Amistad y humanización

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Festejo de Santa Tecla tras el gol de Irvin Herrera. Foto EDH

Por Por Luis Fernández Cuervo*

2015-03-08 5:00:00

Cuando escribí el artículo sobre la amistad, esa frase de C.S.Lewis tan tajante “hoy día, a la amistad pocos la valoran, porque pocos la experimentan“, me quedé pensando si Lewis tenía razón o si exageraba un poco. Yo había leído su libro “Los cuatro amores” hacía ya varios años pero me fue fácil ahora bajarlo de Internet y elegir esta frase de él: “A los antiguos, la amistad les parecía el más feliz y más plenamente humano de todos los amores: coronación de la vida y escuela de virtudes. El mundo moderno, en cambio, la ignora”. El juicio me pareció demasiado absoluto. Creo que de aquellos años de Lewis a los de ahora, han cambiado las cosas.

Pienso que Lewis le da a la amistad un sentido más restringido del que le daba Aristóteles. Lewis casi la reduce al mundo de los amigos íntimos, cuando habla que “desde el momento en que dos hombres son amigos, en cierta medida se han separado del rebaño”. Pero Aristóteles habla de tener varios amigos, distinguiendo muy bien cuáles merecen propiamente ese nombre y cuáles no. Por eso podrá decir también que “las cosas bellas son aquellas que uno hace descuidando su propio interés.”

Para el mundo actual donde el egoísmo y la lujuria son enfermedades que corrompen el corazón de tantos hombres, el juicio de Lewis me parece acertado. En ese turbio mundo solo caben tipos de falsos amigos que el mismo Aristóteles señalaba así: “los que se aman por interés o por placer, lo hacen, respectivamente, por lo que es bueno o complaciente para ellos, y no por el modo de ser del amigo, sino porque les es útil o agradable“.

Pero hoy día existe también el mundo de esa gente joven que ha decidido, libremente, guardar la abstinencia sexual antes de su matrimonio y entre esa gente, que guarda no solo la castidad sino también otras virtudes morales mas importantes, es fácil que surjan amistades muy de acuerdo con la amistad aristotélica. Son amistades puras, donde se descuida el propio interés y en cambio se busca cómo hacer feliz a los amigos, donde se ama a los amigos por ser ellos mismos, por ser como son y con un recíproco amor de benevolencia. Son amistades de hombres con hombres y de mujeres con mujeres pero también se dan entre chicos y chicas, cosa sumamente rara en la época de Aristóteles donde el único amor que cabía con las mujeres era el erótico.

En la Grecia precristiana, Aristóteles y otras eminencias del pensamiento griego clásico, ya habían superado la mitología, ya habían descubierto la existencia de un único dios: el Acto Puro, el único Necesario, del cual todo el universo había sido hecho y se mantenía en el ser. No se conocía el concepto de santidad pero sí una idea análoga: el hombre de gran virtud moral, el que aspiraba a lo mas alto, al pleno triunfo del espíritu sobre las bajezas de la materia. “Sí el espíritu es un atributo divino –dijo Aristóteles– una existencia conforme al espíritu será verdaderamente divina”.

No somos solo “cuerpo y alma”. Yo creo que somos “cuerpo, psique y espíritu”. Cualquier persona tiene psique, dotada de inteligencia abstracta y de voluntad libre, cosa de la que carecen los animales; pero en la medida en que dirija esa inteligencia y voluntad a cumplir solo las apetencias animales: placer, comodidad, sexo y prevalencia sobre otros seres, sucederá que su espíritu, lo que en nosotros está creado para abrirse a la virtud, la belleza, el amor y lo divino, se irá encogiendo hasta casi desaparecer.

Fracasa así el proceso hacia una mayor humanización, hacia la cumbre, hacia lo más propiamente humano, fracasa ahogada por una progresiva animalización. Estos desgraciados casos, tan abundantes, de humanos animalizados, efectivamente no pueden valorar la verdadera amistad, que es esencialmente espiritual, porque no la conocen. El mundo dominado por la cultura de la muerte es un mundo de náufragos solitarios.

*Dr. en Medicina.

Columnista de El Diario de Hoy.

luchofcuervo@gmail.com