La relevancia salvadoreña del “pragmatismo despiadado”

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elsalvador.com

Por Por Carlos Ponce*

2014-04-01 6:01:00

La novedosa y adictiva serie televisiva producida por Netflix “House of cards” (“Castillo de naipes”, en español), y su malévolamente carismático protagonista principal Frank Underwood (interpretado por Kevin Spacey), han familiarizado y seducido a sus fieles seguidores con la frase “pragmatismo despiadado”, a través de las inmorales, pero efectivas tácticas empleadas por diferentes personajes del programa para lograr la consecución de sus objetivos. La esencia de dicha premisa, para algunos analistas, descansa sobre el adagio “el fin justifica los medios” e implica desbalances morales en favor de intereses particulares.

La frase, sin embargo, tiene algún tiempo de ser usada, con regular frecuencia, por analistas políticos como un calificativo más benevolente que el de “House of cards”, para describir actuaciones, estrategias, iniciativas y declaraciones de políticos y funcionarios públicos, consideradas no-tradicionales por estar atípicamente separadas de las posturas ideológicas pregonadas en el pasado por sus interlocutores y/o ejecutores. A diferencia de los escritores de la serie televisiva de Netflix, los analistas políticos hacen alusión a desbalances ideológicos (no morales) en favor del interés de la ciudadanía (no de intereses particulares).

Desde esta perspectiva, el “pragmatismo despiadado” pareciera ser la vacuna para inmunizar al aparato político de esquemas ideológicos rígidos y sus nefastas consecuencias sobre la formulación y ejecución de políticas públicas, dándole al mismo tiempo más preponderancia a los criterios técnicos prácticos en la búsqueda de soluciones para resolver problemas críticos que afectan a la sociedad.

Aunque parezca contradictorio, el uso que le dan los escritores de “House of cards” es más apegado a la realidad cotidiana de El Salvador que el que dan los analistas políticos. Por lo menos en la política salvadoreña, el “pragmatismo despiadado” es sinónimo de estratagemas diseñadas e implementadas con la intención de lograr alcanzar objetivos políticos, partidarios o ideológicos, muy alejados de los añorados por la sociedad. La ciudadanía con poca frecuencia ha salido beneficiada, al contrario. Aunque cuando lo ha sido, ha sido de forma incidental o colateral, no deliberada.

Nunca he escuchado a alguien utilizar el calificativo “pragmático” para hacer alusión a algo positivo en la política de El Salvador. Las personas que he escuchado emplearlo lo han hecho con la intención de revestir algo negativo y cuestionable con una coraza que lo transforme (en apariencia) en algo positivo, osado, efectivo y, en ciertas ocasiones, hasta noble. El pragmatismo en la política salvadoreña está en función de conveniencias temporales alineadas con beneficios individuales o de grupos reducidos. La clave para los políticos criollos que acostumbran esto, descansa en lograr venderlo y esconderlo todo atrás de discursos falsos, pero creíbles.

Bajo esta clase de “pragmatismo”, en nuestro país se han fraguado luctuosas alianzas políticas-partidarias, inconcebibles nombramientos de funcionarios y hasta oscuros experimentos fallidos como “la tregua”. Lo más peligroso del “pragmatismo despiadado” de los políticos salvadoreños, a parte de las obvias y visibles consecuencias resultantes de estrategias, planes y acciones desacertadas, es lo que se logra esconder y mantener invisible. Allí, en la oscuridad de las estratagemas que acompañan estas prácticas, es donde se oculta lo más dañino. Eso que los políticos protegen hasta el último instante del conocimiento público, eso es lo más nocivo para la ciudadanía y su desarrollo.

Este año que inicia un nuevo Gobierno y, además, empieza la carrera electoral en la que se definirá el control de la Asamblea Legislativa, es muy probable que los políticos traten de disfrazar intereses particulares atrás de argumentos que indudablemente orbitarán alrededor de la palabra “pragmatismo”. El uso de este calificativo tiene que despertar escepticismo entre los ciudadanos honestos y propiciar profundas indagaciones para encontrar qué esconden los políticos en sus discursos. Esto es imprescindible para que el electorado tome su decisión completamente informado y, de esa forma, no caiga en trampas tendidas por malintencionados candidatos y partidos.

*Criminólogo

@cponce_sv