El derecho de todos

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Dos hombres intentaron asaltar un negocio en Aguilares y el propietario los enfrentó, matando a uno de ellos. FOTO EDH/Archivo

Por Por José María Sifontes*

2013-11-08 5:00:00

Una de las cosas que más se admira de los Estados Unidos es la libertad que tienen sus ciudadanos para expresar sus ideas. Esta libertad está protegida por la Primera Enmienda, que data de 1791, y que cubre además la libertad religiosa y de asociación. La Primera Enmienda es parte del Bill of Rights, las primeras diez enmiendas a la Constitución. Las normas que sustentan la libertad de expresión en ese país tienen una larga y noble historia, que incluye las ideas plasmadas en La Areopagítica, un manifiesto al Parlamento inglés contra la censura de John Milton, el inmortal autor de El paraíso perdido, y el célebre juicio contra John Peter Zenger, el 5 de agosto de 1735.

Ambos casos históricos merecerían un ar- tículo aparte, pero baste señalar algunos puntos relevantes. En su manifiesto, Milton argumenta que es preferible la crítica a la falsa adulación. Indica la conveniencia de tener lecturas de “todos los tipos”. Esto incluye la lectura de cosas que podrían considerarse malas, ya que se puede aprender de los errores y descubrir cuál es la verdad al considerar qué no lo es. Dios ha dado al Hombre el razonamiento, el libre albedrío y la conciencia para juzgar las ideas por sí mismas. De tal manera que las ideas puedan ser rechazadas por decisión del individuo y no por la autoridad. La censura, dice también Milton, es un deshonor para el autor, para el escrito y para el privilegio y dignidad de aprender.

John Peter Zenger era un impresor de origen alemán radicado en Nueva York. En su periódico New York Weekly Journal criticó al gobernador neoyorkino William Cosby de conductas claramente arbitrarias. Haciendo uso de todo su poder Cosby acusó a Zenger de libelo sedicioso y lo mandó a arrestar. El impresor pasó 8 meses detenido hasta que fue llevado a juicio. En ese tiempo (1735) regían las leyes inglesas y una acusación de ese tipo equivalía a condena, pues la crítica a las autoridades estaba prohibida, incluso si fuese cierta. Además de lo anterior el juez había sido designado por el mismo Cosby, de tal forma que las cartas estaban ya echadas. Había un jurado de doce personas pero éste debía acatar las recomendaciones del juez. El día del juicio, que prácticamente sólo era de trámite, sucedió algo insólito. De forma sorpresiva tomó la defensa de Zenger el eminente penalista de Filadelfia Andrew Hamilton. Comenzó aceptando la responsabilidad de Zenger en la crítica al gobernador. Se pensó inicialmente que con esta aceptación el caso estaba cerrado, pero poco a poco Hamilton fue tomando otros cursos, el de lo impropio de un jurado que no tiene libertad para decidir y el de la importancia de la libertad de prensa y el derecho de los ciudadanos a quejarse cuando se sienten ofendidos. “La pérdida de la libertad, para la mente generosa, es peor que la muerte”, “…el hombre que ama a su patria prefiere la libertad sobre otras consideraciones, sabiendo bien que sin libertad la vida es una miseria…”, son dos elocuentes frases de Hamilton en este juicio. Al finalizar, el juez indicó al jurado condenar a Zenger, pero después de una corta deliberación éste lo proclamó “No culpable”. El juicio de Zenger no modificó la ley pero hizo que este tipo de casos fueran menos aceptados por la comunidad y, lo más importante, dio impulso a lo que hoy se toma como un fundamental derecho.

*Médico psiquiatra.

Columnista de El Diario de Hoy.