La pregunta de Vargas Llosa

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La devoción de los feligreses al patrono es vivencial.

Por Por Cristina López G.*

2014-08-02 6:00:00

Los principios de las novelas incluyen promesas escondidas. Mario Vargas Llosa escribió uno de los inicios considerados como de los mejores de la literatura en su novela “Conversación en la Catedral”. El protagonista Santiago Zavala hace la filosófica pregunta que le da estructura a toda la novela: “¿En qué momento se jodió el Perú?”. Algunos peruanos han tomado la ahora clásica línea literaria como una oportunidad para autorreflexionar, y en una campaña de la que todos los países en vías de desarrollo podríamos aprender, emprendieron la misión de investigar, a través de un video que ha recorrido por algunos años las redes sociales, el momento en el que se “jodió” el Perú.

Entre las cosas más importantes que destacan es ese síndrome latinoamericano de echarle la culpa siempre a nuestros gobernantes, a los pasados y anteriores por estructurar lo que ahora vagamente denominamos “fallas estructurales de los sistemas” y a los futuros, cuando decimos que nuestros padecimientos radican en la “falta de liderazgos”. El síndrome es el de deslindarnos de la responsabilidad que cada uno tenemos de las crisis sociales que agobian a nuestros países. Con tal de dormir tranquilos por las noches, tendemos a hacer ojos ciegos ante los hábitos desagradables que compartimos con los corruptos en el poder a los que señalamos con el dedo y que acumulados, nos vuelven la sociedad que somos.

Esos hábitos que van desde lo aparentemente inofensivo, como puede ser colarse en la línea, pasando por sinvergüenzadas como parquearse en los espacios reservados para personas con discapacidades, hasta llegar a verdaderas ilegalidades como declarar falsedades con tal de pagar menos impuestos y sobornar policías con tal de liberarnos de las consecuencias de nuestros actos.

Todos estos hábitos basados exclusivamente en el ideal de “ser los más vivos”, sin importar que cada una de estas “vivezas” en el largo plazo nos hacen perder a todos, pues terminan cultivando una sociedad en la que nadie confía en nadie, y en la que resultan afectadas todas las actividades en las que la confianza es indispensable: desde las inversiones y actividades de mercado que nos harían avanzar económicamente, hasta la creación y el fortalecimiento de comunidades, que nos permitirían combatir cánceres sociales como la violencia y la marginación.

Nos rasgamos las vestiduras pidiendo justicia y denunciando la corrupción crónica de nuestros gobiernos, y a la vez, debilitamos esa misma justicia cuando buscamos eximirnos de las consecuencias legales de nuestras propias faltas sobornando policías o jueces. ¿Y así pretendemos nos proteja esta justicia cuando sean nuestros derechos los vulnerados?

Es esa desconexión entre la responsabilidad individual de nuestros actos y las repercusiones que estos tienen en los males que nos aquejan es lo que hace que tiremos en la calle la basura, como si la calle fuera de alguien más. O que nos pasemos semáforos en rojo. O que reaccionemos de forma violenta en el tráfico.

La respuesta a la pregunta de Vargas Llosa sobre el Perú, aplicada a Latino América es más sencilla de lo que parece: se arruinaron nuestras sociedades en el momento que pensamos que los malos resultados son culpa exclusivamente de los actos ajenos. El equivalente social a un trabajo escolar en grupo en el que ninguno hace su parte de trabajo individual, pero todos esperan sacar buena nota.

*Lic. en Derecho.

Columnista de El Diario de Hoy.

@crislopezg