Profesor del INTI se fue a Japón a aprender robótica y ahora les enseña a sus alumnos

En 1973 por primera vez un salvadoreño logró una beca a Japón. Desde entonces 82 salvadoreños  han logrado obtener una beca para realizar sus estudios en Japón. Decenas de jóvenes aplican cada año a las becas Monbukagakusho.

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Judith Umaña y Melvin Orellana son dos de los 82 becarios salvadoreños que han cursado especializaciones en Japón. El primer beneficiario de el programa de becas que otorga el Ministerio de Cultura de Japón fue Roberto Rendón en 1973.

/ Foto Por elsalvadorcom

Por Xenia González Oliva

2015-10-15 9:00:00

El año y medio que Melvin Orellana pasó como estudiante e investigador en Japón fue revelador para reforzar su forma de enseñar. 

Orellana es docente de electrónica del Instituto Técnico Industrial (INTI), mientras en el instituto nacional está expuesto a deficiencias por las mismas limitantes económicas, en Japón encontró universidades con laboratorios disponibles día y noche, con todas las herramientas que pudiera necesitar. 

“Tanto en las escuelas públicas o privadas ellos tienen todos los recursos, y acá hay más dificultades, pero eso no es excusa para poder desarrollar proyectos innovadores”, afirmó Orellana, al rememorar sus experiencias en el país asiático. 

Para obtener la beca Monbukagakusho como docente, Orellana propuso un proyecto de investigación enfocado en sus conocimientos de electrónica. Su propuesta era desarrollar  sistemas operativos para android que permitan controlar diferentes dispositivos electrónicos desde los celulares. 

Su viaje a Japón lo realizó en octubre de 2013 e inició sus estudios en japonés en la universidad de Osaka. Fueron cursos intensivos y necesarios, ya que Orellana requería poder comunicarse en japonés para la siguiente etapa de sus estudios. 

Entre sus primeras experiencias estuvieron el poder vestir un kimono y participar en una ceremonia de té, tan tradicional en Japón. También tuvo la oportunidad de visitar diversos templos. 

No obstante, la mayoría del tiempo se centro en una maratónica carrera por cumplir su proyecto. Las investigaciones las desarrolló en la universidad de Wakayama.

Pronto logró completar su proyecto que consistió en construir un vehículo que fuera controlado con el celular. Pero debido a que aun le quedaban meses de su beca, le propusieron realizar otro proyecto, que esta vez era más complejo. Se trataba de un robot que resuelve laberintos.

El robot debe tener sensores ultrasónicos y ópticos que le permiten recorrer un laberinto desde la línea de entrada al centro y después salir.

“Fue un  proyecto más difícil,  pero fue también un logro muy importante para mí”, dijo Orellana. 

Antes de regresar al país logró conseguir materiales y componentes electrónicos para sus clases en el INTI donde actualmente trabaja con sus estudiantes en proyectos de robótica. “Lo que yo aprendí ahora lo estoy compartiendo con los estudiantes”, dijo Orellana.