fecha 7.

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Por Ricardo Chacón

2015-06-20 6:30:00

El hecho que recuerde los apodos y que los mencione no quiere decir que les irrespete, sea malcriado o irrespetuoso para con estos personajes que durante décadas formaron generaciones y generaciones de jóvenes en el colegido salesiano Don Bosco; es más, estos tres personajes sin duda alguna siempre han estado en mi mente y en mi corazón como hombres de bien, docentes de pura cepa que dedicaron su vida a la educación. Maestros de antología.

Mis respetos al profesor Olmedo, no sé por qué le decían así ni de dónde venía el sobrenombre de Pachuco, lo que sí sé, y lo recuerdo con gran lucidez, es que se trataba del maestro que me enseñó a leer, en primer grado, comenzando la década de los Sesenta.

Tres cosas no se me olvidan de este maestro, quien al parecer durante varias décadas se dedicó a la enseñanza siempre en primer grado, a saber: uno, la paciencia para sembrar las primeras letras en los niños, tratando no solo de aprender a leer y escribir sino también de disfrutar la lectura y la escritura; dos, la disciplina que inculcaba a los menores, incluyendo las “garrapiñadas”, golpe que daba con el borrador en las yemas de los dedos apiñados cuando no se hacía la tarea, y tres, jugar fútbol en cada recreo con todos los niños.

Día a día, el profesor Olmedo organizaba su guión académico; era sumamente ordenado y cuidadoso, por ejemplo, luego de enseñar las vocales, o la articulación de las primeras letras para formar palabras que luego se articulaban en oraciones y párrafos, pedía planas y más planas que eran revisadas minuciosamente y corregidas con gran paciencia; cuando se trataba de la lectura, se leía en grupo, pero luego atendía a niño por niño… resultados: al final del año se leía y escribía con bastante fluidez, de tal forma que, además, se comenzaba en ese entonces a disfrutar y deleitarse con los pequeñas cuentos o fábulas clásicos. ¡Sí, en primer grado!

Ya en bachillerato, otro maestro que marcó mi educación fue el Cuche Contreras, un sacerdote salesiano que me hizo aprender a disfrutar de la literatura; a diferencia de mi padre quien me obligó a leer el Quijote, aun sin haber llegado a secundaria; el padre Contreras despertó en mi conciencia sobre la importancia de los personajes y los mundos propios de la literatura universal. 

Probablemente el mejor recuerdo del padre Contreras, además de su humildad y que se le veía largos períodos sentado en una mecedora leyendo, mientras nosotros estábamos en clase, fue la sutileza para que jóvenes adolescentes, como lo éramos en ese entonces, aprendiéramos a entrar a los textos de la literatura, incluso los más densos y complicados de la tragedia griega o los pesados libros medievales o la riqueza propia de la literatura moderna europea o la americana, sin trauma, enseñándonos a gozar los mundos reales o ficticios de la literatura.

A través de los años una de las cosas que más he disfrutado es haber aprendido a leer, a gozar de la lectura pero sobre todo a “vivir y revivir” a Hamlet, una de las creaciones de Shakespeare; Emma Bovary, la protagonista de Madame Bovary, o el Ulises de Homero en la Odisea; Lolita, la niña mujer de Vladimir Nabocov o Gregor Samsa, ese hombre que se despierta un día convertido en una enorme cucaracha en la existencialista obra de Kafka, la Metamorfosis, así como el Retrato de Dorian Gray de Óscar Wilde… en fin, el mundo de la ficción como espacio de desarrollo personal.

No puedo dejar de mencionar otro maestro que marcó mi educación, me refiero al Dr. Machado, quien en cuarto y quinto cursos, a las 2:00 de la tarde, hora en que se impartía la materia de química, nos hizo entrar en el mundo de la tabla periódica y sus diversas combinaciones. 

En particular la química no fue una materia ni un área del conocimiento que me gustara, sin embargo, el Dr. Machado nos enseñó a respetar la ciencia y, al igual que Olmedo y Contreras, nos inculcaron buscarle el lado positivo al conocimiento.

Muchos años después, en la universidad y en general en mi vida, esta base que me dieron estos tres maestros, me ha servido mucho, ha sido fundamental.

Y es que la educación no es solo transmitir conocimientos, por muy buenos que estos sean, la educación es un proceso para moldear la conciencia de cada individuo que se convierte en una persona de bien, capaz de entender y entenderse con los demás para dar respuesta a los problemas de la vida y lograr un mejor bienestar. 

*Editor Jefe de El Diario de Hoy.

ricardo.chacon@eldiariodehoy.com