La minería en el limbo

El Salvador aún no sienta posición ante la minería, ni la regula ni la prohíbe

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Los güiriseros de San Sebastián han hecho de la mina una fuente de ingresos. La minería artesanal no está contemplada en la ley de Minería y no hay programas para atender a los trabajadores.

/ Foto Por Mauricio Castro

Por Xenia González Oliva

2015-12-18 6:50:00

El cerro siempre ha estado ahí cuando lo necesitan. Cuando todo el sudor depositado en milpas y frijolares resulta en plantas maltrechas por la sequía; cuando no hay nada más que hacer al terminar la escuela y los jóvenes solo pueden volver la mirada al campo o a los caminos que los lleven fuera del país.  

Después del cerro no hay nada más para los mineros artesanales, mejor conocidos como güiriseros en San Sebastián. Eduardo apenas se acerca a los 20 años y ya lleva cinco enterrándose cada día en los túneles de la mina San Sebastián, situada en el cerro del mismo nombre del cantón Copetillos, en Santa Rosa de Lima, La Unión.

La mina San Sebastián forma parte de un grupo de 15 antiguos trabajos mineros que existen en el país.
Recientemente el Fondo de la Iniciativa para las Américas (FIAES) presentó un diagnóstico, quizá el más extenso realizado en el país alrededor del tema. Los investigadores que lo llevaron a cabo advierten   que, a diferencia de San Sebastián, el resto de los sitios mineros están sin actividad; pero todos fueron abandonados sin recibir las medidas de remediación necesarias.

Mapa de ubicación de los 15 antiguos trabajos mineros que fueron cerrados sin que se realizaran las acciones de remediación necesarias: 

El estudio, llevado a cabo por iniciativa de la Dirección de Minas e Hidrocarburos del Ministerio de Economía, reveló que después de años de cierre persiste un impacto en la flora y fauna del sitio, que además conlleva un riesgo para los habitantes de las zonas aledañas.

La minería metálica, no metálica y artesanal ha sido relegada de la agenda gubernamental, afirma el estudio. 

El limbo en el que se encuentra la minería se evidencia al consultar con geólogos, ambientalistas, diputados de la comisión de Medio Ambiente e incluso el juez de Medio Ambiente. Cada uno advierte que la minería está fragmentada y carece de un marco técnico y legal que la regule adecuadamente.

La comisión de Medio Ambiente de la Asamblea Legislativa tiene en su cajón ocho iniciativas de ley relacionadas con la minería. 

Siete han sido propuestas por organizaciones ambientalistas que plantean una completa prohibición de la minería. En 2011, el gobierno de Mauricio Funes, ingresó una propuesta que contemplaba brindar permisos de exploración y explotación a empresas que generen condiciones ambientales adecuadas antes de iniciar el desarrollo de la explotación.

Desde el 2011, la comisión de Medio Ambiente no ha tocado el tema de la minería, acepta el diputado del FMLN, José Santos Melara.

De hecho, el juez a cargo del tribunal ambiental, Samuel Lizama, señala que la Ley de Minería que sigue vigente es de 1995, pero fue creada sin conceptos de protección y atención al medio ambiente; es decir, está solo enfocada en el desarrollo de las empresas y la explotación minera.

Lizama indica que para poder regular su implementación es necesario apoyarse en la Ley de Medio Ambiente que exige que se lleven a cabo estudios de impacto y factibilidad antes de poder recibir una concesión.

“Este estudio da las primeras luces de un tema que había estado no atendido adecuadamente en el país. Y plantea las medidas de remediación y mitigación para antiguos sitios mineros, principalmente minas de oro y plata”, expuso Jorge Oviedo, representante de FIAES, durante el lanzamiento de la evaluación final de riesgos y propuesta de medidas de remediación en 15 pasivos ambientales mineros de El Salvador.

Entre el 2000 y 2010, la dirección de Minas e Hidrocarburos del Minec recibió 95 solicitudes, tres de explotación minera y 92 de exploración de parte de distintas empresas. 

Sin embargo, las concesiones se mantienen paralizadas después de que se emitiera un proceso formal de moratoria administrativa a los proyectos mineros en 2009.

No obstante, la minería no metálica, como el caso de las canteras que extraen materiales pétreos, sigue implementándose.

Lizama ha recibido varios casos y ha logrado suspender los permisos de una cantera que estaba ubicada en San Marcos.

Los más relegados

Pero quienes cada vez se hunden más en ese limbo jurídico y administrativo, sin nadie que vele por su salud y seguridad, son los güiriseros de San Sebastián.

El estudio de FIAES sostiene que son más de 300 los mineros artesanales que dedican sus días a escarbar en el cerro y sacar lo necesario para sobrevivir cada día.

Eduardo calcula que con todo el tiempo que lleva partiéndose la espalda adentro de la mina apenas ha ganado una cuarta parte de su esfuerzo. 

“¿Cree que no estoy hundido en este cerro?”, comenta mientras se hunde aún más, desplazándose con destreza en medio de los túneles que cada vez se hacen más pequeños, como si el espacio fuera tragado por la oscuridad. 

La estructura, abandonada después de haber pasado de mano en mano por distintos dueños y empresas, siguió siendo visitada por los güiriseros que aprendieron el oficio cuando eran niños de padres o abuelos que trabajaron cuando la mina todavía funcionaba bajo la tutela de una compañía.

Jóvenes como Eduardo se han alimentado de la experiencia de güiriseros como José Flores, de 48 años, quien comenzó a trabajar en la mina a los 11 años. 

Alrededor de la mina se ha formado una comunidad. 

Los güiriseros son conscientes de las distintas opiniones que existen sobre la minería en el país. No ignoran que unos quieren que se prohiba y otros que se permita, pero con las regulaciones y medidas de protección ambientales adecuadas. Los güriceros conocen la relación entre la minería artesanal, la destrucción, la contaminación y la muerte.

Pero es lo único que tienen, y no han podido evitar construir una imagen casi romántica de su labor, de ese cerro y esa mina, cuando se convierte en la respuesta para evitar quedarse sin nada después de que han perdido meses de esfuerzo en una milpa que se malogró. 

Han creado mitos: “el cerro es hembra, no pueden entrar mujeres porque se pone celosa y entonces no da”. 

Han creado un grupo de soporte: al final de la jornada hay grupos de güiriseros que se reparten entre todos lo que han logrado sacar después de haber picado y molido la roca que sacaron. Esto, con la esperanza de que entre varios hayan podido atrapar más de ese oro que persiguen. 

Los comerciantes de Santa Rosa de Lima les pagan a $30 el gramo de oro. A veces pasan días para que logren llegar a ese gramo.

Pese al romanticismo con que ven su oficio, este no deja de ser cruel.

Al borde del mediodía Eduardo y José salen del hueco de la mina, tan empapados de sudor como si hubieran pasado debajo de una regadera.  

En el pequeño campamento que han hecho afuera de la mina los esperan botellas con agua. Ahí está Narciso Flores, de 59 años, quien ya lleva más de media hora picando con un martillo su broza, como llaman al material extraído de la mina.

Cada quien se lleva parte del puñado que reparten al final de la jornada. El proceso sigue en sus casas donde tienen sus propios molinos y continúan deshaciendo la tierra hasta que solo queda una especie de lodo que mezclan con el azogue, para poder sacar el oro del resto de los minerales.

El azogue es el mercurio, que consiguen por unos pocos dólares en las farmacias del pueblo. Después de completar la mezcla, los mismos güiriseros deben poner a tostar la amalgama para finalmente extraer el oro. Parte del mercurio se evapora en el proceso.

“En Estados Unidos dicen que el azogue es veneno.  Y aquí uno lo juega”, comenta José, quien vivió durante 18 años en Estados Unidos y piensa en lo risible que sería para él la reacción de sus antiguos jefes si vieran cómo utiliza el mercurio para trabajar. 

El abandono de los mineros artesanales es un problema no solo de El Salvador. 

Informes realizados en América del Sur, como   “Abriendo Brecha: Minería, Minerales y Desarrollo Sustentable”, señalan cómo los gobiernos, las empresas y los ambientalistas tienden a rechazar la minería artesanal o simplemente la mantienen en el olvido, sin prestar atención al estado de los trabajadores o a los impactos sociales y ambientales que estén ocurriendo.

Un dilema que persiste

La falta de una política gubernamental sobre la minería en el país y la situación de los güiriseros ha llamado la atención a la empresa Condor Gold S.A. 

“Hay oposición a la minería legal, pero no se dice nada en la ilegal. Ellos sí utilizan mercurio, sí contaminan el medio ambiente. El mercurio no es algo que se evapora, se mantiene en la cadena alimenticia”, sostiene Mario González, gerente administrativo de Condor Gold, una empresa minera que posee cuatro proyectos concesionados en el país, que han sido congelados administrativamente. 

El director de Biosistemas Networks, la consultora que realizó el estudio de minería en el país, Juan Pablo Domínguez, destacaba la necesidad de atender a los más de 300 güiriseros de San Sebastián. 

“No hay datos del estado de salud de estas personas. No se sabe cómo evoluciona en estas condiciones tan duras”. 

El estudio propuso garantizar una fuente alternativa de ingresos para los mineros artesanales.

Uno de los problemas en torno a la minería artesanal es que ni siquiera está normado en la Ley de Minería. 

“Criminaliza a un sector de la población que históricamente ha hecho este trabajo en el país. Simple y sencillamente la ley pone una serie de requisitos para la minería que los mineros artesanales no pueden cumplir”, considera Pedro Cabezas, representante de la organización canadiense Salvaide.

González propone el modelo Bonanza, que Condor Gold  implementa en proyectos de Nicaragua. El modelo busca unir a la minería artesanal con la industrial.

El hecho de que los güiriseros se lleven la broza para procesarla dentro de sus casas con  mercurio implica un grave riesgo para su salud, señala el representante de Condor Gold.

“Nos han metido un miedo a las minas y al cianuro, pero no se toma en cuenta el uso libre de mercurio que existe”, expone González, en referencia al proceso de la minería industrial.

En minas industriales pequeñas, los materiales extraídos son procesados en tanques de cianuración, dentro de un circuito cerrado.

González asegura que existe un código con un protocolo estricto para el uso del cianuro. Además, explica que dentro del modelo Bonanza se implementa una regulación a la minería artesanal en la que se prohibe la mano de obra infantil y se genera el pago de impuestos para el país.

En el caso de Nicaragua, la empresa compra la broza a los güiriseros y paga parte del proceso.  

Desde la entrada a la mina San Sebastián, José piensa en lo que ha escuchado sobre las minas en Nicaragua.

“Fuera bueno formalizarlo. Creo que con una compañía ya es difícil entrar, pero con una cooperativa quizá sí”, comenta. Para los güiriseros, una cooperativa sería lo más cercano a la estabilidad que podrían tener. Pero Cabezas no lo cree posible: “Ninguna forma de minería es viable en el país”, sostiene. 

Para el presidente Cripdes, Bernardo Belloso, tampoco debe haber discusión sobre el tema. “En el país no vemos que hay viabilidad para poder desarrollar cualquier tipo de actividad minera, llámese metálica o artesanal”, apunta.

Frente a todos los hallazgos, Domínguez considera que lo más importante es que la discusión sobre la minería sea rescatada del limbo en el que se encuentra y se atiendan las necesidades generadas a su alrededor.

Con resignación, José cree que en algún momento ya no podrán entrar a la mina. 

“El que se encargue de venirla a cerrar que se encargue de conseguirle trabajo a todos. Por lo menos, la juventud aquí se entretiene y ¡ya cerrando esto, ya me cuenta!”, advierte.