Enfrentando lo cotidiano

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Los condominios Regis, en el barrio Modelo, están entre las estructuras con bandera roja que aún no han sido demolidas o reparadas. Fotos EDH

Por Por José María Sifontes*

2014-10-10 6:00:00

Aunque cierta cantidad de estrés es natural en la vida y que, en dosis adecuadas, puede incluso mejorar el desempeño, es innegable que cuando llega a ser excesivo afecta el bienestar general y provoca alteraciones fisiológicas que pueden desencadenar enfermedades.

Las preocupaciones familiares, los problemas económicos y la tensión laboral son factores largamente conocidos que generan estrés. Y nuestra realidad social, con su receta diaria de crímenes, sus escándalos e incertidumbre, agrega su respectiva dosis.

Si solo se tuviera que lidiar con un par de factores la situación fuera manejable, pero la acumulación de ellos vuelve la carga demasiado pesada. A esta lista de factores estresantes hay que agregar uno, que por ser cotidiano y familiar no se le ha prestado suficiente atención. Pero precisamente por ser tan cotidiano y universal es que se vuelve problemático. Es la conducción de vehículos en ciudades congestionadas. ¿Le suena como algo a lo que está expuesto?

El conducir en ciudades produce estrés. Lo verificamos en carne propia diariamente. Pero ¿qué tan significativo es este factor y qué nivel de carga produce? Esta pregunta fue analizada en un estudio reciente llevado a cabo conjuntamente entre la compañía Audi de Alemania y el MIT, el prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts. A un grupo de voluntarios se les pidió conducir en diversas condiciones de tráfico. Los automóviles estaban equipados con sistemas de posicionamiento global, cámaras para filmar expresiones faciales, sensores de movimiento y de respuestas fisiológicas. Con los datos recopilados en 30 lugares y complementados con cuestionarios, se construyó el Índice de Frustración en la Carretera. Los datos fueron asimismo comparados con otras actividades, unas consideradas comunes y otras que van más allá de lo usual. Los resultados sorprendieron a Kael Greco, investigador líder, y a todos. El estudio indicó que conducir produce más estrés que dar una presentación en público y también más estrés que recibir clases de Economía en el MIT (con todo y preguntas de los profesores y exámenes en perspectiva). Las marcaciones llegaron a niveles pico cuando el conductor se vio sujeto a la agresividad de otros conductores y cuando se estuvo a punto de colisionar. En estos casos el nivel de estrés fue similar al que experimenta un paracaidista novato al saltar del avión.

Resultados sorprendentes que, sin embargo, solo nos confirma de una forma más objetiva algo que ya presumíamos, que el estrés de conducir no es algo que debemos tomar a la ligera. Puede que esa presión arterial que no baja, esa dispepsia persistente o esa pérdida prematura de cabello estén relacionadas con algo que hacemos todos los días. Agreguemos el hecho de que las ciudades en nuestro país están cada vez más congestionadas y que los conductores agresivos aquí son más comunes que los mosquitos del Chikunguña.

¿Se puede hacer algo? Ya que tomar tranquilizantes al subir al automóvil nos volvería zombis al volante y ejercitar el yoga en plena circulación no parece sensato, debemos recurrir a cosas más prácticas, como estas: 1- Planifique su ruta, 2- Salga con suficiente anticipación, 3- Use la tecnología, 4- Lleve algo para distraer a los niños, 5- Escuche música relajante, 6- No reaccione con agresividad a los conductores agresivos. Este último es especialmente importante. Solo recuerde lo que le costó recuperar la calma la última vez que tuvo impulsos vengativos contra el que se metió en su vía sin permiso.

*Médico psiquiatra.

Columnista de El Diario de Hoy.