Amenaza de la MS-13 provoca éxodo en San Luis La Herradura

Río Viejo, caserío cuyos habitantes viven del mar, quedó ayer casi desolado

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Para irse de Río Viejo, cualquier camión parece ideal. Ayer todo el día hubo desplazamiento de familias. Fotos EDH / René Quintanilla.

Por Jorge Beltrán Luna sucesos@eldiariodehoy.com

2015-01-14 7:00:00

Desde el martes anterior, unas 50 familias del caserío Río Viejo, cantón El Llano, en San Luis La Herradura, han abandonado sus casas debido a una amenaza de la Mara Salvatrucha (MS-13), según comentaron muchos afectados a El Diario de Hoy.

El desplazamiento de grupos familiares comenzó, aproximadamente, en noviembre del año pasado, pero se acentuó desde la tarde del martes, luego que un día antes, es decir, el lunes, aparecieran muertos Antonio y Manuel, dos hombres residentes en el caserío.

Antonio era un adulto de 50 años, miembro de una iglesia evangélica, cuyo cuerpo apareció decapitado. Ese mismo lunes también encontraron muerto a Manuel, un joven de unos 21 años que, según vecinos de Río Viejo, era un pandillero retirado.

Luis, un hombre que con su familia decidió quedarse porque no tienen para dónde irse, comentó que anoche sería la mayor prueba para él, su mujer y sus hijos, pues había sabido que la MS advirtió que llegaría con más de cien de sus miembros a matar a quienes encontraran en el caserío.

Hasta ayer al mediodía, eran pocos los grupos familiares que no se habían marchado. En una casa decidieron improvisar un culto de oración para pedir a Dios que los protegiera pues no tenían para dónde marcharse.

Territorio arrebatado

Río Viejo es un caserío que dista un kilómetro al oriente del pueblo de San Luis La Herradura, a pesar de estar tan cerca, los mismos vecinos se quejan de que la Policía local llegaba al caserío solo cuando se cometían asesinatos.

Pero, además, Río Viejo está rodeado de caseríos y colonias dominados enteramente por la MS-13 cuyos miembros acechaban a los jóvenes de esa comunidad y los señalaban de ser miembros de la pandilla 18 Revolucionarios.

De acuerdo con los vecinos, en el lugar habían algunos jóvenes miembros y, otros, simpatizantes de la pandilla 18, pero todos fueron asesinados o se fueron del lugar.

El último vinculado a esa agrupación criminal (aunque vecinos aseguran que ya se había retirado) era Manuel, asesinado el lunes pasado.

Al siguiente día, en el caserío se difundió el rumor de que la MS-13 había dicho que daban 24 horas para que todos los habitantes de Río Viejo desocuparan sus casas.

Incertidumbre

Río Viejo es un caserío que queda como a un kilómetro de los manglares que bordean el mar, el estero.

Ayer, la mayor preocupación entre los adultos era cómo sobrevivirían en sus nuevos domicilios. La mayoría de desplazados dijeron que en ese caserío su principal forma de trabajo era ir a pescar, a cangrejear o curilear (agarrar cangrejos y extraer curiles).

La actividad no les era muy rentable, pues en una jornada de extracción de curiles apenas lograban obtener tres dólares, sin embargo, expresaron, es lo único que sabían hacer.

Cojutepeque, San Martín y San Salvador eran algunos municipios donde los desplazados comentaron que se asentarían. “No sabemos qué vamos a hacer (trabajar) para comer. Aquí, aunque poco ganábamos, pero vivíamos en lo propio”, afirmó un joven de 17 años. Agregó que trabaja en la pesca para ayudar a su madre en la manutención de la familia desde que su padre fue asesinado en 2007.

Mientras sus dos hijos menores de edad correteaban pollos y gallinas para llevarlas consigo, una mujer mascullaba su frustración.

Tras 20 años de vivir en Río Viejo, ayer le tocó abandonar su casa, tal vez una de las mejores de todo el caserío, forjada a fuerza de su trabajo y el de sus tres hijos mayores.

“Ahí les queda todo esto a ellos”, murmuró entre lágrimas, la mujer, haciendo referencia a su casa y al terreno.

Mientras muchas familias armaban sus maletas o cargaban sus muebles en los camiones, media docena de policías patrullaban el lugar.

Algunos trataban de justificarse: “Nosotros aquí hemos estado siempre para darles seguridad”, decía un subinspector, mientras entrevistaba a un vecino, quien rápidamente hizo una mueca en su rostro como desaprobando aquellas palabras del oficial policial. “Vienen aquí solo cuando hay muertos”, comentó en voz baja.