La madre de Carlos López, una septuagenaria, residente en un barrio de San Salvador, se mantuvo serena todo el día dentro del pick up de la funeraria que contrató para que le diera el servicio a su hijo.
Mientras esperaba a que le entregaran el cuerpo de su familiar, ella relató que Carlos, de 40 años, fue asesinado con José Alonso Hernández, quien además de compañero de trabajo era su vecino.
Según ella, la tarde del jueves, empleados de una funeraria llegaron a su casa a preguntar por la familia de Hernández, para avisarle que él había sido asesinado mientras trabajaba en San Juan Opico, La Libertad.
Al escuchar eso, la madre de López le pidió a su nuera que acompañara a la escena del hecho a la esposa de José y averiguara qué había pasado con su hijo, porque sabía que ellos siempre andaban juntos.
Unos minutos después de que la cónyuge de Carlos se había marchado, los trabajadores de otra funeraria llegaron a decirle a la señora lo que sospechaba: su hijo también estaba entre las víctimas de la matanza.
López tenía varios años de trabajar para la empresa de energía eléctrica. Según ella, en una ocasión, Carlos le contó que él y sus compañeros abandonaron un proyecto porque los lugareños donde estaban trabajando les advirtieron que ahí era peligroso.
“Un señor les dijo: ‘miren, tengan cuidado porque a veces entran vendedores y ya no salen’”.
La entereza que ayer mostró la septuagenaria se rompió cuando recordó que Carlos solía llevarse al trabajo a su hijo, de 10 años. El miércoles, un día antes de la masacre, el hombre le pidió al menor de edad que lo acompañara al lugar donde estaba trabajando aprovechando que no fue a la escuela.
“Si hubiera sido un día antes (la masacre) hubiera muerto el niño; él ahora dice: ‘mejor hubiera ido y estuviera junto con mi papá’. Viera cómo era de pegado con él”, contó entre lágrimas la señora.
Carlos , quien era oriundo de Cabañas, era el único que llevaba el sustento al hogar.