El sueño de don Jorge Umaña era hacer crecer la ganadería. Con mucha experiencia en el manejo de los semovientes, Umaña creyó que podía dar el siguiente paso para procesar la leche que producían sus vacas.
La oportunidad le llegó en 2011 cuando el proyecto Fomilenio I prometió facilidades crediticias para los micro empresarios de la zona. “Yo ni siquiera sabía cómo optar a estos créditos. Ellos (técnicos de Fomilenio) me dijeron que tomara el dinero y que ellos me iban a ayudar y a asesorar y de todo me prometieron”, dice el empresario agropecuario.
Pero confiado en que le beneficiaría más adelante, se encaminó en el proyecto y comenzó a solicitar todos los permisos. “Necesitaba permisos de inocuidad, de medio ambiente”, recuerda Umaña.
Pero el embargo llegó antes que los permisos. “Me dieron largas en las instituciones y nunca pude construir la planta porque no tenía los permisos. Pagué los primeros dos años y ya en el tercero se me fue más difícil”, recuerda el empresario.
Su caso aún no recibe orden de embargo, pero es cuestión de días para que el juez de lo Civil y Mercantil también dé una sentencia ejecutoria sobre sus propiedades. “Aquí nos engañaron completamente. Y todos se pasan la bola. No hay nadie que se responsabilice de lo que nos prometieron”, recuerda Umaña.