Es lunes 6 de octubre, Yanira (nombre ficticio) se disponía a preparar la cena cuando unos disparos la sacaron de su rutina. Buscó a su pequeño hijo y corrió en busca de Erlismar, su pareja por más de seis años.
Oyó gritos, en esa colonia al norte de San Salvador, asediada por pandillas, los gritos y los disparos son casi tan frecuentes como los días sin agua.
Yanira intentó abrir la puerta, pero los gritos de Erlismar la detuvieron ¡No abrás! , alcanzó a oír. Fueron las últimas palabras que escucharía de él. Cuando abrió la puerta, Yanira oyó toda clase de frases: ¡Unos mareros lo mataron y se lo llevaron a la quebrada!, ¡Lo raptaron!
De repente apareció Marta (nombre ficticio), ¿Dónde está mi hijo? Preguntó urgida.. corrió a la quebrada cerca de la vivienda, buscó insistente junto a su nuera. Su hijo no estaba en la quebrada ni en ninguna parte.
Llegó la noche y con ella la Policía. Según Marta, los agentes le prometieron buscar a su hijo.
Marta es vendedora ambulante, sus tres hijas y su nuera también. Todos en esa familia viven de ese oficio.
De Erlismar dice que es un hombre trabajador, que también vendió en las calles, trabajó la tierra y pudo conseguir ese empleo como vigilante en el que laboró dos años.
Marta asegura que no estaba amenazado. Su corazón de madre le ha dicho que él está vivo. Han pasado 67 días desde que desapareció y las visitas a Medicina Legal, a la Policía y a los hospitales son cada vez menos frecuentes, no por voluntad sino por falta de dinero. Ella, su esposo y su nuera se turnan para ir a estos sitios a preguntar por Erlismar. No hay datos, no hay nada…solo esperanza…