El Estado y el control territorial

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Foto Por edhdep

Por Por Francisco R. Bertrand Galindo*

2015-01-07 5:00:00

La teoría establece como elementos que conforman un Estado la población, el territorio y un gobierno con poder y soberanía en ese territorio y sobre los miembros de la población que lo habita.

Cuando el señor Obispo de San Salvador se pronunció hace unos meses en el sentido de que El Salvador caminaba hacia un estado fallido, las reacciones desde el gobierno y de otros sectores fue sostener que tal apreciación era exagerada y fuera de tono. Pasado el tiempo de esa expresión y visto los acontecimientos actuales creo que se debe comprender cuán cierta y atinada fue la advertencia de Monseñor.

Más o menos en esa época, tuve la oportunidad de presenciar la ponencia de un oficial de policía sobre la presencia de las maras en el país, quedé sorprendido cuando al apreciar el mapa, virtualmente todo el territorio presentaba presencia de marras, las que además tienen capacidad de realizar recambio o refuerzos de un área a la otra para mantener su presencia territorial, tan extremos como decir de La Unión a Santa Ana, casi en tiempo simultáneo, cuando ya sea por los combates con las maras rivales o por acciones de la autoridad una clica se viera desarticulada y en consecuencia corriera riesgo su presencia en esa zona. Es decir el tratamiento del tema territorial no puede ser visto por parcelas, sino en todo el país.

Es claro que presencia no es sinónimo de control y también concluir que el control de las marras en todo el territorio pudiera ser exagerado, pero es obvio que ante la debilidad de la autoridad, la sola presencia cambia las reglas de conducta de la población.

Más grave es que hay ciudades, barrios o cantones en las que a la presencia se suma el control, control para dejar entrar extraños, para fijar políticas de venta en las tiendas locales, emitir salvoconductos para que inclusive autoridades como alcaldes puedan visitar y realizar actividades en su “territorio”, para decidir quién vive y quién muere. Y eso sólo para decir algunos.

Recientemente el periódico digital El Faro publicó el caso que llamó “El supuesto milagro de Acajutla”, según la investigación esta ciudad presenta uno de los más bajos índices de homicidios; tal baja de homicidios no se debió a la tregua entre pandillas, sino a dos hechos diferentes: el aniquilamiento de una mara por la otra, lo que deja una sola pandilla en control y a la decisión del gobierno local de transar con la mara ganadora. Resultado, no hay muertos pero la renta y los permisos la cobra y los da la pandilla del lugar.

Si éste que es un ejemplo de “éxito” no es más que el reconocimiento de una autoridad ausente, incapaz de tomar el control, ¿cómo podemos denominar el fenómeno del cordón metropolitano y demás ciudades donde no existe tal “éxito” y en donde la real y descarada autoridad la constituyen las maras?

Es claro que en estos sitios estamos frente una autoridad fallida, por si no les gusta lo del Estado, pero como ya se dijo el nivel de control y ejercicio de autoridad de las maras no puede ocultarse y resulta difícil llamarla de otra forma.

Vistas las cosas así, concluyo que la advertencia del señor Obispo debe ser vista con seriedad, lo peor es lo que nos está pasando, grupos delincuenciales en plena avanzada de control territorial, y autoridades que no actúan, no pretenden retomar dicho control si no en el mejor de los casos administrarlo (policía comunitaria) y en el peor, se subordinan cual territorios sujetos a vasallaje.

Recientemente el presidente habló de redirigir la política sobre el tratamiento de las maras, ojalá esto implique retomar el control territorial.

*Abogado.