Ascendió como Dios y hombre

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Pedro Arieta hijo, miembro de la junta directiva de ??guila. 

/ Foto Por Archivo

Por Por ??scar Rodríguez Blanco, s, d, b.*

2014-05-30 5:00:00

eemos en los Hechos de los Apóstoles: “En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido, movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo”. (Hechos 1,1-2). La “ascensión” forma parte de todo el proceso celebrativo de la Pascua que culminará el día de “pentecostés”. Es parte de un único y dinámico movimiento de salvación realizado por Cristo.

Decimos que Jesús subió a los cielos a los 40 días de haber resucitado, pero esos 40 días no se cuentan en forma matemática, no indican cantidad, expresan una idea, un mensaje distinto. La cuarentena es un símbolo que encontramos repetidamente en la biblia: 40 años duró el pueblo de Dios en su éxodo de Egipto, 40 días duró el diluvio, 40 días estuvo Moisés en el Sinaí, 40 días ayunó Cristo, Jesús cumple su éxodo pascual en 40 días de apariciones y enseñanzas hasta que subió al Padre. La ascensión expresa la “exaltación y glorificación” de la naturaleza humana de Jesús opuesta a la humillación y muerte en la cruz. Cristo vino al mundo, se hizo semejante al hombre en todo, menos en el pecado. Compartió la naturaleza humana y estuvo siempre muy cercano a las necesidades humanas, no ignoraba lo que pasaba en la tierra. Ahora, glorificado y exaltado por Dios, sigue presente en su iglesia, sin dejar en la orfandad a sus discípulos.

La “ascensión” significa que Jesús “participa en su humanidad en el poder y la autoridad del mismo Dios” (CCE 668) convirtiéndose en Señor del cosmos, de la historia y de la iglesia. El triunfo de Cristo es también nuestro triunfo. Ascensión marca el inicio de la misión que debe realizar la comunidad de sus discípulos. Es un triple encargo: Anunciar el mensaje de Jesús, celebrar los sacramentos de la nueva vida y enseñar a todas las gentes a cumplir lo que Dios quiere. En la actualidad formamos parte de su comunidad y no podemos quedarnos “mirando al cielo” sin hacer nada. Jesús promete su asistencia, lo dice claramente San Marcos: “Los apóstoles se fueron a trabajar por el mundo, y el Señor trabajaba con ellos y apoyaba su predicación con los milagros que la acompañaban” (Me 16, 20).

Nuestra tarea se encuentra en el mundo que nos rodea, hay que vivir las realidades presentes con los pies bien puestos en la Tierra y con la mirada fija en el cielo. Si para Cristo “ascender al cielo” es su punto de llegada y de su triunfo, para nosotros como discípulos, es el punto de partida de una misión que hay que llevar a cabo desde Galilea a Jerusalén, es decir, hasta todos los rincones de la Tierra. Si Cristo fue el auténtico testigo de Dios en la tierra, su comunidad debe seguir testimoniando la vida de su maestro y construyendo el reino de la justicia, de la paz, de la solidaridad, del amor, de la misericordia, y la fraternidad. Es un trabajo de todos los días con la convicción de que Dios está con nosotros y que nos acompaña también en los días de duda y de dolor.

La “ascensión” es triunfo de Cristo. San Ambrosio lo ha definido en cuatro palabras: “Bajo Dios, subió hombre”. El que se encarnó era solo Dios, el que ascendió era Dios y hombre.

*Sacerdote salesiano.L