El bien común

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elsalvador.com

Por Por Juan Valiente*

2014-09-09 5:00:00

A 100 días del inicio de esta gestión todavía no encontramos lo que nos pueda unir para construir un mejor país. A pesar de los cambios en el lenguaje y, según algunos, en el uso de los recursos públicos para ya no corromper la democracia con dinero fácil, todavía el FMLN se empecina en creer que se puede continuar exprimiendo la gallina de los huevos de oro sin ahorcarla. El desarrollo comienza con la iniciativa privada, con la generación de riqueza y lucro. No puede haber crecimiento sin riqueza, sin hacer uso de la potencialidad del país y de los ciudadanos para generar riqueza.

Respeto la voluntad del gobierno de querer mejorar la situación de nuestros compatriotas en pobreza a través de la distribución directa de beneficios. Todos quisiéramos tener un barril sin fondo para sólo sacar. Pero así no funciona el mundo ni la economía. La estrategia de sólo sacar acaba destruyendo los países y la poca o mucha riqueza que pueda generarse. Sólo debemos abrir los ojos y ver con tristeza las realidades de países como Cuba y Venezuela. Se están cayendo a pedazos.

Las estrategias para sacar a nuestra gente de la pobreza pasan por respetar las libertades en la democracia, por permitir que la iniciativa privada en un ambiente de seguridad jurídica pueda lograr mayor desarrollo. ¿Qué le compete al gobierno? Garantizar las condiciones. Seguridad. Educación. Salud. Inversión social. Es cierto que tampoco puede pedírsele, especialmente a un gobierno de izquierda, que confíe en que los empresarios sabremos medirnos y devolveremos lo justo. En la historia hay muchas evidencias que demuestran que no hemos sido capaces de medirnos y por ello debemos negociar.

¿Cuál debe ser el terreno de la negociación? Propongo que parta del bien común. ¿Qué es lo que todos necesitamos para tener una vida plena? El mismo Papa Francisco ha hecho un llamado especial a los cristianos a involucrarse en la política: “debemos inmiscuirnos en la política, porque la política es una de las formas más altas de la caridad, porque busca el bien común (…) No son cosas fáciles, porque la vida no es fácil. La política es demasiado sucia, pero yo me pregunto: ¿Por qué es sucia? ¿Porque los cristianos no se han involucrado con su espíritu evangélico?”

El reto que nos pone la Iglesia y el Santo Padre es inmenso. Abandonar la comodidad de nuestros trabajos, de nuestro servicio comunitario, de nuestras posiciones actuales, para inmiscuirnos en política. Suena como invitación a enlodarnos más con las cosas mundanas. Es un llamado de atención para ya dejar sólo de criticar e involucrarse de forma que también allí haya presencia del Señor. Por supuesto que hay riesgos, como en todo. De igual manera ser fiel a la vocación de sacerdote o a la de los cónyuges es difícil y tiene riesgos. La misión del cristiano no es fácil y más en un mundo que se aleja de la espiritualidad necesaria para tener una vida plena, que se sume cada vez más en la mundanidad y pierde la vida misma.

¿Qué nos debe unir, señor presidente? La búsqueda del bien común. Cristianos o no. Comunistas o no. Ciudadanos todos. Debemos limpiarnos las telarañas para redescubrir lo que nos une y modular lo que nos separa. Por supuesto que no estaremos de acuerdo en todo. Pero ya no podemos seguir creyendo que por ser de izquierda o de derecha se es intrínsecamente malo. La maldad no está en la ideología. La maldad yace en el irrespeto a la verdad, en la falta de valores, en la corrupción, en el crimen organizado, en el dinero fácil. Ese es nuestro reto, señor presidente, encontrar entre todos el camino que nos lleve al desarrollo sostenible.

*Columnista de El Diario de Hoy.