La falacia del relevo generacional

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Dos pacientes que eran trasladados en la ambulancia del Fosalud involucrada en el percance resultaron lesionados. Otras dos personas también sufrieron heridas. La Policía informó que el conductor del bus responsable del hecho se dio a la fuga. Foto EDH / Mauricio Cáceres

Por Por Rodrigo Molina*

2013-12-17 6:01:00

Los jóvenes caemos en la trampa de posicionarnos como jóvenes (véase que yo mismo cometo dicho pecado). Reclamando nuestra inclusión en los procesos políticos nos excluimos nosotros mismos. Es cómodo y más seguro quedarnos en el ring de los jóvenes, donde nos llevamos bien y nadie asusta. Pero mientras nos sentemos en la mesa de los “bichos” es demasiado fácil para los fósiles descalificarnos.

A la vieja guardia le conviene tildarnos de jóvenes. Por eso hablan de relevo generacional. ¡Qué vengan los jóvenes! Nosotros les abrimos las puertas, nos dicen ellos. ¡Involúcrense! Aprendan de nosotros, que son los siguientes en línea. Mañana ustedes manejarán el país, ustedes tomarán las decisiones, a ustedes les cederemos nuestros puestos. Pero para mientras no se preocupen, están muy cipotes, nosotros les cuidamos el nido.

El mismo cuento le vendieron a la generación anterior a la nuestra, y la batuta nunca la soltaron.

Nosotros nos equivocamos al insistir que lo que se necesita en nuestro país es un relevo generacional. Ellos siempre encontrarán “jóvenes” que apadrinar, una nueva generación creada en su misma imagen, y el rumbo seguirá siendo exactamente el mismo. Nuestra pasividad sólo asegurará que detrás del trono se mantenga siempre un viejo zorro, y el status quo así perdurará.

No, nuestro país no necesita un relevo generacional. Necesita más que eso. Necesita un relevo intelectual. Necesita un cambio de visión, un cambio de esencia, un cambio de espíritu. Necesita algo que no se puede ceder, algo por lo cual hay que luchar. Algo que definitivamente no lograremos alcanzar sentados en la mesa de los “bichos”.

El primer paso tiene que ver con cómo nos vemos a nosotros mismos. Si nosotros no nos damos el respeto y el reconocimiento que merecemos, si no nos damos cuenta que sí estamos listos para entrar en el ring principal con los guantes bien puestos, entonces no podemos esperar que otros nos lo reconozcan. El miedo al fracaso es la más grande barrera que enfrentamos, pero es necesario que entendamos aquello que entendieron los grandes hombres y mujeres de la historia, que el fracaso solamente es el primer y necesario paso hacia el éxito.

Pongámonos bien los guantes y entremos a ese ring principal entonces, sabiendo que nos caerán un buen par de cachimbazos, pero entendiendo también que no hay nada más poderoso que una idea a la cual le ha llegado su tiempo, y nosotros tenemos las ideas, los principios y las convicciones correctas en nuestra esquina.

*Colaborador de El Diario de Hoy