Amorcito corazón y la pobreza

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Una exgerente bancaria, esposo, hermana y cuñado quedaron libres, la Fiscalía dice apelará el caso. Foto EDH / jeny ventura

Por Por Marvin Galeas *

2013-06-12 6:00:00

Una escena inolvidable de la película “Nosotros los pobres”, es aquella cuando Pepe El Toro (Pedro Infante), le canta a su novia Celia (Blanca Estela Pavón), Amorcito corazón. Pepe canta desde su tallercito de carpintería, mientras Celia lo escucha embelesada mientras fríe un huevo en una cocina donde sobran peroles viejos y falta comida.

El melodrama, que cada domingo por la televisión desde hace más de medio siglo, ha hecho llorar a varias generaciones. Desde el título “Nosotros los pobres”, pasando por el argumento y la caracterización de los personajes, hasta el diseño de los escenarios, apuntan a idealizar la pobreza como sinónimo de dignidad y heroísmo pero de la que no se pude salir nunca.

El pronombre “nosotros” connota una especie de exclusión social al revés. Más que a una clase socioeconómica llamada a luchar violentamente para su liberación, como propone el marxismo-leninismo, evoca a una fraternidad solidaria y, de alguna manera feliz. Los otros, los ricos, aunque nadan en la abundancia, carecen de amor y se les ve siempre infelices. Pareciera que los pobres son los ricos.

La pobreza vista como el más grande de los heroísmos no es, por supuesto, un invento del cine mexicano. Desde hace rato, siglos, los pobres son los elegidos por casi todas las religiones para ser premiados en algún momento en el futuro. “Aunque en esta vida me falten riquezas, sé que allá en los cielos, tengo mi mansión”, dice uno de los más populares cantos religiosos evangélicos.

Incluso la Teología de la Liberación, esa corriente de la Iglesia Católica, vio en los pobres una opción preferencial. Entiende uno que, bajo esta concepción, los pobres serían la razón de ser del evangelio, mientras sigan siendo pobres. De lo que se trataría es de alcanzar cierta dignidad en la pobreza, pero nunca pasarse de la raya, convertirse en rico, porque se perdería la preferencia.

Los pobres que ven la mencionada película se identifican plenamente con Pepe El Toro, luchador, solidario, simpático y guapo. Además cuenta con el amor de una belleza, muy humilde, pero belleza al fin, de la hermosa Blanca Estela Pavón. Nuestro Alfredo Espino en esa misma dirección dice ¿Qué más pedir? con tu amor, el cielo, mi rancho, un árbol y enfrente el cielo, un cerro, y el cafetalito en flor.

Idealizar la pobreza no sólo ha servido para los propósitos del cine y la poesía vernácula. Es el gran negocio de los populistas. El fallecido Hugo Chávez, cuyos hijos viajan en jet privado a Paris para ver conciertos de Madonna, y Cristina Kirchner, la de los Rolex, son un vivo ejemplo del negocio populista: hablar desde las orilla de los pobres, impulsar programas sociales asistencialistas, construir capital electoral, disfrutar el poder, pero no dejar nunca que los pobres dejen de serlo.

Pero la pobreza no se parece en nada al mundo de Pepe El Toro. Ser pobre no es sólo carecer de ciertas cosas. Es vivir a la par de la quebrada que invierno con invierno se desborda e inunda la vivienda. Es vivir al lado de los delincuentes que extorsionan. Ser pobre es no tener para comprar un analgésico que calme un dolor, no digamos para pagar un hospital y curarse de una enfermedad catastrófica.

Ser pobre no tiene, en realidad, ninguna ventaja. Todo lo contrario. Por ello superar la pobreza debería ser la prioridad de todo gobierno y toda sociedad. Pero esto no va a ocurrir impulsando programas sociales asistencialistas. Prueba de ello, es que acá en el país desde que se puso de moda aquello que lo social es la base de todo, la pobreza ha crecido. Así lo confirma la última Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples. Desde 2006 hasta la fecha la pobreza ha aumentado.

Aquellos países en donde más se habla de lo social, como Cuba y Venezuela, es donde más crece la pobreza. En aquellos otros que renunciaron al asistencialismo y optaron por invertir en educación de calidad, construir infraestructura, respetar los contratos y, por ende, atraer inversión extranjera, son los países donde menos pobres hay.

* Columnista de El Diario de Hoy. marvingaleasp@hotmail.com