Por qué el matrimonio importa

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Por Por Julia Regina de Cardenal*

2015-01-14 5:00:00

El matrimonio es un bien para los niños y para la sociedad civil. No importa la ideología política personal, todo el que crea que el matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer, debe defender esta verdad para que nuestro país no siga por el camino de decadencia moral en el que va.

Este une a una mujer con un hombre para convertirse en madre y padre de los niños, fruto de su amor.

Está basado en el hecho biológico que la reproducción depende de una mujer y un hombre y la realidad que los niños necesitan de su padre y su madre, quienes los crearon, para su desarrollo saludable, estable y seguro.

Tiene fines públicos además de privados; es una relación monógama única, sexualmente complementaria de los cónyuges jurándose mutuamente fidelidad y votos de permanencia y exclusividad.

Todo esto está en peligro ante una cultura de la conveniencia que ha ido debilitando este bien con amenazas de reinventarlo, reduciéndolo a relaciones sentimentales con privilegios legales. Se olvida que el objetivo del matrimonio es proteger las necesidades de los niños no los deseos o pasiones de los adultos.

El gobierno debe de proteger esta institución porque beneficia a la sociedad en una forma que ninguna relación humana lo hace. Nuestra Constitución claramente señala que el Estado debe de velar por la protección de los niños promoviendo este compromiso del hombre y la mujer hacia cada uno para ser responsables de sus hijos.

Promover y proteger el matrimonio como institución ideal para cuidar y educar a los hijos no prohíbe nada. Los adultos que desean tener otras relaciones pueden hacerlo sin necesidad del permiso del gobierno. Todos tenemos derecho de vivir libremente, sin hacerle daño a los demás, pero no de imponer sobre todos la redefinición del matrimonio.

Hay destructivas consecuencias al reinventarlo. Se pierde todo el sentido de esta institución como bien social. Le hace daño a los niños, robándoles su derecho a nutrirse de la complementariedad de su padre y madre para su sano desarrollo. Se pierde la libertad religiosa.

En los lugares donde se ha cambiado la definición se ha desatado una persecución religiosa. Ha habido demandas en contra de centros de adopción cristianos que buscan matrimonios naturales para los niños y que han sido obligados a cerrar.

Ya el divorcio y la cohabitación han causado muchos problemas sociales y económicos. Nuestra realidad nos muestra que los pandilleros, casi en su totalidad vienen de familias desintegradas.

Es incorrecto poner los deseos de los adultos por encima del bien superior de los niños. En estas elecciones votemos por los candidatos que claramente expresen que ratificarán la reforma constitucional que define el matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer. Protejamos a los niños salvadoreños y nuestro futuro.

*Columnista de El Diario de Hoy.