Obligado a instalar luz y TV por cable en casa destroyer

Un cabecilla vivía en la casa de la par y la tenía equipada con modernos aparatos eléctricos

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Obligado a instalar luz y TV por cable en casa destroyer

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2015-07-04 7:00:00

El intento de un electricista por ganar unos dólares extra para cubrir los gastos de su hogar lo llevó, sin querer, a colaborar con las pandillas, para que un cabecilla contara con electricidad y televisión por cable en una casa destroyer, en una colonia de Ciudad Delgado.

El electricista, de quien se omite el nombre por seguridad, llegó a una colonia del referido municipio, a realizar un trabajo.

Asegura que llegó temprano, con la idea de terminar lo más rápido posible el traslado de un medidor de consumo de electricidad, para poder retirarse pronto del lugar. Sabía que era un sitio asediado por pandilleros.

“Mientras realizaba el trabajo, había un sujeto mal vestido sentado en la cuneta del otro lado de la calle, observándome”, cuenta el electricista.

Asegura que cuando terminó, entró a la casa donde hacía el trabajo y la persona que lo había contratado se le acercó y casi en un susurro le dijo: “Usted diga que sí, yo luego le pagaré por lo que le pidan”.

Sin entender prácticamente nada de lo que el contratante le había dicho, salió de la casa. En ese momento se le acercó el sujeto que lo había estado observando y le dijo: “Hey, vato, necesitamos que nos hagas un paro”.

Hasta entonces comprendió lo que le acababa de decir el dueño de la casa. No hacía falta que se lo explicaran. Él intuyó que se trataba de un marero y que, además, no tendría de ellos ninguna paga por ese “paro”.

“Me llevó hasta una casa destroyer que no contaba con electricidad”, aseguró. Era una de esas tantas viviendas que las personas dejan abandonadas, por el temor a ser víctimas de los pandilleros.

Una vez en el lugar, se le acercó otro marero y le preguntó qué necesitaba (materiales) para que le hiciera las conexiones en la vivienda.

Materiales en un santiamén

Con base en sus más de 25 años de experiencia, rápido le dio el detalle de los materiales requeridos: caja térmica, cable, interruptores, toma corrientes, focos, grapas, clavos, etc.

Para entonces ya se habían acercado al menos seis mareros más, quienes estaban pendientes de toda la conversación. Fue a ese grupo de sujetos al que se dirigió el marero que le preguntó sobre los materiales y les ordenó que fueran a conseguirlos. Así entendió que estaba tratando con el palabrero del sector.

En poco tiempo regresaron. Él no esperaba que le llevaran mucho más de lo requerido; sin embargo, su sorpresa fue que le entregaron grandes cantidades. Por ejemplo: necesitaba seis metros de cable y le entregaron un rollo de 100 metros.

“Quien sabe a qué ferretería fueron a pedir la ‘colaboración’ para que el palabrero contara con electricidad en la casa destroyer”, se preguntó el técnico.

También se pregunta de dónde habrá obtenido dinero el marero para comprar los aparatos eléctricos que tenía en la vivienda contiguo a la casa destroyer.

“Vivía con su esposa e hijos. Tenía televisores plasma, refrigeradora frío seco, ventiladores, equipos de sonido. A todo lujo”, asegura.

“Es increíble cómo esta gente puede tener todas esas comodidades sin que tengan una fuente de ingresos como un trabajo. Muchos empleados no pueden comprar todo eso con sus salarios”, expuso el electricista.

De hecho, él ha dejado de realizar trabajos y obtener dinero extra al de su salario, porque ya no puede llegar a colonias por el temor a ser agredido e incluso asesinado por pandilleros.

“Aquí matan albañiles, electricistas, pintores y fontaneros que con buena voluntad llegan hasta la casa de los clientes, por el simple hecho de que son residentes en otros sectores donde opera la pandilla rival”, lamenta.

Y por vivir en una zona contraria, “piensan que uno va a traer información para pasársela a los otros pandilleros”, añade.

Para concluir la instalación en la casa destroyer le dijo al cabecilla que debía hacer la conexión con el tendido eléctrico. Y eso requería de una escalera de al menos cinco metros, la altura a la que estaban los cables sobre la calle.

De nuevo, el cabecilla ordenó a los otros mareros que fueran a buscarla.

“En menos de cinco minutos regresaron con una escalera de madera muy larga, mucho más de la que necesitaba”, cuenta.

En seguida les pidió que le apoyaran la escalera, mientras él se subía y hacía la conexión. Seis pandilleros, tres a cada lado, la sostuvieron hasta que él terminó de hacer el trabajo.

Su intención era bajar y retirarse cuanto antes. Sin embargo, al llegar abajo el cabecilla le preguntó si sabía hacer conexiones de televisión por cable. La respuesta fue afirmativa y le dio la lista de materiales.

La historia se repitió: ordenó a los mareros que fueran en busca de lo que necesitaba el técnico para hacer la instalación pirata en la casa destroyer en Ciudad Delgado.

En cuestión de minutos le llevaron mucho más de lo que necesitaba.

Solamente obtuvo una “recomendación”

Transcurrieron poco más de tres horas en la ejecución de las dos instalaciones ilegales, a petición del cabecilla de la pandilla.

Tal y como lo sospechó al inicio, no recibió ningún dinero por ese trabajo. El cabecilla solamente le agradeció por las dos instalaciones y le dijo que de ese momento en adelante, cuando llegara a Ciudad Delgado y tuviera problemas con pandilleros, solamente les dijera que le llamaran al “Escaiper” y él les diría que lo dejen en paz, en agradecimiento al trabajo que le había hecho en la casa destroyer.

Aunque es consciente de que el trabajo realizado es ilegal, sabe que no tenía otra opción. Negarse a la petición de los pandilleros implicaba un alto riesgo, incluso la muerte.

El electricista cuenta que en otra ocasión fue llamado a realizar un trabajo en el sector de Altavista, en Ilopango. El cliente le dio la dirección y la indicación de cómo llegar.

Siguió la instrucción y al bajarse en el sitio donde le habían dicho, apenas había dado unos pasos cuando se le acercaron dos pandilleros.

Asegura que prácticamente lo acorralaron y, arma en mano, comenzaron a preguntarle qué hacía allí, hacia dónde iba y qué llevaba en su maletín. No contentos con la explicación, lo acompañaron hasta la casa del cliente y a éste le preguntaron si era cierto que iba a realizar un trabajo.

A pesar del susto, hizo el trabajo y al retirarse del sitio, encontró de nuevo a los pandilleros, quienes le pidieron “una colaboración para comprar cigarros”.

Para este electricista, las dos experiencias son una muestra del control territorial que ejercen las pandillas en muchas partes del país, lo que les permite hacer lo que quieran, cuando quieran y donde lo deseen.

Lamenta que eso impida a personas que, como él, no puedan obtener ingresos extras con trabajos en oficios varios.

“He perdido muchos trabajos y clientes, por temor a llegar a sitios donde mi vida corre peligro”, comenta.

Pero en caso de que acepte algún trabajito adicional en su tiempo libre, “no llego donde el cliente si no me lleva hasta su casa y luego me saca de su colonia en vehículo”, dice.