El nazi y el psiquiatra

descripción de la imagen
elsalvador.com

Por Por Max Mojica*

2015-03-13 5:30:00

Hermann Wilhelm Göring fue un destacado político y militar alemán, miembro y figura prominente del Partido Nazi, lugarteniente de Hitler y comandante supremo de la Luftwaffe.

En 1922 se adhirió al Partido Nazi, tomando inicialmente el liderazgo de las temibles SA. Formó parte activa en la Noche de los cuchillos largos, que es el nombre con que se le conoce a una purga que tuvo lugar en Alemania entre el 30 de junio y el 2 de julio de 1934, cuando el régimen nazi llevó a cabo una serie de asesinatos políticos para “limpiar” el partido.

Fue ascendiendo x del Partido Nazi hasta que, ya en plena Segunda Guerra Mundial, se convirtió en primer ministro de Prusia y ministro de la Luftwaffe. Al frente de ella y en los primeros años de la Segunda Guerra Mundial consiguió grandes logros, consolidando a la Luftwaffe como uno de los elementos fundamentales en la “guerra relámpago”, utilizada como táctica por los alemanes y que resultó fundamental en las victorias iniciales del Tercer Reich.

En 1941 fue ascendido a mariscal del Reich así como sucesor de Hitler, convirtiéndose en la segunda persona más importante del régimen nacional-socialista alemán después del mismo Hitler.

Derrotada la Alemania nazi, fue capturado y juzgado en el tribunal especial instalado por las fuerzas aliadas, ubicado en Nuremberg. En el juicio se demostró la participación de Göring en la llamada “Solución final de la cuestión judía”, que fue el nombre del plan de los nazis para llevar a cabo el genocidio sistemático de la población judía en Europa, durante la Segunda Guerra Mundial, que involucró la deportación sistemática y exterminio de toda persona clasificada como judía por los nazis, independientemente de la religión que profesara. En su totalidad, la Solución final involucraba el exterminio de la judeidad europea por gaseamiento, fusilamiento y otras numerosas medidas de asesinato en masa. Unos seis millones de judíos murieron, es decir, dos tercios de la judeidad europea que existía en 1939.

Durante su prisión y juicio en Nuremberg, Göring fue atendido por el psiquiatra norteamericano Douglas M. Kelley. El Dr. Kelley conocía que los nazis habían cometido atrocidades y crímenes de guerra a una escala inusitada, sin embargo descubrió, por medio de diversos exámenes psiquiátricos y psicológicos aplicados a los prisioneros nazis, que las personalidades de los hombres que habían cometido o instigado atrocidades inimaginables, “tenían cabida en los parámetros de la normalidad”. Llegó a declarar que los patrones de personalidad de los nazis indicaban que era posible encontrar personas como ellos en prácticamente cualquier sociedad, por lo que llegó a la terrible conclusión que individuos similares en el aspecto psicológico puedan repetir holocaustos y crímenes contra la humanidad, si las condiciones sociales y políticas de un país, región o Estado se prestan para ello.

Lo que toda sociedad debe tener en cuenta ante los descubrimientos del Dr. Kelley, es que lo que permitió a los nazis cometer toda clase de atrocidades no fue la mente distorsionada de un psicópata, sino el hecho que una persona o un grupo de personas se logró agenciar el poder absoluto de todo un país. Aun en la Alemania nazi, así como sucedió en Rusia, Camboya, Vietnam y China, y más recientemente en Cuba y Venezuela, el poder absoluto no se alcanza de la noche a la mañana, ya que constituye un proceso continuo y sistemático, el cual se alcanza tomando poco a poco cada una de las instituciones que garantizan la democracia y protección de los derechos de los ciudadanos: Presidencia de la República, Asamblea Legislativa, Corte Suprema de Justicia, Fiscalía General, Corte de Cuentas y Procuraduría de los Derechos Humanos.

El poder absoluto lo alcanzan unos pocos para beneficio propio y de sus allegados, así como de las personas que los alaban, idolatran, les sirven y obedecen; pero lo paradójico del asunto es que la inmensa mayoría de ciudadanos que contemplan el ascenso de un gobierno tiránico, simplemente se quedan indiferentes cuando unos pocos atentan contra la democracia, contra su seguridad, contra sus bienes y contra su futuro.

Cuando se pensó que con la derrota de las fuerzas fascistas en 1945 el mundo entraría en una nueva etapa de desarrollo, paz, democracia y armonía, vimos surgir nuevos líderes totalitarios, de los cuales Fidel Castro y Hugo Chávez representan sus más tropicales expresiones. El problema fuera anecdótico sino fuera porque en El Salvador ante la actuación del Tribunal Supremo Electoral, estamos viendo cómo frente a nuestros ojos partidos políticos se “reparten votos” a conveniencia, violando de esa forma la Sagrada Voluntad del Pueblo (así con mayúscula), siendo que nosotros, la inmensa mayoría de salvadoreños que reprobamos ese hecho, nos quedamos callados permitiendo que de esa forma nos roben la democracia.

Finalmente, Hermann Wilhelm Göring fue condenado a pena de muerte por la horca, principalmente por ser promotor de crímenes contra la humanidad y también por ser, para los vencedores, una figura prominente del nazismo que se debía erradicar a toda costa de Alemania.

Ahora el mundo sabe que la muerte de un tirano no significa que se hayan terminado las tiranías; ahora nos toca a nosotros defender nuestra democracia, no con balas ni con violencia, pero sí con la firme voluntad ciudadana de quien sabe que la República vive en cada uno de nosotros. Salvadoreños: ahora está en nosotros defender la democracia en nuestro país; llorar después, no sirve de nada.

*Colaborador de El Diario de Hoy.