Un ritual dedicado a Macario

Macario sigue siendo, aún después de su muerte, una de las figuras más reconocidas del misticismo de Izalco.

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El ritual de Macario

/ Foto Por elsalvador.com

Por Blanca Iris Mejía, Carolina Amaya y Marvin Rodríguez

2015-10-25 9:00:00

Puros, incienso, velas, ocote y licor son los elementos que José Arucha, Chamán de Izalco, utiliza para iniciar un rito en honor a Macario Canizalez de la Virgen, uno de los brujos más reconocidos del pueblo, ya fallecido.

 “Este rito consiste en que tenemos que adorar a nuestros tatas izalqueños para salvaguardar a las personas que necesitan sanación y prosperidad”, comenta el chamán.

El arraigo a sus raíces indígenas hace de Izalco un pueblo que mantiene vivas las creencias en personajes como Macario, por ello, muchas personas acuden a chamanes y espiritistas para solucionar sus problemas de salud, amor y dinero.

Macario sigue siendo, aún después de su muerte, una de las figuras más reconocidas del misticismo de Izalco. Lugareños y visitantes, políticos y médicos, han llegado a su tumba para solicitar favores. “Cada persona que está enferma viene de rebotar y no encuentra la cura, aquí, gracias a Macario y a Dios que dan la luz, encuentra prosperidad”, afirma Arucha.

“Le piden de corazón y hacen tributos que consisten en agua, puros, chicha, candelas, incienso, lo esencial, para rendirle tributo a los abuelos y al cacique Macario Canizález de la Virgen”, agrega.

Según la tradición oral izalqueña, la historia de Macario inicia por el año 1878. “Macario existió en México y fue alguien que puso en credibilidad la potencia del poder indígena.

Fue un hombre humilde, pero de capacidad ancestral. Reencarnó acá en el cantón Cuyagualo, siempre como Macario Canizález de la Virgen”, relata Arucha. “Él era médium y se reencarnó y así es como lo buscan a él y uno toma posición en el vaso espiritual de Macario Canizález; hay una cadena de médiums espirituales, como su presencia, su vástago”, agrega.

La tumba de Macario se encuentra ubicada a la mitad del cementerio municipal de Izalco, luce cuidada en comparación a las sepulturas que están a  su alrededor. La protege una estructura de barrotes que siempre permanece sin llave para que los visitantes dejen su ofrenda en cualquier momento del año, pero la mayoría de tributos llegan el dos de noviembre, día en que se conmemora a los fieles difuntos en el país.

Arucha comenta que Macario no tuvo enemigos, pero sí muchos detractores, principalmente los doctores que estaban en contra de sus prácticas de sanación. “Los médicos decían que hay que meterlo preso, pero no podían, porque él se transformaba en otra persona o en animales como gatos, tuncos, perro, zope,” recuerda Arucha.

Pero el chamán enfatiza que “no hay porque tenerle miedo, simplemente la persona que se burla tiene una recompensa (castigo)”.

Izalco ha dejado de ser un pueblo con las características calles empedradas, su infraestructura ha cambiado, pero “el don y la capacidad espiritual nunca se ha perdido, porque esto es un bastión de origen indígena y de gente que cura; y que trabaja conforme a las relaciones espirituales a través de cada uno de nosotros (los chamanes)”, explica el sacerdote maya.

Las comunidades indígenas mantienen una lucha continua por ser visibilizadas en nuestro país. En Izalco convergen las tradiciones ancestrales y la religión católica. Las creencias, como la de Macario, son una muestra del esfuerzo por rescatar su cultura y las prácticas de medicina ancestral, que son muy populares y siguen vigentes en la localidad.

“Nosotros como sacerdotes, como indígenas, ya no podemos esconder nuestra lengua, nuestras vestimentas y nuestro cuerpo. Hoy somos libres, un poco, estamos sobresaliendo ante la sociedad”, concluye el chamán Arucha.

Un altar para los muertos

Velas, vasos con agua y aceite, camote en miel, pan de tuza o tamales, y las fotografías de los familiares que ya fallecieron, así es como los izalqueños elaboran los altares para honrar a sus seres queridos.
Como parte de esta tradición, en la casa de la Cultura de Izalco se ha colocado un altar en honor al Coronel Óscar Rodolfo Campos Anaya, un militar reconocido del pueblo.

Campos Anaya es recordado como un hombre de comportamiento ecuánime y temperamento práctico. Su figura es muy representativa, ya que fue uno de los primeros socios fundadores de la Fundación para el Desarrollo de Izalco (FUNDIZALCO). Además, fue administrador del Hospital Militar y de la Cooperativa Militar (COOPEFA).

El altar está decorado con gallardetes elaborados con la técnica de papel picado y los alimentos típicos preferidos del coronel Campos Anaya. Este tributo estará abierto al público hasta el cinco de noviembre.