Hay diputados que jadean y resoplan ante la imparable violencia

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Foto Por Archivo

Por Por Ricardo Chacón *

2014-07-26 6:00:00

Jadean y resoplan, a semejanza de un reo ejecutado esta semana en Arizona, sobre todo cuando hay hechos que impactan profundamente a la opinión pública como lo es que un joven de 18 años, con el Síndrome de Down, destacado atleta de juegos especiales, fue acribillado a tiros cuando trabajaba en el campo; sin qué ni para qué le quitaron la vida. O, cuando el director de la PNC, sí el director de la corporación policial, revela que la violencia criminal ha acabado con la vida de 2,098 salvadoreños desde el 1 hasta el 23 de julio; es decir, 863 más que en el mismo período del año pasado. Once crímenes por día, ¡una barbaridad que pone a cualquiera con los pelos de punta!

Estos hechos que horrorizan a cualquier persona con un mínimo de sensibilidad humana, encendió la mecha e hizo que los diputados respiraran con dificultad y echaran ruidosamente el aire por sus narices, en la plenaria del jueves pasado, pero fue “cuete soplado”, lo único que aprobaron fue una modificación del Artículo 331, del Código Penal, que establece que los ciudadanos o agentes de seguridad pública no irán a la cárcel en caso de cometer homicidio bajo condiciones de defensa propia, y que recibirán medidas sustitutivas al respecto.

En el calor de las discusiones, unos y otros diputados argumentaron que este acto, al igual que otros muchos que enunciaron a diestro y siniestro, forman parte del “aporte de los diputados al combate a la criminalidad”.

Otras iniciativas que, dijeron, llevarán al pleno legislativo incluyen “estado de sitio focalizado en los municipios más violentos”, bajar la edad a los menores delincuentes, criminalizar aún más a las maras, incluso se habla de implantar la pena de muerte. Según uno de los diputados “para dar un mensaje claro que no se toleran a los criminales…”

Los diputados en forma permanente cuestionados por sus privilegios y poca sensibilidad para entender las necesidades más apremiantes de los salvadoreños, por ejemplo viajar sin medida por el mundo a costa de los impuestos que la población paga o enfrascarse en fiestecitas y repartir regalitos en Navidad o la compra de obras de arte, no mencionaron, en ningún momento, asuntos de fondo como por ejemplo, vincular el trabajo de los Órganos del Estado en el combate contra la delincuencia y estrechar la labor de Justicia con el Ejecutivo para desarrollar estrategias eficientes, para dejar de lado la impunidad y crear un espacio de mayor seguridad; generar leyes que permitan garantizar la labor de los jueces, los fiscales y la policía en la investigación y el castigo a los criminales; incluso, más presupuesto para que haya no solo más policías sino también que estos ganen mejores salarios y tengan equipamiento actualizado con ayuda de la tecnología para una inteligencia profesional más eficiente y segura en el proceso de investigación.

Exigir estrategias integrales contra el combate a los criminales es una tarea ineludible del Órgano Legislativo, como también lo es el crear leyes para que estos puedan actuar en el marco legal, sin olvidar que se deben proporcionar los recursos apropiados para que la fiscalía y la policía actúen “un paso adelante de los criminales”.

En este sentido tratar de exacerbar los ánimos de la población como lo es implantar la pena de muerte “porque es una medida aleccionadora”, está fuera de toda discusión como lo está justificar un viaje a Palestina para mostrar “solidaridad”.

La cuestión de la pena de muerte, a diferencia de la defensa de la vida desde el inicio hasta el final, es un tema perdedor, con pocas posibilidades de que se convierta en un elemento para enfrentar la criminalidad y que de poco o nada sirve de lección para la población. Para mostrar cuán perdedor es el tema de la pena de muerte, traigo a cuento la ejecución, esta semana, en Arizona, donde Joseph Wood, un preso de 55 años condenado a muerte por dos asesinatos, tardó alrededor de dos horas en morir. La inyección letal, que ningún laboratorio del mundo quiere desarrollar porque sirve para matar, no funcionó e hizo que el condenado estuviese un largo tiempo “jadeando y resoplando” en la camilla, buscando oxígeno, luego que se le aplicara la jeringa de la muerte. Ya se podrán imaginar el escándalo que se ha generado en torno a este caso, no solo en contra de la pena de muerte que cada vez más países del mundo que la tenían la dejan de lado, sino también por las consecuencias que esta tiene y el poco impacto para detener a los criminales. Pero estas cosas pareciera que no les cabe en el magín ni les quita el sueño a los diputados que ni siquiera los vislumbran.

*Editor Jefe de El Diario de Hoy.

ricardo.chacon@eldiariodehoy.com