Jóvenes víctimas de las pandillas en todo el país

Tres jóvenes víctimas de las pandillas cuentan su testimonio de lo que viven a diario en el país. Uno de ellos fue secuestrado, por media hora, por pandilleros de la MS en el centro de San Salvador. 

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Conozca los testimonios de varios salvadoreños a quienes el ser joven en El Salvador los ha marcado permanentemente.

/ Foto Por elsalv

Por El Diario de Hoy

2015-12-28 6:38:00

Juan tiene 23 años. Antes visitaba con frecuencia el centro de San Salvador y no tenía miedo de hacerlo.

Le gustaba ir al Teatro Nacional y compraba libros usados en una venta ubicada en la esquina del parque Morazán.Lo hacía hasta que una noche a principios de este año, el centro capitalino perdió el atractivo para él, al igual que muchos jóvenes víctimas de las pandillas.

Eran las 8:10 p.m. de un martes, el único día de la semana que Juan salía a esa hora de clases. Abordó un bus de la ruta 52 que lo llevó desde la universidad hasta el parque San José, sobre la 3a. Calle Poniente. 

Vestía en esa ocasión una camisa azul oscura manga larga, un jeans también oscuro y botines negros. Sobre su espalda, su mochila, en ella lleva el tomo II de los cuentos completos de Julio Cortázar, sus cuadernos, su celular, la billetera y una chamarra verde. 

Aunque se bajó en la 3a. Calle Poniente tenía que caminar hasta la 5a. Calle Poniente, para tomar la coaster que lo llevaría a su colonia, para ello debía atravesar la 4a. Avenida. 

En esa avenida, vio  a una niña en un puesto de DVD’s que lloraba porque se había caído. Se distraía al escuchar el llanto y un hombre de unos 30 años le tomó su brazo izquierdo. 

Atrás de él también iba otro joven, de la misma edad que Juan. Uno de los sujetos, el mayor, usaba zapatos Nike color negro, el resto de su ropa, al igual que la del otro hombre, los disfrazaba de simples transeúntes por el centro capitalino.

– ¿De dónde sos?- le preguntó el sujeto que le había tomado el brazo.

– De por ahí nomás- respondió Juan.

– ¿Y de dónde de ahí nomás, pues?- volvió a preguntar el sujeto. La respuesta de Juan fue la misma. 

– Entonces nos vamos a ir para allá a lo oscuro y te vas a levantar la camisa. Nos vas a enseñar si andás tatuajes – insistió el hombre. 

– No, es que no ando tatuajes- replicó Juan.

 Intentó oponerse a que se lo llevaran. Les dijo que tenía que ir a tomar el bus para volver a su casa, ellos le prometieron que lo acompañarían para que lo hiciera, pero que no “calentara la zona”.

Le insistieron que caminaran desde donde estaban para salir de nuevo a la 3a. Calle Poniente, una esquina más abajo de la parada donde él se había bajado del bus.

 ”La principal arma que  andás contra vos mismo es el DUI”

Al estar en esa esquina los sujetos giraron a la izquierda, en dirección a una terminal de Tica Bus.

Juan les indicó que no conocía esa parte del Centro, los sujetos lo tranquilizaron diciéndole que si no era policía no tenía de qué afligirse, que ellos solo matan a policías.

– Igual, ya nos vas a enseñar el DUI- advirtió  el individuo que todavía lo sujetaba del brazo.

“Si vos te fijas, la principal arma que  andás contra vos mismo es el DUI”, aclaró Juan antes de continuar con su relato. 

Al escuchar a los hombres, quienes para entonces ya se han identificado como pandilleros de la MS, Juan lo único que pensó es la forma en la que podría esconder ese documento.

El lugar donde él vive es dominado por la pandilla 18, y aunque él no es pandillero, sabía que por mostrar su dirección lo podían matar. También le preguntaron por el dinero que portaba y lo amenazaron que si mentía con la cantidad que porta lo matarían.

Juan tenía $30 en su billetera, el dinero es para los gastos de la semana, más $2 en moneda que había guardado en una bolsa de su pantalón, reservado para sus pasajes.

El DUI estaba en su billetera, y esta en su mochila. Entonces, creía que la única forma de no mostrar su documento era cuando sacara el dinero, en un descuido, guardara la billetera en su pantalón, para cuando pasara un bus o un carro que hiciera ruido, la tiraría a la calle y así perdería lo que tenía en ella. 

Sacó su dinero, lo  entregó y guardó su billetera en la bolsa de atrás de su pantalón. Todavía no sabía dónde lo llevaban. Abandonaron la 3a. Calle Poniente, luego giraron hacia una calle que Juan sabía que podía llevarlo a la Avenida Independencia. Los sujetos le dijeron que iban a llamar a su jefe y a “otros” para que lo interrogaran.

Le preguntaron qué andaba en la mochila. Él les dio una lista de lo que llevaba. Quien lo sujetaba del brazo le pidió la mochila. Juan solo sacó el libro de Cortázar y se la dio. El pandillero sacó la chamarra, se la puso y se quedó con la mochila. 

Para intimidarlo también le preguntó qué tipo de “números comprometedores” tenía en el celular y qué estudiaba. “Ningún número”, respondió Juan, y a pesar que estudiaba derecho, les dijo que era estudiante de diseño. 

Al llegar a un callejón, antes de incorporarse a la Avenida Independencia y que conduce al parque Zurita, le ordenaron  que caminara, que no corriera, lo amenazaron, que no viera para atrás. 

Hizo lo que le pidieron por corto tiempo. Cuando caminó algunos metros, vio hacia atrás. Los dos hombres estaban en una esquina, ambos revisaban minuciosamente la mochila y comentaban sobre lo que encontraban. Uno de ellos también hablaba por teléfono.

Juan desobedeció otra vez y volvió a ver hacia atrás. Había llegado al final del callejón, sin darse cuenta caminó casi 25 metros. Los sujetos lo miraban, pero luego, frente a ellos, un señor que pasó en una bicicleta los distrajo al caerse. El joven pensó que era su momento para escapar y corrió hacia su izquierda, su intención fue llegar hasta la Juan Pablo II. 

Sin darse cuenta había corrido hasta el lugar donde los sujetos lo interceptaron. Nadie lo persiguió, así logró llegar a la terminal del Sitramss que está a un costado del parque Centenario. Su esperanza era que algún soldado o policía le ayudara. Ninguna autoridad estaba en el lugar. Miró que una coaster que iba hacia su colonia pasó  cerca de donde él estaba. Logró alcanzarlo y le dijo al motorista que lo llevara gratis, que lo habían asaltado, él accedió. Había pasado media hora y solo llevaba consigo el libro de Cortázar. 

 Juan fue víctima de la delincuencia en el Centro de San Salvador, zona donde hasta el momento las autoridades reportan a 20 jóvenes desaparecidos. Él ya no viaja por esos lugares, no quiere que le suceda lo mismo que le pasó a alguien que vivía en su colonia y que tenía su edad: desapareció por la zona en la que antes transitaba y hasta el momento no lo han encontrado.

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