Guillermo creyó en sí mismo, apostó alto y llegó hasta las aulas de Oxford

El joven originario de San Salvador aplicó a una beca para poder estudiar durante un año la Maestría en Políticas Públicas en el prestigioso centro de estudios

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El salvadoreño Guillermo Miranda Cuestas estudia una Maestría en Políticas Públicas en la Universidad de Oxford, en Reino Unido.

/ Foto Por Cortesía

Por Susana Joma

2015-10-22 6:00:00

Cada día Guillermo Miranda Cuestas escribe su historia en la Universidad de Oxford. 

Este salvadoreño, graduado del Liceo Salvadoreño con una nota 9.6 en la Prueba de Aprendizaje (Paes), estudia actualmente la Maestría en Políticas Públicas en las aulas de Oxford. Esto es así gracias a una beca otorgada por el Programa Chevening del gobierno de Reino Unido.

Guillermo, de 27 años, se graduó como licenciado del Instituto Especializado Escuela Superior de Economía y Negocios (ESEN), donde estudió Ciencias Jurídicas. Él es un joven bien dispuesto y ávido de vivir nuevas experiencias. Es así como en 2009 hizo un intercambio académico que lo llevó a a las aulas de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

Al graduarse de la ESEN estuvo en el primer quintil de su promoción y, aunque allí no tuvo un cum sobresaliente, sí  destacó cuando  estudió una Maestría en Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Salamanca. En dicha institución obtuvo un cum de 9.2.

Miranda Cuestas empezó su vida académica en Oxford el pasado mes de septiembre y estará allí por un año.

“La dinámica de aprendizaje es única, nos empujan no sólo a leer y escuchar, sino a pensar por uno mismo y a sostener posturas propias. El trabajo en equipo es cotidiano y cada alumno tiene un tutor pendiente de sus avances o desafíos”, comenta Guillermo.

En este momento cursa las materias de Filosofía y Economía. “Aunque soy abogado, las clases de Economía y Filosofía que llevé en la ESEN me han ayudado demasiado”, comenta.

Desde que empezó a estudiar derecho en la ESEN, el menor de tres hermanos se veía a sí mismo estudiando en Oxford  por varias razones:  por su historia, porque es una de las mejores universidades del mundo y porque su mentora, que también estudió en Oxford, lo motivó a confiar en él, a enfrentar sus miedos y apostar alto.

Según cuenta, se enteró que había sido aceptado mientras terminaba un ensayo para la universidad, en España.

“Desde que leí el correo (con la notificación de que había sido aceptado) comencé a gritar como loco, luego llamé a mis papás. Pasada la emoción queda un sentimiento de fortuna y gratitud, pero al mismo tiempo de compromiso”, externó.

Al consultarle porqué decidió tomar esa maestría, sostiene que lo hizo porque tiene un enfoque eminentemente práctico.

“(La maestría) no se centra en la investigación, sino en personas dispuestas a transformar la realidad desde el servicio público o desde el sector privado”, subraya.

Guillermo, quien estará un año estudiando en Oxford, ha participado en política a través de iniciativas ciudadanas, sobre todo en temas de transparencia y participación e institucionalidad.

También es asiduo con la pluma por lo que escribe para este matutino desde hace varios años y recientemente realizó una consultoría para la Secretaría de Asuntos Políticas de la Organización de los Estados Americanos (OEA).

Hasta el momento su mayor reto ha sido adaptarse al clima y a la comida. “No hay nada como los vientos de octubre, el sol permanente, la playa cercana y las pupusas de cada domingo”, dice tras experimentar las características lluvias de aquél país.

¿Qué tan difícil ha sido adaptarse al ritmo de Oxford y a estar lejos de su familia? El joven Miranda Cuestas sostiene que para nada ha sido tan difícil porque el Internet acorta distancias y el ritmo de la universidad y de la ciudad es tan acelerado que no hay mucho tiempo para la nostalgia. “Eso sí, todos los días leo las noticias de El Salvador”.

En su estadía en Oxford ha conocido a otros salvadoreños. Una que recién finaliza su maestría en Antropología, otro que se encuentra en MBA y uno más que está por iniciar su doctorado.

Según dice, se hacen nuevos amigos desde el primer día, porque cada estudiante está afiliado a un colegio de los 38 que conforman la universidad y en cada uno hay una vida social bastante intensa.

Para él, la interrelación con otras personas que conoce en Oxford es otra forma de aprender.

“Cada plática en la cafetería, en el bar o en los pasillos es conocer una experiencia nueva de cualquier parte del mundo. Uno se siente pequeño y así aprende más. En mi clase hay personas de 55 países. Es una escuela de culturas impresionante”, subraya.

Un día normal para Guillermo inicia entre las ocho y nueve de la mañana y termina a eso de las diez de la noche. Y aún así tiene espacio para practicar el remo y ciclismo.

De Oxford dice que es una combinación entre arquitectura fascinante, tradiciones centenarias y conversaciones académicas y no académicas a cada instante. 

“Aburrirse es imposible. El medio de transporte por excelencia es la bicicleta”, dice el inquieto joven quien junto a otros doce estudiantes vive en una casa que forma parte de la universidad.