China, el nuevo “número uno” del mundo

Con cifras ajustadas por paridad de compra, China supera a EE. UU. Pero haciendo las cuentas en dólares el resultado es completamente distinto

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Rascacielos en el centro financiero de Shanghai, una de las principales ciudades de China, que cuenta con más de 23 millones de habitantes. Foto Expansión / DPA

Por DPA

2015-01-05 7:00:00

¿Ha superado China a Estados Unidos como nuevo “número uno” del mundo? Sí y no. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), la economía del gigante asiático adelantó este año por primera vez a la de la potencia norteamericana en términos reales de poder adquisitivo, es decir, si comparamos lo que un chino o un estadounidense tienen que gastar para tomarse por ejemplo un café. Y eso, independientemente de la inflación o el tipo de cambio.

Sin embargo, contabilizando todo en dólares, Estados Unidos supera a China en un 70 por ciento, aunque ambas potencias siguen siendo las dos mayores economías del planeta. Y tomando como referencia la renta per cápita, el rendimiento económico de Estados Unidos es, con sus 53,001 dólares, cuatro veces superior. Estos datos llevan a muchos expertos -sobre todo en Estados Unidos- a considerar las conclusiones del FMI como “no demasiado importantes”, mientras que muchos chinos celebran no sin cierto orgullo haber adelantado a la superpotencia norteamericana al menos en ese punto.

Lo cierto es que China crece. Y pese a la débil coyuntura, con un siete por ciento, mientras que en Estados Unidos sólo se espera un dos por ciento. Por eso, que según los cálculos del FMI basados en el poder adquisitivo, tiene ahora una cuota del 16.5 por ciento de la economía mundial, frente al 16.3 por ciento de Estados Unidos. Y es que el gigante asiático es actualmente más importante que nunca para la economía global, que aún no se ha recuperado por completo de la crisis financiera.

De hecho, ni siquiera China crece tan rápido. Los tiempos en los que las tasas de crecimiento tenían dos dígitos quedaron atrás, y hoy el jefe de Estado chino, Xi Jingping, habla de “nueva normalidad”. Este año la economía crecerá en un 7.3 o un 7.4 por ciento, unas cifras tan bajas como no se veían desde los años 90 y que se sitúan por debajo del objetivo marcado para 2014 de “en torno a un 7.5 por ciento”. Para 2015, este objetivo podría reducirse hasta el siete por ciento.

Pero, ¿qué significa “nueva normalidad”? Significa un cambio de un crecimiento exponencial a un crecimiento medio y rápido que se concentra más en la calidad que en la cantidad. En lugar de ampliar la producción, el reto es mejorarla; en lugar de despilfarrar, hoy se habla de ser más fuertes y más eficientes, y de sustituir los motores convencionales de crecimiento por otros nuevos.

A comienzos de diciembre, durante la conferencia anual de economía, se expusieron los planes para el año nuevo: la “prudente” política monetaria deberá “concentrarse más en encontrar un equilibrio adecuado entre ajustes y relajación”, mientas que la política presupuestaria ha de ser “proactiva” para impulsar la transformación de la economía.

Según los expertos, estos objetivos se traducirán en una relajación de la política monetaria, con un presupuesto ligeramente expansivo y un elevado déficit. Se endurecerá la lucha contra burbujas como la del sector inmobiliario y se seguirá persiguiendo a la banca en la sombra (institutos financieros que funcionan como bancos pero no están sometidos a los mismos controles). Las reformas podrían llegar en todo caso para el sector financiero, pero no se esperan en el sector público.

No obstante, serán necesarias fusiones en la industria ferroviaria y aérea para aumentar la eficiencia de las empresas públicas, confirmó a dpa en Pekín una fuente china cercana a estos planes. “Empresas extranjeras como Siemens o Airbus no tienen ni idea de lo que les ocurrirá aquí”, añade. China quiere pasar de ser la “fábrica del mundo” a convertirse en inversor y operador en otros mercados extranjeros.

Eso sí, esta “nueva normalidad” entraña también riesgos para la economía china. “La presión bajista sigue siendo bastante elevada”, advertían los cerebros de la conferencia económica anual. La demanda global es débil, las exportaciones ya no crecen con tanta fuerza y el hasta ahora sobredimensionado mercado inmobiliario chino se ha estancado y plantea peligros. Una montaña de créditos dudosos podría desembocar también en China en una crisis de la banca.

Expertos sostienen que el crecimiento chino podría incluso caer hasta entre un seis y un siete por ciento. Y aunque la posibilidad de un “duro aterrizaje” con un crecimiento menor al seis por ciento se considera poco probable, cada vez son menos los economistas reputados que la descartan. Y si eso sucediera, sus consecuencias serían palpables más allá de las fronteras del gigante asiático: un debilitamiento tal del crecimiento chino empujaría aún más hacia abajo a la economía mundial.