Caso Carla Ayala arroja más dudas

Cuatro policías del GRP se contradijeron en las declaraciones que dieron, la noche del jueves, durante la reconstrucción de la escena donde fue raptada la agente por uno de sus colegas.

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Uno de los policías que acompañaba en la patrulla al agente del GRP, Juan Josué Castillo, acusado de atacar a Carla Ayala. Foto/Menly Cortez

Por Diana Escalante

2018-03-23 9:16:05

Las piezas claves para armar el rompecabezas sobre el ataque armado y la privación de libertad que cometió el agente del ex Grupo de Reacción Policial (GRP), Juan Josué Castillo Arévalo, contra su colega, Carla Ayala Palacios, continúan sin aparecer a 85 días de registrados los hechos.

Las autoridades no han logrado dar con el paradero de la agente, quien estaba destacada en la Unidad Disciplinaria de Apopa; mientras que Castillo Arévalo está prófugo, pese a que la Corporación policial ofrece por él una recompensa de $5 mil.

Además, las razones que llevaron al policía a lesionar de bala a la víctima sigue siendo un misterio.

A esto se suma que hay varias contradicciones en las declaraciones que rindieron la noche del jueves y la madrugada del viernes -durante la reconstrucción de la escena ordenada por el Juzgado Sexto de Instrucción- cuatro policías del GRP que están siendo procesados por incumplimiento de labores, al haber permitido que su colega se escapara dos veces, la madrugada del 29 de diciembre pasado.

Los agentes que declararon fueron Juan Linares y Josué Pérez, quienes estaban como comandantes de guardia en la sede del extinto GRP. También Ovidio Pacheco y Wilfredo Deras, quienes, tras una fiesta en dicha sede, fueron delegados junto con Castillo para que llevaran a Ayala hasta su casa, en Apopa.

Salieron de la sede policial en la residencial San Fernando, de la colonia Loma Linda, al sur de la capital, en una patrulla. Ayala y Castillo iban en los asientos traseros.

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La jefa fiscal de la Unidad Antipandillas, Guadalupe de Echerría, y el juez Sexto de Instrucción, Roberto Arévalo Ortuño recrearon la escena de la desaparición de Ayala. Ésta se realizó en la base del extinto Grupo de Reacción Policial (GRP) y en las cercanías del redondel conocido como Árbol de la Paz.

Deras y Pacheco relataron ante el juez Roberto Arévalo Ortuño, fiscales, querellantes y abogados que cuando iban por el bulevar Constitución, por la residencial La Gloria, en Mejicanos, Castillo recibió un mensaje en su teléfono que lo hizo enojar: “Eso quería esta perra”, es lo único que dijo antes dispararle a Ayala.

Ellos contaron que no sabían si la mujer estaba herida o muerta, pero contradictoriamente luego dijeron que Castillo les pidió ayuda para “deshacerse del cuerpo”.

Además, los agentes aseguran que no neutralizaron a Castillo porque los llevaba amenazados y que, incluso, al que manejaba le apuntó con la pistola en la cabeza. Cuando le decían que la llevaran a l hospital él respondía: “De ella me voy a deshacer”.

Pese a que, según los policías, iban amedrentados en el camino, al llegar al redondel Integración ellos decidieron retornar a la base para reportar el caso y pedir ayuda a sus colegas para arrestarlo.

Custodios de la Corte Suprema de Justicia, brindaron seguridad al juez que dirigía la diligencia. Foto/Menly Cortez

Otro dato que dieron y genera duda es que a pocos metros antes de llegar al GRP, Castillo les dio un arma y él se quedó con otra. Luego le dijo al motorista que siguiera la marcha. Al llegar, los agentes se bajaron de la patrulla y entraron a reportar el hecho, pero dejaron las llaves puestas. Castillo huyó en el carro con Carla.

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Irónicamente, la sede policial estaba dentro de una residencial que tiene pluma, portón y vigilante privado. Todos esos obstáculos no impidieron que Castillo se fugara.

La Fiscalía y el mismo juez han dejado entrever que es inconcebible que policías entrenados para hacer intervenciones en situaciones difíciles contra delincuentes no hayan neutralizado a su compañero.

Según los imputados, unos policías salieron en persecución de Castillo cuando iba por la Carretera del Litoral rumbo a San Francisco Javier, en Usulután, donde vivía. Al llegar a la zona conocida como El Pedregal, en El Rosario, La Paz, los agentes hallaron a unos colegas y les preguntaron si habían visto pasar un carro policial y, como dijeron que no, volvieron a la capital.

Según la acusación de la Fiscalía, tras huir, Castillo le habría dicho por teléfono a uno de sus compañeros que “ya había tirado del vehículo a la señora (Ayala)”.

Más tarde regresó a dejar la patrulla a la sede del GRP, pero por segunda vez sus compañeros no lo detuvieron, pese a que entró y se tomó el tiempo para entregar las llaves y decirle a sus compañeros: “Ya no soy más del GRP”.

Después se marchó en un vehículo con dos parientes. La Policía lo interceptó en el redondel Árbol de La Paz, pero en la confusión, Castillo se les volvió a escapar.