Preguntas para un votante indeciso

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Matías Pasarelli en plena disputa del balón en un encuentro frente a Dragón. Foto EDH/Archivo

Por Por Rodrigo Molina*

2013-12-12 6:02:00

Debo confesar algo muy políticamente incorrecto de mi parte. He pensado no votar. No como una muestra pública de mi inconformidad con las propuestas políticas, sino de forma más egoísta, por mi propia tranquilidad moral. Creo que ninguno de los candidatos hiciera un buen gobierno, mucho menos que alguno esté a la altura de solucionar los graves problemas que nos están heredando a las nuevas generaciones. Lo más fácil es lavarse las manos para en un futuro cercano poder decir, yo por este no voté, yo se los dije, y miren lo mal que estamos hoy.

Sé que no soy el único en este barco. Es una conversación que he tenido muchas veces. Coincidimos en el conflicto moral que nos causa tener que votar por el menos peor. No puede ser que nos tengamos que conformar por el menos peor. No puede ser que nos tengamos que conformar por el candidato que consideremos puede ser el menos abusivo, el menos radical, el menos corrupto, el menos nocivo para el país, etc. ¿Qué pasó con la esperanza de construir un gran país? ¿Por qué nos tenemos que satisfacer con tener un país “no tan peor”?

Pensándolo ya por varios meses, hoy me doy cuenta que esta es una falsa decisión. El dejar de decidir es en sí una decisión. El dejar de actuar es en sí una acción. Pregúntate qué es lo más fácil, lo más cómodo, lo más conveniente de hacer, y será eso lo que peor te dejará al final. Todo lo bueno, todo lo grande, requiere de sacrificio, de incomodidad, de dificultad, y si queremos construir un gran país tenemos que ver cómo puercas forjamos bases sólidas de los escombros que nos han dejado. Si simplemente decidimos dejar de construir porque las herramientas que tenemos enfrente son malas, con escombros nos quedaremos.

Decidir no elegir es decidir mantenernos mediocres.

Debemos decidir, no porque el candidato que elijamos solucionará nuestros problemas, porque no lo hará, sino porque al dejar de decidir nos estamos rindiendo, y eso no lo podemos aceptar. El problema de raíz no es que los candidatos sean malos. El problema de raíz es que la gente decente, trabajadora, con criterio sano, no son las personas que están tomando las decisiones políticas en nuestro país, y no son ellos los que están tomando las decisiones en nuestro país por la sencilla razón que los ciudadanos honestos no nos hemos involucrado en la cuestión pública como deberíamos. Cuando la ciudadanía honesta se deja de involucrar en la política, los gañanes toman las riendas del país. Una ley inevitable.

La pregunta entonces no es, quién será presidente. La pregunta que hará la diferencia es, qué tanto nos vamos a involucrar los ciudadanos honestos en la política de nuestro país una vez pasen estas elecciones. Debemos tomar una decisión. Lastimosamente tendremos que votar por el “menos peor”. ¿Quién es el menos peor? Preguntémonos quién será más susceptible a la presión pública. Consideremos a qué gobierno podremos presionar a rendir cuentas. Tomémonos el tiempo de pensar a quién será más fácil jalarle las orejas desde la sociedad civil. Porque el final, que en el siguiente quinquenio se haga un gobierno decente dependerá de qué tan efectiva sea la sociedad civil en presionar al siguiente presidente “menos peor”.

*Colaborador de El Diario de Hoy