Adolescentes luchan para seguir con sus estudios

En el país de cada 100 niñas solo 26 acceden a la educación básica

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A Esperanza le pagan todos los días siete dólares por vender pan de 8:30 a 10:30 de la mañana

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2017-02-04 7:27:00

Esperanza Carolina Jiménez dejó las aulas a los 15 años porque su familia no tenía los recursos para mandarla a estudiar y debía trabajar junto a su padre en actividades de agricultura, además de cuidar a sus seis hermanos pequeños y hacer oficios de la casa. Ahora, ella se mantiene de vender pan dulce.

Sin embargo, se rehusó a ser  una de las tantas niñas que abandonan sus estudios por problemas económicos y hoy, a sus 18 años, cursa el noveno grado.  Sacrificio y disciplina están marcando el futuro de Esperanza.

En El Salvador, según la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples (EHPM) de 2015 que hizo la Dirección General de Estadística y Censos (Digestyc), nueve de cada cien niñas entre las edades de siete a 15 años dejan de cursar la educación básica por “causas del hogar”, refiriéndose a situación económica del grupo familiar.

Mientras que 17 de cada 100 menores de 15 a 18 años no cursan el bachillerato  por “quehaceres del hogar”.

Según la investigación, la inasistencia a la educación básica es mayor en niños, ya que de un total de 76 mil 488 niños y niñas de 7 a 15 años de edad, 42 mil 689 niños no asisten al escuela, mientras que la inasistencia en niñas es de 33 mil 799.

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El gerente de programas de Plan International El Salvador,  Adolfo Vidal, dijo que solo 30 de cada cien niñas logran llegar a la educación media, es decir, el 30 %.

Según Vidal, esto se debe, sobre todo, a factores culturales porque las familias prefieren que la niña o adolecente se dedique a realizar actividades hogareñas o trabajar en lugar de estudiar.

Esfuerzo

Este fue el caso de Esperanza durante los últimos dos años, ya que por las necesidades del hogar y por ser la hija mayor,  sus padres decidieron que ella no siguiera estudiando.

Esperanza es originaria de Tacuba, Ahuachapán. Este año reanudó sus estudios porque un tío  se hizo cargo de los gastos, para ello tuvo que dejar a su familia y venirse a vivir a San Salvador.

“Me vine porque mi tío me está ayudando con los estudios para seguir adelante y porque quería trabajar para ayudarles a mis papás”,  dijo.

Ella vende pan dulce y pan francés, de lunes a viernes, de ocho a diez de la mañana frente al Árbol de Dios , ubicado en la avenida Masferrer, en San Salvador.

El día  de Esperanza inicia a las tres de la madrugada y una hora después sale de su casa hacia la tienda donde le dan el pan; comienza su venta a las 8:30 de la mañana.

“Me dan el pan para que lo venda, a las ocho de la mañana ya estoy aquí vendiendo”, explicó.

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Al día le pagan siete dólares, asegura que el dinero que recibe lo guarda para poder llevárselo a sus padres o comprar “cosas para la comida” cada fin de semana que los visita, porque sabe que las necesidades de su familia, que incluye sus seis hermanos, son muchas.

El padre de Esperanza tiene 42 años y la madre 32, ellos cultivan y después venden los productos para poder alimentar a sus hijos.

El dinero que le pagan a diario también lo utiliza para comprar materiales que le piden en la escuela, pues a pesar de estudiar en una escuela pública y la ayuda que le da su tío, no es suficiente para cubrir todas sus necesidades educativas.

Su horario de estudio es de 12:30 a 5:00 de la tarde,  por lo que sus tareas académicas las realiza después que llega de vender y durante la noche.

“Cuesta trabajar y estudiar, pero uno debe de esforzarse y seguir adelante para ser alguien en la vida”, comentó.

El sueño de esperanza es estudiar el bachillerato en Salud y después “si se puede estudiar la universidad” para llegar a tener un buen trabajo y poder sacar adelante a su familia.

Según Vidal, la educación de las niñas deja de ser prioritaria entre los 14 a 16 años.

“La brecha se comienza a ver cuando las niñas están terminando el noveno grado porque sus funciones se limitan a las funciones de la casa o cuidar a sus hermanitos”, explicó.

Un mejor futuro

La EHPM describe que  en 2015 de un total de 6 millones 34 mil 589 personas, entre los cuatro a 34 o más años de edad,  asistieron a algún centro educativo.

De estos, 2 millones 856 mil 253 pertenecen al género masculino y 3 millones 178 mil 336 pertenecientes al género femenino.

El estudio señala entre los 10 a 28 años de edad, en el sector femenino, una de las causas de inasistencia escolar es el desinterés.

Los datos de la encuesta registran que en el rango de edad entre los 10 y 28 años, 117 mil 797 niñas, adolescentes y adultas no estudiaron por apatía.

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Según la encuesta, de un total de 100 adolescente a 31 no les interesa estudiar, lo que significa el 31 %.

Por esta razón dejó de cursar el octavo grado Sara Claribel Martínez, ahora ella tiene 25 años y lamenta no haber seguido sus estudios.

“Tal vez si yo hubiese estudiado tuviera un mejor trabajo y no me estuviera asoleando y gritando aquí todo el día”, dijo.

Ella se dedica a vender verduras en el mercado central de San Salvador y es madre soltera de dos niñas.

Asegura que su único propósito es trabajar para que ellas puedan estudiar, tener un buen trabajo y mejores oportunidades en la vida.

Sara no tiene quién le cuide a sus dos hijas, por lo que a las cinco de la mañana están con ella en el mercado. Las niñas aún llegan a dormir.

Sus dos hijas estudian en un kinder de San Marcos y todos los días, a las 12:30, las va a dejar a la escuela; regresa a vender y luego, a las 4:30, va por ellas y se las vuelve a llevar a su puesto mientras llegan las siete de la noche cuando termina su jornada de trabajo.

Al día sus ingresos rondan los diez dólares cuando “está buena la venta”, sino entre los  cinco y siete dólares.

Sara pertenece al sector de la población subempleada por no tener un trabajo e ingresos fijos. En 2015 se registró que 29 de cada 100 personas estaban dedicadas al comercio o trabajos ocasionales con ingresos menores al salario mínimo.

Comentó que  a veces el dinero no le es suficiente porque alquila un cuarto y paga cinco dólares diarios para poder tener un lugar donde llevar a sus niñas, debe comprar la comida, además de otros gastos extras que tiene.

La semana antepasada fue difícil porque tuvo que ahorrar todos los días para comprar algunos de los libros que les han pedido a sus niñas en el kinder.

Jennyfer Michel tiene seis años de edad y está empezando la preparatoria, Marjorie Nicol tiene cinco y está en kinder. Sara asegura que ambas demuestran mucho interés por aprender y eso la hace sentirse orgullosa.

El sueño de esta joven madre es que algún día sus hijas lleguen a ser doctoras, pues las niñas le han manifestado que eso quieren ser cuando estén mayores.

Según la Encuesta de 2015 de la Digestyc, de cada cien niños entre las edades de cuatro a seis, solo 33 asisten a kinder y parvularia.

Una de las causas de inasistencia en niños de cuatro a seis años es que “padre o la madre, o ambos, no quieren” que los niños estudien.

Este segmento es de un total de 56 mil, 30 mil 459 son niños y 25 mil 541 niñas.

Sara asegura que los padres que creen que no es necesario mandar a los niños a la escuela están equivocados porque el convivir con otros niños y aprender nuevos temas les ha ayudado a sus hijas.

“Los padres debemos preocuparnos para que nuestros hijos estudien porque de eso depende el futuro de ellos, para que sean alguien en la vida”, afirmó.

Vidal dice que en el país se debe trabajar mucho para que los niños puedan accedan a la educación.